Para Erich Fromm, el amor es un acto voluntario y consciente de dar y cuidar al otro, en uno de sus libros más destacados.
Presentación
Maria Robles Larios (2005), estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad de Málaga, es un caso excepcional en los tiempos que corren: es una lectora nata que gusta de reflexionar, de darle al sentido una (otra) vuelta de tuerca, porque interpretar exige cavar, buscar grietas o coordenadas desde las que construir una visión crítica. Es lógico, entonces, que el ensayo sea su mapa, su mecánica de presentar un tema, porque ensayar, cuya etimología viene a significar algo como “pesar algo”, “deliberar”, implica relacionarse con los referentes, es decir, citar. María va colocando ladrillos que son como ideas sopesadas previamente por pensadores que conoce, pero construyendo su propia arquitectura, su propia reflexión. Y como ensayista deja el trasluz de su opinión, aunque la mide y la pesa, por eso cuando la lees te persuade a través del argumento. Va sumando, abriendo paréntesis, y al final te expone su resultado exacto, y es que escribir, a veces, es como buscar una ecuación en un mundo de cuentas infinitas, cambiantes, que cambian de estado, por eso, y a pesar de su voluntad, no tiene más remedio que reconocer que en el fondo, lo único que pretende es introducirnos en el caos. En el interesante caos del pensamiento ordenado.
¿Hemos convertido el amor en un producto?
Para Erich Fromm, el amor es un acto voluntario y consciente de dar y cuidar al otro, en uno de sus libros más destacados. El arte de amar (1956), plantea que el amor no es solo un sentimiento pasajero o una emoción espontánea, sino una habilidad que debe cultivarse activamente. Ahora bien, me gustaría reflexionar sobre cómo este planteamiento choca con la sociedad en la que vivimos, donde todo se ha mercantilizado y el consumismo es nuestra compañera de viaje, que no ha dejado al amor indiferente, convirtiéndolo en un producto más del mercado.
Se busca a la “pareja ideal” como si viniesen por catálogo, las aplicaciones de citas han convertido las relaciones en un juego trivial de apariencias de selección rápida, donde buscamos llenarnos el ego, acumular matchs y desechar las relaciones cuando ya no son útiles o satisfactorias, ya que buscamos el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo, haciendo de ellas un tránsito burocrático para nuestra cartera de amoríos. En la era de la inmediatez, el esfuerzo y la paciencia parecen conceptos arcaicos, todo nos aburre en exceso y los vínculos que formamos son muy fáciles de romper, facilitando el proceso de acabar con él y empezar con el siguiente, sin reflexión ni aprendizaje.
¿Por qué corremos tanto? ¿Qué nos persigue para estar huyendo?
Nos abruma el compromiso, nos sentimos frágiles, y vivimos con el miedo y las expectativas que una cultura nos ha creado; tales como vendernos la idea de que estar solos es sinónimo de insuficiencia y fracaso; el compromiso se ha convertido en una palabra que nos causa amenaza al escucharla, pero porque se percibe como una renuncia a nuestra libertad en lugar de un aporte de valor a nuestra vida, nos sentimos indefensos ante la desnudez emocional, pero al igual que lo anterior nos viene dado por un entorno que nos define el mostrar interés como ser débiles o necesitados, lo que desemboca en relaciones fugaces y superfluas. Todo eso deriva en sentimientos de vacío y carencia emocional en las personas, reforzando aún más las imposiciones culturales que vamos arrastrando. Somos como muñecos ante la función de ser en un escenario que tendemos a llamar vida, tenemos un guión que se llama influencia, y unos guionistas que son la cultura, ¿cómo vamos a cambiar las frases que nos vienen dadas? Lo mismo ocurre con las expectativas que nos venden, especialmente en el amor romántico y todo su bagaje, nos prometen ideales inalcanzables que, al confrontarse con la realidad, solo generan frustración. La industria del cine, entre otras, nos ha inculcado una visión del amor basada en la perfección, en obstáculos convertidos en pruebas épicas, cuando en realidad son solo una ilusión de lo que se considera un "amor correcto”. Referente a Fromm de nuevo, amar implica responsabilidad y esfuerzo, no una espera pasiva de que todo suceda mágicamente. Si seguimos repitiendo el guion que nos impusieron, nos quedaremos atrapados en una historia que no nos pertenece, siendo títeres movidos por los hilos de la trivialidad del Tinder.
¿Por qué no queremos estar solos? Pero, sobre todo ¿por qué nos sentimos en la necesidad de llenar el hueco emocional con relaciones pasajeras que nos evocan más soledad aún? Nos hemos convencido de que el contacto rápido y sin trasfondo será capaz de darnos aquello que ni siquiera sabemos que nos falta. Estamos haciendo del amor un pasatiempo, convirtiéndolo en algo baladí y prescindible, a pesar de ser el principal motor de nuestras vidas. Porque, siendo sinceros, ¿a quién le apetece esforzarse? En una sociedad que valora la comodidad y la autosuficiencia extrema, el individualismo y la exclusión de parámetros que desentonan en nuestros solitarios planes de vida, la compatibilidad con el compromiso no es un factor a tener en cuenta; además, el amor requiere una vulnerabilidad que muchos no están dispuestos a aceptar, y es preferible no dar un paso hacia algo donde existe riesgo de salir herido, más aún, habiéndose esforzado previamente, lo que concluye en un uso de energía innecesario para muchos.
La intensidad es un factor que tiende a estar presente en las relaciones, pero vamos viendo como se ha favorecido la búsqueda de relaciones más "funcionales" y menos emocionales, trasladando este enfoque a un nivel en el que incluso llega a estar mal vista; el amor apasionado y desgarrador o las muestras de cariño, lo que viene siendo un sentir de toma pan y moja, se relacionan con la dependencia, la inseguridad y la irracionalidad. Pero, ahora bien, planteémonos si realmente nos sentiríamos amados si el afecto se reduce a lo racional y moderado, ¿no perdería el amor esencia si no se muestra, si no se expresa vivamente? Si dejamos de lado lo que nos hace únicos, no meceremos seguir amando.