Tan solo encontré un segundo / para mirarte a los ojos / y decirte que soy tuyo.
De este día tan intenso
De este día tan intenso
tan solo encontré un segundo
para mirarte a los ojos
y decirte que soy tuyo.
Padre, nos come la vida
grandes instantes, uno a uno,
y al final solo nos queda
un sentimiento desnudo.
Hoy te he visto tan perdido
ante las puertas del mundo,
buscando entre tus recuerdos
uno que no esté confuso.
Tú buscas alguna pista
que te saque de estos muros
y remueves la memoria
porque siempre fuiste astuto.
Pero no encuentras respuesta
que te deshaga ese nudo.
Es la vida que se acaba.
Es alzhéimer puro y duro
que sacude la existencia
con su invisible susurro
y abandona los recuerdos
junto al verde de algún musgo.
Es el juego de la vida.
Es el llanto de los tuyos.
Es un legado que llena
de tristeza a todo el mundo,
aplastando contra el alma
los grandes recuerdos nublos,
convirtiéndote en objeto
solitario y taciturno.
Audio del poema
Soñé que apagaba el día
Soñé que apagaba el día
las luces de su mañana,
y al dormirme, yo soñé
que soñé que yo soñaba.
No fue un sueño muy corriente,
pues soñé que tenía alas,
y volaba en un momento
al frescor de alguna charca.
Me hice el dueño del silencio
y de la paz que reinaba,
y avanzando, poco a poco,
yo me fundí con el agua.
Desconozco qué misterio
se apoderó allí de mi alma,
sentí cómo en mí crecía
el resplandor de una llama,
y sentí que en su crecer,
dentro de mí algo cambiaba.
Fue la magia del momento
y fue un momento de calma.
No sé por qué el sueño astuto
quiso llevarme a la charca,
pero sé que al ir soñando,
fui recuperando el alma.
Se abrió ante mí el universo,
las estrellas me cantaban.
Al instante fui feliz,
y sentí feliz al agua.
Yo no quería volver,
pero una voz me llamaba
desde allá, desde la tierra,
donde esperaba mi casa.
Con prudencia abandoné
a mi espíritu en la charca,
para poder protegerlo
de esta vida que lo engaña.
Ya sé a dónde debo ir
cuando precise de calma,
cuando quiera yo evadirme
de este mundo y de su rabia.