Recuerdo que los exámenes de septiembre, en alguna ocasión, coincidían con las fechas de la feria, las Fiesta Grande de Alhama, y, eso, era lo cierto, nos dolía, por el día o los días que nos perdíamos de la misma, siempre del 8 al ll, del indicado mes.
"Cartas alhameñas"
A Antonio Guerrero Ortiz
"Cuando te jugabas todo un curso en un solo examen”
Querido Antonio:
Era en estos días de septiembre cuando, nada más terminar la feria, iniciábamos nuestro curso académico. Muy pocos días después de que, a los que nos había quedado alguna en junio -creo que a ti nunca te sucedió esto-, hubiésemos vuelto a pasar por el “calvario” del prestigioso y temido Instituto Nacional de Enseñanza Media “Padre Suárez” para examinarnos de la asignatura o asignaturas no superadas en junio, tras un verano más o menos dedicado a la preparación de las mismas. Más bien, menos que más, en mi caso en aquellos años del Bachiller Elemental, aunque solía, al fin, aprobar y quitarme la calabaza de encima.
Recuerdo que los exámenes de septiembre, en alguna ocasión, coincidían con las fechas de la feria, las Fiesta Grande de Alhama, y, eso, era lo cierto, nos dolía, por el día o los días que nos perdíamos de la misma, siempre del 8 al ll, del indicado mes.
Antonio en el curso escolar 1957-58
Tú, en todo momento, fuiste un buen alumno y excelente estudiante, al igual que amigo y compañero. En la clase de Matemáticas formábamos un semicírculo frente a la pizarra situándonos en razón a como respondíamos a lo que se nos preguntaba. Siendo, además, la que más se cuidaba en dedicación horaria así como en preparación por nuestra parte. No tan sólo por la importancia de la materia, también por ser la asignatura que impartía don Juan, don Juan López Villén, propietario de la academia y profesor exigente y riguroso. Tú, junto con Rafael Franco, “Franquillo” como le llamábamos, tu hermano Miguel y algún compañero más, siempre estabais en los primeros puestos a lo largo de todo el curso.
Ya con pocos años, en los primeros de la niñez, fuimos buenos vecinos. Cuando vivía en la casa frente a la tuya, en “El rinconcillo”, estando entonces la Administración de Correos en la calle Fuerte. Recuerdo cuando se rehabilitó tu casa, no se me olvida la magnífica puerta principal que se instaló, por las cabezas talladas que posee. Sería en la segunda mitad de los años cincuenta cuando, desde la calle Salmerones, vinisteis a vivir a esta parte de la calle Fuerte.
Por supuesto, el recuerdo de tu madre, Carmen Ortiz Ruiz, siempre atenta y cariñosa, es para mí inolvidable. Como el de tu padre, Diego Guerrero Cortés, y tus hermanos Salvador, Miguel, mayores que tú, y Diego, el benjamín de la casa, que al tener menos años que nosotros, como se suele decir, vivía su mundo de la infancia. ¡Cómo conserva la memoria aquellos años primeros con tanta nitidez y claridad!
Todos te tenían una predilección especial, por tu forma de ser y lo cariñoso que eras. Siempre dispuesto, sumamente familiar, “un verdadero eslabón entre las familias Guerrero Cortés y Ortiz Ruiz, queriendo a todos y todos queriéndote a ti. Atento para cuanto fuese necesario y excelentemente resolutivo para los pequeños problemas caseros que se suelen ir presentado, en tu casa o en la de familiares y vecinos: arreglar una cerradura, superar un fallo en la instalación eléctrica, la puerta que no encaja bien, etc. Quienes bien te conocen, desde el día que naciste, dicen que "te llevabas la palma, una verdadera bendición de Dios". Tú sabrás porqué se afirmaba y se sigue afirmando esto. Yo me sumo a lo dicho resumiendo que tu calidad humana es indiscutible.
Antonio Guerrero con su mujer e hija Isabel
Tu escolarización fue primero, como la de tantos alhameños, niñas y niños, con la Madres Mercedarias en el entonces Hospital de las Monjas, hoy Hospital de la Reina, y después en el de le Joya, actualmente Residencia de Mayores ¡Cuánto le debe Alhama a estas inolvidables monjas por la labor y entrega en favor de Alhama desde que llegaron! Precisamente, también en un mes de septiembre, el de 1884, como para prepararse y dar la histórica respuesta de abnegación y entrega en los días más duros que ha vivido Alhama, los de los Terremotos de finales de aquel año.
