Cuanto nos hubiéramos ahorrado en España si los prepotentes, inútiles y patrioteros militares de finales del siglo XIX, hubieran olvidado a tiempo sus ínfulas de potencia imperial.
Decía en la I parte de esta reflexión, que la necesidad de “aprender a olvidar”, para poder renovar nuestras convicciones y actitudes, adecuándolas a una propuesta objetiva, liberada de prejuicios y viejos clichés adquiridos y compartidos irreflexivamente, se hace a veces absolutamente necesaria y que esta necesidad se puede dar en el ámbito individual o privado, local o de los pueblos, e incluso, a nivel nacional y universal.
Es en el ámbito de los países y su relación con las otras naciones, y la exaltación patriótica, donde sería más urgente aplicar esta reflexión para que ayude a eliminar los excesos, evitando las veleidades del nacionalismo chovinista y los patrioterismos infantiloides, que una y otra vez impiden ver las cosas con realismo y objetividad.
Cuanto nos hubiéramos ahorrado en España si los prepotentes, inútiles y patrioteros militares de finales del siglo XIX, hubieran olvidado a tiempo sus ínfulas de potencia imperial, “ todas sus “desaprendiendo” toda su hipotética y supuesta superioridad sobre el “bisoño e inexperto ejército yanque”, que destrozó nuestra escuadra y nuestras reumáticas fuerzas allí acumuladas, para finiquitar nuestro imperio con una tacada que nos costó lastres últimas colonias: Puerto Rico, Cuba y Filipinas, sometiendo a España a la mayor crisis de autoestima y humillación de su historia.
Repetimos motivos y argumentos, reincidiendo en Marruecos, no “desaprendiendo” urgente de aquella nuestra proverbial soberbia imperial y el oxidado, trasnochado y prepotente ejército, plagado de mandos ávidos de adquirir ascensos en el escalafón por méritos de guerra, nos llevó al desastre de Annual, y a la esperpéntica y absoluta derrota ante un ejército no profesional e irregular, al que menospreciamos.
La cruel y nefasta guerra civil española, tuvo una parte de responsabilidad en el propio gobierno legal republicado
La cruel y nefasta guerra civil española, tuvo una parte de responsabilidad en el propio gobierno legal republicado, que no supo ni atinó a cortar a tiempo los desmanes y actitudes acratoides de dirigentes populistas irresponsables, que no hacían más que provocar y justificar el ansia intervencionista del sector militar más conservador y fascista, porque no acertaron a olvidar la demagogia revolucionaria y libertaria internacionalista, que poco tenía que ver con España ni con la correlación de fuerzas existentes en la península Ibérica y en el resto de Europa, como pronto quedaría demostrado. Y los grandes y absolutos responsables del drama y el genocidio que supuso aquella sangrienta guerra de españoles contra españoles, los militares golpistas, que no supieron ni quisieron olvidar, la nefasta tradición de pronunciamientos, golpes y rebeliones, vivida en España durante todo el siglo XIX y primer tercio de siglo XX. Con el cambio de régimen, de Monarquía a República, el estamento militar derrochó la posibilidad de recuperar el prestigio perdido por sus representantes, desacreditados por los golpes y la nefasta actuación en las guerras coloniales de Cuba, Filipinas y Marruecos. Su no “desaprendizaje” de aquella infausta y aciaga tradición, llevó a nuestro país a los años más negros de violencia, dictadura y represión de su historia más reciente. Hoy podríamos también decir lo mismo de un sector muy minoritario del mismo estamento militar y del ámbito de la judicatura: que, si no olvidan viejos tic de su pasado de participación o herencia de la dictadura o el autoritarismo dimanante de aquel pasado, seguiremos soportando declaraciones y salidas de tono de viejos militares en la reserva o alguno en activo, e intervenciones e injerencias judiciales en el ámbito político.
