Es la segunda vez que nuestro grupo sube al Pico de Lopera. En esta ocasión, lo hemos tomado como si de un juego se tratara, accediendo a sus 1.485 metros de altitud por un laberíntico recorrido, plagado de colores, olores y visiones de paisajes que en estos últimos días, han explotado en todo su primer esplendor primaveral, que nos regaló una mañana de senderismo placentera y tranquila.
A las ocho de la mañana del domingo 10 de este mes de abril, se dieron cita en el lugar de costumbre 31 senderistas dispuestos a viajar, primero en nuestros vehículos particulares y luego con nuestras botas hasta la cima del balcón natural que es el Lopera.
Accedimos hasta la llamada carretera de “la Cabra”, por la localidad de Jayena, donde los pinares de los Llanos de Lopera se van mezclando con las tierras de labor, donde los almendros, los olivos y algo de secanal, se dejan atrapar por la verde arboleda de estos pinares, que son la antesala del macizo de montañas que componen el conjunto de la Sierra de la Almijara.
La caravana de vehículos llegó hasta el punto de salida, cuarenta y cinco minutos después de su salida.
Accedimos al principio de la ruta, esto es el kilómetro 25, por un carril que sale a esta carretera a nuestra derecha, un pequeño rellano entre unos enormes pinos nos sirvió de aparcamiento improvisado.
La mañana nos regaló en este principio de ruta, algo inesperado una masa de niebla repentinamente lo invadía todo, por lo que tuvimos que abrigarnos, pero a sabiendas que poco tiempo nos durarían los cortavientos y los forros que nos calamos nada más llegar.
El camino comenzó en este punto, un camino entre la niebla que envolvía de una forma fantasmagórica estos primeros metros entre pinares y con las primeras vistas hacia nuestro objetivo en el trayecto de descenso a pocos minutos de comenzar. Este descenso tenia la dirección hacia el Barranco de la Chupa, uno de los numerosos barrancos que van rompiendo esta accidentada geografía y que es un acceso a un punto de agua utilizado por los servicios contra incendios.
Justo en el arroyo que lo cruza hay un aljibe circular lleno de agua para esto menesteres, los pinares de alrededor de este camino y la multitud de aulagas y romeros nos daban las primeras visiones de esta Primavera incipiente, todas , absolutamente todas las plantas a las que llegaba nuestra vista estaban coloreadas intensamente por sus respectivas floraciones, aquí comenzó el espectáculo y nuestro particular laberinto de veredas , y caminos.
Cruzamos el arroyo del barranco de la Chupa, junto a un inmenso y viejo árbol de mimbre, testigo solitario de la vida de estos parajes, junto al aljibe antes citado y las ruinas del viejo cortijo de la Chupa.
En la bajada hacia este solitario paraje, una “familia” de jabalíes llamó la atención del grupo, que apostados en la angostura del barranco salieron huyendo cuesta arriba alejándose de nuestras miradas y del bullicio que organizamos al verlos.
Una empinada cuesta por este carril era tras cruzar este barranco, nuestra senda a seguir. A partir de más o menos la mitad de la misma, con la niebla disipada y el sol ofreciéndonos sus primeros rayos, comenzaron a estorbar los cortavientos y forros que veinte minutos antes nos habíamos calado.
Entre pinos y con preciosas vistas en todas direcciones se iba abriendo el sendero hasta desembocar en su parte más alta en un cortafuego. Estábamos en los llamados Morros de Pineda, una zona poco escarpada a unos 1.300 metros de altura, que nos daba la vista hacia la sierra de Tejeda y los cerros de la sierra de la Almijara.
Nuestro sendero giro hacia la izquierda tomando dirección Sur, andamos algunos metros para conectar con el camino del cortijo del Doro, este espacio es como una isla de tierras de secano en medio de un mar de pinos, algún que otro ejemplar solitario aun se resiste a dejar su espacio natural, quedando en mitad de estas tierras como testigo del pinar original que hubo en otras épocas.
El camino iba circundando estas tierras de secano hasta el barranco de Pinedo y aprovechando en muchos tramos la vía pecuaria o cordel de la Venta de las Latas uniéndose esta mas adelante con el camino real de Jayena a los Prados de Lopera.
Siempre entre pinos, la vereda iba llevándonos hacia este último camino citado, desembocando desde el bosque, justo delante del famoso “pino de las cinco ramas “situado a 1.299 metros de altitud, siendo un precioso mirador hacia las Sierras cercanas y punto de encuentro bajo sus enormes y centenarias ramas de caminantes y arrieros en la antigüedad, y de senderistas, excursionistas, ciclistas de montaña y moteros en la actualidad. Aquí hicimos un pequeño reagrupamiento, tras este descanso comenzamos el ascenso al Lopera desde este punto.
