Nos cuesta entender el suicidio. Y nos cuesta aún más entender que el suicida arrastre con él a personas a las que, suponemos, ama inmensamente.
Tormenta en el alma
No supe ver, allá en el horizonte,
los negros nubarrones,
que ya avanzaban por la abrupta ladera
en recio vendaval.
Y se tornó en negra noche el día
en mi corazón roto.
Y me encontré envuelto en la tormenta,
sin poder escapar.
.
Pararon al instante
los relojes del tiempo
mientras toda mi alma
se volvía dolor.
Y me hallé caminando
por la senda del miedo,
sin que nadie escuchase
mi doliente clamor.
No encontré otra salida
que el abismo profundo,
que me ofrecía su seno,
cálido, acogedor.
Y hasta él te arrastré,
enajenado y ciego,
para descender juntos,
mi bien, mi amor.
Hoy te pido perdón, aunque ya es tarde.
¿Por qué permitió Dios tanta desdicha?
Era el culpable yo…
Y tú pagaste.
Santa Cruz, mayo 2024
Luis Hinojosa D.