Estamos ante otra minúscula isla que entró en la historia en 1493, con la llegada de Cristóbal Colón. El Almirante la bautizó con este peculiar nombre por su forma rectilínea que le recordaba a la anguila; calcárea, presenta una superficie relativamente plana con la excepción de su máxima altura Crocus Hill que alcanza los 710 metros.
Basta atravesar el Atlántico unas cuantas veces para tener que colegir que aquellas gestas, teniendo en cuenta los instrumentos de su tiempo, aún están por valorar, no desde nuestra óptica, autocomplaciente y despiadadamente hostil hacia nuestro pasado, sino desde el contexto histórico de su tiempo. O como diría el célebre torero, algo IMPRESIONANTE.
La islita hacía más de dos milenios que estaba habitada por otros humanos y, los españoles de aquel momento, ante su pequeñez y el poco futuro que veían en ella, acabaron dejándola atrás; serían los ingleses los que la colonizarían hace más de cuatro siglos [también aquí hubo enfrentamientos entre franceses y británicos durante una larga temporada, tras las guerras napoleónicas la paz sería la tónica imperante].
Londres llegó a la isla en 1650, para esa fecha ya controlaba la de Saint Kitts [San Cristóbal, El Gibraltar de las Antillas como allí, nada más bajar del barco, te lo encuentras recogido en un monumento que da la bienvenida al recién llegado] y hasta la independencia declarada en 1967, aquel mes de junio ponía fin a la Federación formada por la triada St. Kitts, Nevis y Anguilla, en esa etapa donde se saltaron los límites de la convivencia, tuvieron que hacer acto de presencia casi un millar de paracaidistas de su Graciosa Majestad para restablecer la normalidad. La independencia sería real en 1971 aunque dentro de la Commonwealth. Como otras de la región, fue el refugio de piratas y filibusteros que tanto dolor y quebranto económico provocaron a las flotas españolas de la época.
En la práctica esa independencia era sobre el papel, la realidad es que la isla sigue estando sujeta al Reino Unido aunque sus asuntos internos son como aquel dicho que me enseñaron de crío: yo me lo guiso, yo me lo como. Sí, los casi 10.000 habitantes, gestionan sus asuntos internos y sus escasos 90 kilómetros cuadrados [aproximadamente 30 de largo por 3 de ancho]. Funge como capital The Valley, donde nos podemos detener para tratar de vislumbrar un poco de su pasado, para ello nada mejor que visitar Wall Blake House que se construyó en 1767, requiere concertar la visita, puede hacerse desde la oficina de turismo, en caso de encontrarla cerrada, una paseo hasta Cross Roads puede que nos permita acceder a ella si es que hay alguien en el histórico edificio, es la antigua residencia de un plantador de la época colonial y es también el nombre del modesto aeródromo que la unen con el resto del mundo.
Anguilla, debido a su tamaño y ubicación, es la más norteña del grupo de las Sotavento, no ofrece muchos alicientes, pero si uno es andador la región tampoco es motivo para no darse una vuelta por ella, aunque sea una visita fugaz que permiten las numerosas empresas que continuamente la unen con San Martín [la ruta más corta parte de la zona francesa, concretamente desde Marigot, se tarda más en localizar el embarcadero que en la duración del viaje] hoy se puede localizar fácilmente en cualquier buscador y la competencia existe en toda la zona, aunque los precios no son económicos y supongo es una forma de evitar la llegada de determinado turismo que, evidentemente, tiene que presentar documentación en regla, billete de salida y establecimiento hotelero si se supera la jornada.
Podemos recorrerla tranquilamente en un día, una buena forma de hacerlo sería con algún taxi, tendremos que negociar los precios y el tiempo, no debemos de perder nunca de vista el horario de regreso a Marigot si queremos evitarnos problemas. Si queremos prescindir del taxi, uno puede alquilar el vehículo [conviene recordar que se conduce por la izquierda] con nuestro carnet de conducir nos darán una licencia provisional por una decena de dólares.
Iniciada la visita, apenas 28 kilómetros separan los dos puntos más lejanos –de ancho la cifra es realmente corta, apenas tres kilómetros, o lo que es igual, la distancia de nuestra jameña Placeta al Cortijo Portón, poco más allá del Ventorro y camino de Játar- lo lógico es dejar Little Harbour en el este, poco más que playas, aguas cristalinas, cocoteros y arena blanca, en algunas zonas ni para tomarnos una cerveza. Ya se sabe, si uno quiere tranquilidad, a veces debe olvidarse de la calidad.
Por supuesto, uno puede llegar directamente en avión, para ello nada mejor que buscar los vuelos que realiza su liliputiense Air Anguilla. Si viajamos desde Europa, lo más usual es hacerlo vía San Juan de Puerto Rico, a veces son los mismos buscadores de vuelos te ofrecen las diferentes alternativas para llegar a ella, menos escalas, billetes más caros, generalmente.
Las visitas a The Valley, Road Bay y Cove Bay son imperativamente necesarias. Todo lo demás, diríamos, es más de lo mismo; por cierto la langosta y otras delicatessen son mucho más caras que en Saint Kitts. Eso sí, hay que colegir que el pescado es realmente fresco, vaya que casi te lo pescan para ti; ya se sabe, menos competencia y menos demanda hacen que ese rubro sea más caro, aunque quizá, ello se deba a los muchos famosos que la han hecho su particular refugio, sobre todo por la belleza de sus transparentes y cristalinas aguas junto a playas de ensueño.
Su conventual tranquilidad la hacen ideal para perderse un tiempo por la zona, si de lo que se trata es de tomar un bocado, lo mejor es darse con algún “rotis”, se parece a los crepés u tortitas, rellenos de carne y verdura, algo usual en todo el Caribe, sobre todo en puestos de comida popular o restaurantes de bajo presupuesto, con ello podemos saciar el apetito de cualquiera en un momento dado y refrescarnos el gaznate.
Si uno pretende andar por la región, lo mejor es planificar el viaje y tratar de “atar” los enlaces para las pequeñas islas que bien merecen conocerse. Muchas de ellas son micro naciones que no siempre tendremos ocasión de visitar. Recordemos que desde Marigot hay una “Navette” que zarpa de su embarcadero hacia varias de ellas, concretamente para Anguilla, San Bartolomé y Saba. Hay otros puntos de salida y los horarios en constante cambio, todo en consonancia con la temporada o la llegada de los grandes cruceros. Hay que intentar encontrar aquello que mejor se adapta a nuestros deseos y las lanchas rápidas que salen de Marigot nos dejarán en Sandy Point.
Los que sueñan en ser robinsones, aquí hay una oportunidad de oro ya que la mayoría de los establecimientos hoteleros tienen coquetas cabañas en las que no escatiman detalles para hacer creer al visitante que está en el paraíso. La mayoría de sus habitantes son descendientes de esclavos, restos de aquel sistema del XVIII-XIX, aunque el término esté periclitado uno llega a preguntarse si el bípedo es realmente libre ante las jornadas laborales maratonianas y los salarios que apenas dan para sobrevivir en una sociedad alienada y engreída donde el populismo no deja de arrasar, aprovechando el tirón, con todo lo que encuentra a su paso. En fin, una reflexión que viene a cuento viendo lo poco que algunos tienen y lo mucho que otros derrochan, en el Caribe esa realidad es cada vez más impactante.
Los amantes de la ornitología tienen también varias zonas especialmente atractivas para esta actividad, entre ellas destaca Sandy Ground y si se puede escapar a la minúscula y deshabitada Scrub: un paraíso para las aves.