Este sano e imprescindible ejercicio de “desaprendimiento” colectivo, para poder redefinirse más positivamente como pueblos en el mundo, tendrán que hacerlo también ingleses, americanos, rusos, cubanos, iraníes, judíos y otros, olvidando imperios, imperialismos hegemónicos, dogmas, yihad, Torá y Talmud de turno, si quieren recuperar su personalidad como pueblo, libres de falsos prejuicios y de onerosas cargas.
Así, los ingleses, o los británicos en general, que aprobaron el “Brexit”, o salida de Europa, por su ego de superiores y elitistas chovinismos imperiales, tendrán que repensarse y “desaprender” y olvidar “su glorioso pasado”, si quieren andar el camino de la prosperidad y el progreso con los demás pueblos de Europa.
La pérdida de hegemonía y del liderazgo mundial, puede llevar a los USA a un peligroso camino de frustración y resistencia de adaptación al nuevo orden mundial
La pérdida de hegemonía y del liderazgo mundial, puede llevar a los USA a un peligroso camino de frustración y resistencia de adaptación al nuevo orden mundial, que puede poner en peligro la paz mundial y quién sabe si hasta provocar el holocausto final, siendo obligatorio y urgente, su “desaprendizaje” de la doctrina de prepotencia y de hegemonía ultraliberal que tan asumido tenía el pueblo norteamericano al que tanto trabajo le va a costar asumir el nuevo rol mundial.
Lo mismo podríamos decir del pueblo cubano y su utópica, deseada y resistida revolución socialista, porque como decía el torero Rafael Guerra, “Guerrita”: -“lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible”. Y es imposible que pueda triunfar una revolución socialista, en las mismas barbas del imperialismo ultra liberal norteamericano y menos si para conseguirlo, tienes que restringir las libertades de tus propios ciudadanos. Tendrán que repensarse su efervescencia revolucionaria de los primeros años, cuando por forzar la utopía, como casi siempre, lo que consiguen es retrasarla hasta el infinito.
El pueblo ruso y la mayor parte de los que conformaron la antigua Unión Soviética, tendrán que “desaprender” o repensarse que la aceptación masiva del autoritarismo, primero el de los zares, el de Stalin luego y ahora al de Putin, no conducen a ninguna parte y formularse como pueblos, experiencias más democráticas.
Y los Iraníes, afganos, turcos, pakistaníes, egipcios y magrebíes, desde sus identidades etnias o razas, patines, persas, afganos, arios, kurdos, turcomanos, egipcios, árabes, bereberes, armenios, beduinos, etc. unificados por el credo del Islam o religión musulmana, (suníes y chiitas), tendrán que hacer un gran esfuerzo para repensarse y “desaprendes” urgentemente, olvidando nostalgias y frustraciones de viejos o recientes imperios y tiempos de hegemonía musulmana, llevando las creencias al ámbito privado, de donde nunca debieron salir, recreando estados laicos y no confesionales, regidos solamente por las leyes civiles y universales, como única forma de sumarse a las demás naciones del mundo en la búsqueda de un futuro de paz, igualdad y progreso.