Ya en septiembre de 1958, pasaste a las escuelas del Paseo, concretamente a la que ocupaba lo que ahora es Oficina de Turismo, la de don Juan, aquel buen y exigente profesor, como recordamos, “de mediana edad, alto, delgado, con traje y corbata siempre, con bigote perfectamente recortado, de semblante serio” y, añado yo, que sabía mantenernos a raya y que, por el indudable “respeto” que le teníamos -no quería utilizar vara, peros sus cocas eran sumamente disuasorias-, los menos o nada estudiosos –repito, lo que no era tu caso-, sí repasábamos algo su asignatura, aunque fuese unos momentos antes de la clase. Sobre todo cuando pasábamos de la escuela propiamente dicha a la denominada academia, en Portillo Naveros, en aquel largo cuarto de hora que teníamos libre en la misma puerta de la clase.
El curso en el que te incorporaste a la escuela de don Juan fue el que nos preparó para efectuar el ingreso al Bachiller Elemental, 1958-1959. Estuvimos, unos veinte y pocos compañeros, como alumnos de la Escuela Pública y estudiantes de ingreso con nuestras clases particulares, que era aún más que la permanencia pagada de una hora de cinco a seis de la tarde. ¡Qué buenos e inolvidables amigos la práctica totalidad de todos aquellos chavales!.
Antonio junto al mar
Como profesores también nuestros queridos e inolvidables Agustín Molina Jiménez y Manuel Vinuesa Jiménez del Barco. El primero de ellos, quien llevaba realmente la carga de la escuela y de la misma academia, impartiendo varias asignaturas y haciéndolo de una forma excelente y con la grandeza de la sencillez y, como tú siempre has dicho de él, “sin ostentación alguna”. El segundo, Manuel Vinuesa, buen pedagogo, nos daba su clase convirtiéndonos en romanos y cartagineses y, es lo cierto, siendo ya la última hora de la mañana, de una a dos de la tarde, entrando a las nueve y teniendo que volver a las tres de la tarde, se nos hacia amena de esta forma.
De una u otra forma, tras prepararnos creo que bastante bien, lógicamente unos estudiaban más que otros, un día de junio, la víspera de la Feria de San Juan de 1959, nos trasladaron, en una furgoneta, a Granada y en la Academia Isidoriana, uno tras otro, fuimos pasando por un tribunal examinador de varios profesores y, cada uno a su manera, aguantó aquella primera prueba con la que nos enfrentábamos académicamente.
Como bien sabes y hemos comentado en alguna ocasión, a unos niños de diez años, en muchos casos aún no cumplidos como era tu caso, que la mayoría no habían salido apenas de Alhama, ante varios profesores a los que veía por primera vez, sentados en altos sillones sobre un estrado detrás de una recia y alargada mesa, imponía y de qué manera. Más aún cuando te tocaba pasar ante ellos respondiendo sus preguntas sobre las distintas materias. Era un verdadero “trago”. Pero había que superar la prueba y, lo cierto, es que creo que la superamos todos.
La alegría que nos dio aquél primer aprobado, aunque la calificación para ingreso tan sólo era la de “Admitido” o “No admitido”, fue inmensa. Sentíamos que ya iniciábamos los estudios en los que se encontraba, en nuestros casos, algún hermano mayor. Por supuesto, aquella Feria de San Juan fue extraordinaria para todos nosotros.
Los cursos posteriores vinieron con los exámenes por libre en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “Padre Suárez”. Casi ocho meses estudiando, de mediados de septiembre a junio, con clases de lunes a sábado, de nueve de la mañana a siete de la tarde, con una hora de descanso -a excepción de los jueves, que eran dos- y, al final, a examinarte exponiendo en una hora por asignatura todo lo trabajado durante el curso.
Foto de Antonio Guerrero
Había profesores sumamente exigentes, aquellos que para ahorrase escribir en la lista de notas “suspenso” unas cuarenta veces acotaban con una llave los apellidos y nombres por orden alfabético y, con grandes letras mayúsculas, ponían, en el centro de la llave: “SUSPENSOS”. Y lo hubo en una ocasión, como aquel ya muy mayor de Dibujo, que dijo al finalizar el examen: “no hay ni un "Aprobado",... todos "Notables”.
Tú seguiste tres cursos más como alumno libre en Alhama, primero, segundo y tercero de Bachillerato, yo tercero ya lo cursé en Granada. Como bien preparado que ibas y estudioso que fuiste en todos momentos, los superaste año tras año. A nuestros comunes profesores citados, siempre los recordamos con emoción y, en esta ocasión, muy especialmente, a quien también lo fue recién acabada su carrera de Magisterio, cuando se incorporó durante un tiempo al equipo docente de don Juan, nuestro buen amigo Cristóbal Velasco Delgado, inolvidable y querido amigo que partió para la Eternidad en el pasado mes de mayo.