La senda que seguimos comenzó en bajada, por la llamada Cuesta de la Pulga, pero que a escasos ciento cincuenta metros de recorrido, derivó a izquierdas en una vereda que aprovechando un viejo camino forestal en desuso, va subiendo y avanzando entre el frondoso pinar y la multitud de flores y plantas aromáticas que hay en esta zona, hasta llegar al cortafuegos por donde discurre la vereda original de subida al pico.
Solo era cuestión, desde el cortafuegos, desde donde ya se podía ver perfectamente la caseta de vigía que hay en este cerro, de ascender por la misma hasta su cima, la anécdota de la jornada nos ocurrió justamente cuando conectamos con esta vereda. Una cabrita negra, según los entendidos de raza “granaina”, que andaba “algo perdida”, se incorporó al grupo, estaba bastante desorientada y al ver una “manada”, pasar junto a ella, simplemente se unió a la misma, siguiéndonos ya hasta el final de esta ruta, donde nos despedimos de ella como si de una compañera mas de camino se tratara.
Anécdotas aparte, llegamos a la cima del cerro de Lopera tras dos horas y escasos minutos de camino, allí mientras hacíamos nuestro almuerzo, podíamos contemplar las excelentes vistas que ofrecía este punto estratégico, para la vigilancia forestal, un panel informativo con las direcciones y los nombres de los accidentes geográficos más cercanos era nuestro libro abierto hacia la naturaleza más cercana a nuestro improvisado “restaurante”.
Entre todo lo abarcable para la vista, Sierra Nevada era lo más solicitado por que está realmente espectacular rebosante de nieve. El grupo inicio la vuelta a los coches tras el descanso, pero para llegar a ellos seguíamos por el recorrido de nuestro particular
laberinto.
Bajamos del Lopera por el camino forestal de ascenso a la caseta, a un kilómetro escaso del término de esta cuesta con vistas a los pinares del cortijo de Corzola, el sendero de nuevo gira hacia el bosque, tomando dirección Este, hasta desembocar en un barranquillo que se convierte en improvisada vereda, gracias a los senderitos dejados por el ganado. Una “barranquerilla”, que fue depositando arrastres de tierra de las últimas lluvias por esta zona, fue el sendero de contacto con el camino Real de Jayena.
Este nuevo camino es el que atraviesa parte de estos llanos, pasando delante del señorial cortijo de Lopera y de la Granja Escuela “Huerto Alegre”, que casi al final del mismo se presentó con sus preciosas instalaciones a la izquierda, en el sentido de nuestra marcha.
Un breve descanso junto a la verja de hierro que da acceso a este camino real, con cabra acompañante incluida, dio lugar a de nuevo cambiar de dirección a nuestra izquierda, para descender de nuevo al Barranco de la Chupa, pero esta vez casi al nacimiento del mismo, para tras cruzarlo, comenzar el ascenso hacia el pinar donde se encontraba el final de esta ruta.
Todas las veredas por las que continuamos son caminos del ganado, nadie las recorre por lo que el estado de las mismas es encantador, flores, flores y más flores van decorando metro a metro esta subida por una zona llamada el cerrillo de Las Cabañuelas.
Al terminar la subida por este cerrillo, la vereda se cortó y cruzamos campo a través unos almendros, hasta conectar con un carril que nos adentró de nuevo en el pinar.
Un corto trayecto por el mismo , nos llevo a un enorme prado de verde hierba, ya junto a la carretera, que podíamos ver a escasos cien metros y de nuevo nuestro laberinto giró a la izquierda frente a un viejo hito de piedra, el camino nos introduzco entre el pinar y el asfalto , para llegar a los coches.
Cinco horas justas de camino, en una esplendida mañana primaveral, nos regaló esta segunda subida de nuestro grupo al cerro de Lopera, con este, allá a lo lejos nos hicimos nuestra foto de grupo, donde era imposible añadir a nuestra acompañante, la cabrita, que seguramente tras nuestra “huida a la civilización”, volvería a buscar a sus semejantes que seguro la echarían de menos.
En la ruta 13 | 31 senderistas
Accedimos hasta la llamada carretera de “la Cabra”, por la localidad de Jayena, donde los pinares de los Llanos de Lopera se van mezclando con las tierras de labor, donde los almendros, los olivos y algo de secanal, se dejan atrapar por la verde arboleda de estos pinares, que son la antesala del macizo de montañas que componen el conjunto de la Sierra de la Almijara.
