Lo bueno de atentar contra una obra de arte es que por lo menos la sección cultural de los diarios y los telediarios, hoy tan denostada, se amplía.
Hace poco me pasó que hablaba de esto con una amiga -no de los periódicos sino de las obras de arte- y me expresó su disconformidad con este tipo de actos, yo le dije que no me parecía tan mal. De hecho, yo lo haría de otra forma que escandalizara más, como derramar un poco de aceite usado de motor sobre Los Girasoles, o quemar un trozo de plástico sobre La Gioconda, cosas que impliquen instrumentos con los que estamos acelerando el cambio climático.
Pasa que yo nunca podría hacer esto, estoy mucho más cómodo mientras otros lo hacen. Y si nadie lo hiciera tampoco sería yo el que encabezara la revolución. Las revoluciones tienen su no sé qué, su rebeldía juvenil, pero pasar a la historia como el Ché Guevara del cambio climático sería hacer pasar un mal rato a mi madre. Además, para eso hace falta dinero y yo celebro mi mileurismo dándome golpes en el pecho como Monchi en un empate contra el Betis.
...los pandilleros de la política han dejado sus despachos hopperianos para salir en defensa de Da Vinci, Goya, Picasso, e incluso Van Gogh, al que nadie prestó atención mientras su hermano le compraba pinceles y pinturas
Con este cuadro, los pandilleros de la política han dejado sus despachos hopperianos para salir en defensa de Da Vinci, Goya, Picasso, e incluso Van Gogh, al que nadie prestó atención mientras su hermano le compraba pinceles y pinturas. Tras su muerte y durante un tiempo, el cuadro del holandés sobre el que atentaron los activistas que regresaban del futuro fue el más caro de la historia, su comprador pagó alrededor de 28 millones de euros. Lo mismo que pagó un inútil por el reloj más caro de la historia, para luego decir que no tiene tiempo para estar con sus hijos.
...el resto del mundo se maravilla al contemplar Los fusilamientos del 3 de mayo sin saber que son ellos a los que están apuntando
No todos los políticos son iguales ni todos los inútiles son necesariamente tontos, eso está claro, pero sí son muy parecidos. De hecho, cabe destacar que esta semana se han reunido en Egipto para hablar sobre el calor que hace en verano y lo poco que nieva en invierno, a pesar de ello seguirán llenando sus piscinas y buscando el último glacial para disfrutar de los deportes de invierno, elitistas ellos.
Este arte, tan ligado a la cultura, tiene además la etiqueta de ser caro en su venta y austero en su producción, más de un artista reconoce que lo bonito del oficio es estar en el taller pensando y creando, no gustan de contemplar cuerpos inertes que yacen en una pared colgados como Mussolini tras su obra. A ellos les gusta pintar. Observar, quizás, lo que otros pintan. Mirar su tiempo sin necesidad de relojes que midan el pulso de la estupidez. Pero el artista no come en estrellas Michelín ni sale a reivindicar lo buena que es su obra, eso lo hacen los que un domingo por la mañana compran el periódico para revisar las últimas novedades culturales de su ciudad, si es que las hay. A los verdaderos artistas a diferencia de muchos políticos les gusta trabajar.
Por eso los candidatos al Big Brotherism, o los que ya están en él, denuncian este tipo de reivindicaciones y piden castigos penales para sus autores. Ellos prefieren que la justicia acuda a proteger el apartheid climático, donde los ricos pagan para escapar del hambre, la guerra y el sobrecalentamiento, mientras que el resto del mundo se maravilla al contemplar Los fusilamientos del 3 de mayo sin saber que son ellos a los que están apuntando.