“Da la mano y te comerán el brazo” …
También desde el conjunto de la humanidad, es decir, desde un ámbito pan universal, y quizás el más urgente, es necesario que “desaprendamos” y borremos de nuestra memoria y de nuestras sensaciones y convicciones, la desconfianza casi congénita que nos provoca el otro, el prójimo, el otro, el diferente, es decir, el conjunto de la humanidad, desterrando de nuestras mentes y de nuestro código de conducta, conceptos, dichos y filosofías, como: “el hombre es malo por naturaleza”. “El hombre es malo para el hombre”. “Piensa mal y acertarás”. “Da la mano y te comerán el brazo” … Además de que nos imbuirá de un pesimismo ineficaz e irrespluto, influirá negativamente en nuestras vidas, afectando incluso a nuestra estabilidad mental y armonía biológica, podemos asegurar que en esencia es falso. Ningún animal o ser de la naturaleza ha sido creado o ha evolucionado con instintos malvados, sino con instinto de conservación, que le permite sobrevivir en la lucha por la vida e incluso en algunas especies, con un instinto de colaboración, de altruismo compartido, e incluso de altruismo absoluto, como el de las abejas, que muere sin remedio ni recompensa, en defensa de la colmena. Ese instinto o tendencia al “altruismo recíproco”, que algunos tratados consideran una herencia evolutiva y adaptativa del darwinismo (Robert Trivers), que fue determinante en la hegemonía del hombre sobre todos los seres de la naturaleza. Incluso más que la evolución genética que propició la inteligencia, y aunque es universal, está evolución, no está regulada por instinto, como en los animales, sino que el hombre puede manipularla o anularla, para sus intereses o por una experiencia muy negativa. Son los llamados “desertores del altruismo recíproco”, que al igual que en la antigua democracia de la Grecia clásica, deberíamos llamar “los idiotas” y expulsar de nuestra sociedad. Y es cierto, que esos pocos desertores del “altruismo reciproco”, hacen un doble daño, casi imposible de reparar: por un lado, porque exentos de escrúpulos y del principio altruista, aprovechan su ventaja para acumular riqueza de forma ilegal y fraudulenta, y con la riqueza adquiere más poder y con el poder, elabora las leyes favorables a sus intereses y crean unas fuerzas de orden y represión, que velen por el orden público instituido por ellos y por el cumplimiento de esas leyes y unas fuerzas armadas o ejército, dispuesto para la ejecución de nuevas conquistas de territorio, bajo el eufemismo patriotero de: “Defensor de la Patria”. El otro daño colateral que causan estos renegados del “altruismo recíproco”, es que, al contrario de lo que ocurría en la Grecia clásica, con los que no colaboraban en la noble tarea de lo público y la co- gobernanza de la ciudad, a los que llamaban “los idiotas” siendo estigmatizados por sus contemporáneos y hasta exiliados de la ciudad, ahora arrastran e inducen a la deserción de coparticipar del “altruismo recíproco” a amplias masas de gente normal, a los que seducen y obnubilan, con las supuestas ventajas de orden económico y de poder, de los egoístas desertores de la colaboración recíproca.
Toda esta situación de frustración y engaño, ha llevado tradicionalmente a las masas, guiadas a veces también por falsos líderes ávidos de poder y gloria, a revoluciones suicidas que, siempre perdieron las masas populares y trabajadoras, incluso las que creyeron haber ganado, como la del 25 de octubre de 1917, porque lo único que han conseguido históricamente, es ofrecer una justificación suficiente a las fuerzas dominantes y represoras, para realizar feroces y sangrientos escarmientos y represalias, que debilitaban durante largo tiempo las justas y moderadas demandas de las masas.
Esos fracasos y escarmientos en cabeza propia, tienen que llevarnos a todos a repensar nuevas estrategias y como dice el principio que hoy nos trae a cuento, “desaprender” las viejas fórmulas y repensarnos las nuevas propuestas, pacíficas, eficaces e irrevocables en el tiempo, desde la estrategia de la “resistencia pacífica”, la consolidación de las libertades, la defensa a ultranza de los derechos consolidados y jugar con las reglas de la democracia formal, aún de las menos perfectas y utilizando como su fuerza de acción, ése deliberado “altruismo recíproco” de la inmensa mayoría. Posiblemente debamos armarnos de paciencia histórica, porque las conquistas vendrán lentas, pero serán seguras, irreversibles e inexorables.
Y termino este breve ensayo como lo empecé: porque como decía la escritora y feminista luchadora por los derechos de la mujer: “a veces es más necesario o urgente desprender que aprender”. Lo cual, no significa “olvidar”, pero eso es otra historia.
Juanmiguel. Zafarraya.