A don Juan, que solía venir algún día de los exámenes a Granada, lógicamente, no le agradaba que nos suspendiesen a ninguno en materia alguna, pero cuando se trataba de Matemáticas, la que él impartía, el malestar era aún más visible.
Aparte de los dichosos exámenes, lo bueno es que también estos viajes a Granada de dos días tenían sus encantos e inolvidables atractivos. Realizadas las pruebas académicas, se visitaban lugares destacados de Granada, como la Catedral, la Iglesia de las Angustias, se paseaba por el centro, el ferial -entonces instalado en el Paseo del Violón-, subíamos en el tranvía, etc.
Jamás hemos olvidado al familiar que nos acompañaba en aquellos días difíciles. En tu caso y el de tu hermano Miguel, como con tanto afecto me has contado, se trataba de alguien que os endulzaba las tardes, haciendo de guía y comprándoos algo apetecible, tu querida tía Luisa, Luisa Ortiz Ruiz.
Como recuerdas tan emotivamente, os invitaba a aquellas ciruelas pasas en la calle Puentezuelas, en “Casa Barranco”, os llevaba al kiosco “Enriqueta” en la Plaza de la Trinidad, para que tomaseis el bocadillo de anchoas con aceite. ¡Qué rico todo! Por allí pasaba el tranvía, la última línea que funcionó en Granada capital, que iba desde el cine “Aliatar” hasta la puerta de la Delegación de Hacienda.
Sí, yo también recuerdo que lo más dichoso era cuando los días de exámenes coincidían con las Fiestas del Corpus. Entonces, por la tarde acabamos en la feria. Aquello nos era inmenso, con su maravilloso alumbrado, tantas atracciones que eran una novedad para nosotros, como aquella moto que alcanzaba una gran velocidad por las paredes de un enorme cilindro, y, por supuesto, la noria gigante junto al Genil. Vivencias extraordinarias de niño para toda la vida.
Una calificación de aquel mismo curso de ingreso de Bachillerato
El río de la vida, por fortuna, en tu caso te ha llevado, además de a ejercer tu carrera docente con vocación, preparación y entrega, dejando huella por allí donde has ido impartiendo enseñanza y buen talante, tu calidad de persona de bien, en cada persona que ha tenido la suerte de ser alumno tuyo, a no dejar de prepararte cada vez más, como a lo largo de toda la vida debe y tiene que hacer cualquier profesor. Ahí está, entre otras tantas cosas, tu licenciatura en Psicología y tu constate estar al día, tu permanente participación en cuanto es posible por una sociedad mejor para todos, sin discriminaciones ni privilegios para nadie.
Permíteme que resalte la enorme suerte que has tenido -claro está que Dios los cría y ellos se juntan- al tener una compañera tan excepcional como es Mari Carmen y formar una familia con tres hijos ejemplares, como son Mari Carmen, Antonio e Isabel, hablar de los cuatro y de sus cualidades y calidades nos llevaría escribir una extensa carta.
A ti, desde la niñez, y a Mari Carmen, desde que la conocí y traté, siempre os he tenido un especial afecto, también un sincero reconocimiento. Sois alhameños ejemplares, siempre animando y apoyando lo que se hace en y por nuestro pueblo, participando con buen ánimo, presencia y entrega en toda loable actividad.
Un ejemplo vivido directamente por mí: tu hija Mari Carmen, la más joven miembro de número del Patronato en su momento, tuvo que marchase a Madrid, y Mari Carmen, tu mujer, una vez más prestando su mejor participación por Alhama y toda nuestra comarca, pasó a formar parte del mismo. Otro, en nuestra magnífica Agrupación Musical “Ciudad de Alhama”, desde hace años vemos juntas a Mari Carmen y a vuestra hija Isabel, otro ejemplo de entrega, calidad y preparación a pesar de su edad. Otro más, vuestra constante aportación en favor del contenido y realce de nuestro inigualable Carnaval. Y, entre otros ejemplos más, tu desempeño de la presidencia de la Cooperativa Agroganadera “Los Tajos” con singular visión y eficacia.
En fin, ahora que tantos nuevos alumnos inician sus cursos, volvemos a ratificar nuestra amistad y afecto de siempre para siempre, a la par que la dicha de haber tenido la suerte de nacer en Alhama y no desvincularnos jamás de ella.
Recuerdos para Mari Carmen, para tus hijos y en especial, en esta ocasión, para tu Elena. Hasta los nombres nos unen.
Un fuerte abrazo, buen y querido amigo Antonio.
Andrés.