La caravana de vehículos llegó hasta el punto de salida, cuarenta y cinco minutos después de su salida.
Accedimos al principio de la ruta, esto es el kilómetro 25, por un carril que sale a esta carretera a nuestra derecha, un pequeño rellano entre unos enormes pinos nos sirvió de aparcamiento improvisado.
La mañana nos regaló en este principio de ruta, algo inesperado una masa de niebla repentinamente lo invadía todo, por lo que tuvimos que abrigarnos, pero a sabiendas que poco tiempo nos durarían los cortavientos y los forros que nos calamos nada más llegar.
El camino comenzó en este punto, un camino entre la niebla que envolvía de una forma fantasmagórica estos primeros metros entre pinares y con las primeras vistas hacia nuestro objetivo en el trayecto de descenso a pocos minutos de comenzar. Este descenso tenia la dirección hacia el Barranco de la Chupa, uno de los numerosos barrancos que van rompiendo esta accidentada geografía y que es un acceso a un punto de agua utilizado por los servicios contra incendios.
Justo en el arroyo que lo cruza hay un aljibe circular lleno de agua para esto menesteres, los pinares de alrededor de este camino y la multitud de aulagas y romeros nos daban las primeras visiones de esta Primavera incipiente, todas , absolutamente todas las plantas a las que llegaba nuestra vista estaban coloreadas intensamente por sus respectivas floraciones, aquí comenzó el espectáculo y nuestro particular laberinto de veredas , y caminos.
Cruzamos el arroyo del barranco de la Chupa, junto a un inmenso y viejo árbol de mimbre, testigo solitario de la vida de estos parajes, junto al aljibe antes citado y las ruinas del viejo cortijo de la Chupa.
En la bajada hacia este solitario paraje, una “familia” de jabalíes llamó la atención del grupo, que apostados en la angostura del barranco salieron huyendo cuesta arriba alejándose de nuestras miradas y del bullicio que organizamos al verlos.
Una empinada cuesta por este carril era tras cruzar este barranco, nuestra senda a seguir. A partir de más o menos la mitad de la misma, con la niebla disipada y el sol ofreciéndonos sus primeros rayos, comenzaron a estorbar los cortavientos y forros que veinte minutos antes nos habíamos calado.
Entre pinos y con preciosas vistas en todas direcciones se iba abriendo el sendero hasta desembocar en su parte más alta en un cortafuego. Estábamos en los llamados Morros de Pineda, una zona poco escarpada a unos 1.300 metros de altura, que nos daba la vista hacia la sierra de Tejeda y los cerros de la sierra de la Almijara.
Nuestro sendero giro hacia la izquierda tomando dirección Sur, andamos algunos metros para conectar con el camino del cortijo del Doro, este espacio es como una isla de tierras de secano en medio de un mar de pinos, algún que otro ejemplar solitario aun se resiste a dejar su espacio natural, quedando en mitad de estas tierras como testigo del pinar original que hubo en otras épocas.
El camino iba circundando estas tierras de secano hasta el barranco de Pinedo y aprovechando en muchos tramos la vía pecuaria o cordel de la Venta de las Latas uniéndose esta mas adelante con el camino real de Jayena a los Prados de Lopera.
Siempre entre pinos, la vereda iba llevándonos hacia este último camino citado, desembocando desde el bosque, justo delante del famoso “pino de las cinco ramas “situado a 1.299 metros de altitud, siendo un precioso mirador hacia las Sierras cercanas y punto de encuentro bajo sus enormes y centenarias ramas de caminantes y arrieros en la antigüedad, y de senderistas, excursionistas, ciclistas de montaña y moteros en la actualidad. Aquí hicimos un pequeño reagrupamiento, tras este descanso comenzamos el ascenso al Lopera desde este punto.
La senda que seguimos comenzó en bajada, por la llamada Cuesta de la Pulga, pero que a escasos ciento cincuenta metros de recorrido, derivó a izquierdas en una vereda que aprovechando un viejo camino forestal en desuso, va subiendo y avanzando entre el frondoso pinar y la multitud de flores y plantas aromáticas que hay en esta zona, hasta llegar al cortafuegos por donde discurre la vereda original de subida al pico.
Solo era cuestión, desde el cortafuegos, desde donde ya se podía ver perfectamente la caseta de vigía que hay en este cerro, de ascender por la misma hasta su cima, la anécdota de la jornada nos ocurrió justamente cuando conectamos con esta vereda. Una cabrita negra, según los entendidos de raza “granaina”, que andaba “algo perdida”, se incorporó al grupo, estaba bastante desorientada y al ver una “manada”, pasar junto a ella, simplemente se unió a la misma, siguiéndonos ya hasta el final de esta ruta, donde nos despedimos de ella como si de una compañera mas de camino se tratara.
Anécdotas aparte, llegamos a la cima del cerro de Lopera tras dos horas y escasos minutos de camino, allí mientras hacíamos nuestro almuerzo, podíamos contemplar las excelentes vistas que ofrecía este punto estratégico, para la vigilancia forestal, un panel informativo con las direcciones y los nombres de los accidentes geográficos más cercanos era nuestro libro abierto hacia la naturaleza más cercana a nuestro improvisado “restaurante”.
Entre todo lo abarcable para la vista, Sierra Nevada era lo más solicitado por que está realmente espectacular rebosante de nieve. El grupo inicio la vuelta a los coches tras el descanso, pero para llegar a ellos seguíamos por el recorrido de nuestro particular
laberinto.
Bajamos del Lopera por el camino forestal de ascenso a la caseta, a un kilómetro escaso del término de esta cuesta con vistas a los pinares del cortijo de Corzola, el sendero de nuevo gira hacia el bosque, tomando dirección Este, hasta desembocar en un barranquillo que se convierte en improvisada vereda, gracias a los senderitos dejados por el ganado. Una “barranquerilla”, que fue depositando arrastres de tierra de las últimas lluvias por esta zona, fue el sendero de contacto con el camino Real de Jayena.
Este nuevo camino es el que atraviesa parte de estos llanos, pasando delante del señorial cortijo de Lopera y de la Granja Escuela “Huerto Alegre”, que casi al final del mismo se presentó con sus preciosas instalaciones a la izquierda, en el sentido de nuestra marcha.
Un breve descanso junto a la verja de hierro que da acceso a este camino real, con cabra acompañante incluida, dio lugar a de nuevo cambiar de dirección a nuestra izquierda, para descender de nuevo al Barranco de la Chupa, pero esta vez casi al nacimiento del mismo, para tras cruzarlo, comenzar el ascenso hacia el pinar donde se encontraba el final de esta ruta.
Todas las veredas por las que continuamos son caminos del ganado, nadie las recorre por lo que el estado de las mismas es encantador, flores, flores y más flores van decorando metro a metro esta subida por una zona llamada el cerrillo de Las Cabañuelas.
Al terminar la subida por este cerrillo, la vereda se cortó y cruzamos campo a través unos almendros, hasta conectar con un carril que nos adentró de nuevo en el pinar.
Un corto trayecto por el mismo , nos llevo a un enorme prado de verde hierba, ya junto a la carretera, que podíamos ver a escasos cien metros y de nuevo nuestro laberinto giró a la izquierda frente a un viejo hito de piedra, el camino nos introduzco entre el pinar y el asfalto , para llegar a los coches.
Cinco horas justas de camino, en una esplendida mañana primaveral, nos regaló esta segunda subida de nuestro grupo al cerro de Lopera, con este, allá a lo lejos nos hicimos nuestra foto de grupo, donde era imposible añadir a nuestra acompañante, la cabrita, que seguramente tras nuestra “huida a la civilización”, volvería a buscar a sus semejantes que seguro la echarían de menos.
En la ruta 13 | 31 senderistas
La ruta 14 se internacionaliza La próxima ruta de nuestro club la número 14, será algo muy especial nos vamos a caminar a la región Pirenaica de los alrededores de nuestro pueblo hermano, Bagnères de Bigorre durante esta Semana Santa.
Un sueño hecho realidad a la que asistirán 35 personas entre socios de nuestro club y no socios del mismo. Agradecemos a la Asociación Alherba y muy especialmente a su presidenta y coordinadora, Marisa Solana el habernos dado esta oportunidad única de poder viajar hasta tierras francesas y caminar por las preciosas montañas que rodean a Bagnères. De la misma manera, la junta directiva de nuestro club da las gracias a los responsables de la asociación en Bagnères, Sylvia y Freddo por la acogida que van a ofrecer a las personas que nos desplazaremos hasta su ciudad, durante los dos días que conviviremos con ellos. Nuestro club, en nombre de la ciudad de Alhama, ofrecerá a los senderistas franceses la misma hospitalidad y la oportunidad de caminar por nuestro Parque Natural cuando ellos lo deseen. |
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Nota del club senderista: La salida hacia Bagnères de Bigorre tendrá lugar el miércoles 21 a las diez de la noche (se ruega estricta puntualidad), teniendo previsto llegar a Bagnères sobre la 11 de la mañana del día siguiente.
Para cualquier tipo de consulta antes de la salida llamar al 619 138 561. ...Y a disfrutar caminando por los Pirineos. |
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