A la vida y a cuánto la llena: poesía, música, amor, tristeza a veces, pero también belleza y alegría.
Todo eso compartieron Antonio y la coral, la noche del viernes 16 de junio, con el público que llenó el pequeño, pero singular y mágico recinto de las mazmorras con el que tenemos la suerte de disfrutar los alhameños.
Comenzó el recital poético-musical con una presentación y semblanza de Antonio por parte de Alejandro Bullejos, trabajador de la Oficina de Turismo e incansable colaborador de cuánta iniciativa cultural se lleva a cabo en Alhama. Quiso destacar Alejandro que era la primera vez que un sólo poeta se ponía frente al público en las mazmorras, en las cuales ha habido ya varios recitales, pero todos a cargo de varios poetas.
Agradeció su presencia a la coral, que con su participación engrandecía y magnificaba el acto. A continuación, hizo una pequeña introducción histórica recordando que han sido muchos los poetas y escritores consagrados que han escrito parte de su obra en cárceles y mazmorras. Continuó diciendo que “esperemos que Antonio nos haga sentirnos cómodos, acogidos y unidos” y reflexionando que “qué mejor que convertir una mazmorra en un lugar de celebración de la vida y la libertad”. Resaltó que “Antonio nos va a mostrar su vida sin escudo ni coraza” y que “hace que la palabra se torne emoción en cada verso libre de imposturas”. Terminó Alejandro recordando algunas de las colaboraciones de Antonio en la vida cultural e informativa de Alhama en los últimos 35 años.
Comenzó la parte propiamente artística con la interpretación por parte de la Coral Ciudad de Alhama de “Plenitud dorada”, poema de Elena Martín Vivaldi con música y armonización de Juan Alfonso García. Maribel Hinojosa, directora de la coral, comentó que la autora se inspiró en la belleza de un ginkgo biloba en otoño, época en la que este árbol adquiere unos bellísimos tonos dorados.
Bellísima también la interpretación que hizo la coral de esta pieza y del resto del repertorio con el que deleitó al público.
Tras esta hermosa introducción, Antonio comenzó “sin escudo ni coraza”, como apuntó Alejandro la primera parte del recital. Tampoco le hicieron ninguna falta porque la presencia de público y coral le proporcionaron el cariño y abrigo moral, único abrigo que necesitó en esa calurosa noche.
El primer poema que recitó, a modo de introducción, se titula “Presentación”, pequeña declaración de intenciones poéticas de la noche. Este recitado, al igual que los que siguieron a lo largo de la noche, fue realizado por parte de Antonio con un tono intimista, suave y sosegado. Así es como concibe su poesía, lejos de fuegos de artificio y palabras grandilocuentes declamadas con dramatismo. Continuó con “Que sean mis versos”, escrito en su juventud y de temática amorosa. El siguiente, “Balada para una joven puta yonqui”, también de sus poemas juveniles, lleva un título absolutamente descriptivo de su dura temática.
Le siguieron dos breves poemas, el primero de ellos “Hay muchas formas de decir te quiero”, de tan sólo cuatro versos:
Hay muchas formas de decir te quiero
pero la más clara es
mirarte a los ojos, callar
y dejar que hable el silencio.
El siguiente, “Bolero” es un poema de desamor”.
El sexto poema “Blues del emigrante” fue recitado, con sensibilidad y bella entonación, por Mati Muñoz, y está dedicado a emigrantes y exiliados de toda época y lugar.
A continuación, se procedió al recitado de “Castilla”, de Manuel Machado por parte de Antonio Gordo y la pequeña Andrea Ruiz, que puso voz y dulzura a la niña que aparece en la poesía.
Prosiguió Antonio con otro poema propio, “Miguel Hernández” glosando la figura del insigne poeta oriolano, fallecido en plena juventud como preso político en una cárcel franquista. Continuó con “Poema triste”, también propio y terminó esta primera tanda con “Nací para poeta o para muerto”, de la gran Gloria Fuertes.
Fue el turno, nuevamente de la coral, con un intermedio musical compuesto por dos canciones que estrenaban esa noche, “Aceituneros”, con letra y música de Luis Hinojosa y “Si alguna vez me pierdo” con letra del poeta granadino, de Almegijar, Manuel Escudero y música de Luis Hinojosa. Ambas piezas muestran la sensibilidad y el apego a su tierra de los dos autores.
Finalizado el intermedio musical Raúl Hinojosa leyó una poesía dedicada a Luis, su padre, escrita por Manuel Escudero.
Volvió Antonio a ponerse ante el atril con “hay gente que dice” escrito por él y “Desesperanza de un pueblo”, de Antonio Gil de Carrasco, director del Instituto Cervantes en Tokio, a quien algunos recordarán por su intervención en los jardines del castillo, acompañando al grupo musical “Suhail Ensemble” en agosto del 2014. Este poema está dedicado al pueblo palestino. Seguidamente Antonio Gordo recitó su poema “Tal vez eso sea el amor”.
Seguidamente intervino Salvador Arias, conocido por casi todos. Afirmó que un poeta necesita frecuentemente silencio y soledad callada y recitó “Dulce Soledad”. Terminó su intervención felicitando a Alhama por su buena sensibilidad poética.
Volvió Antonio al atril para recitar dos poemas de Manuel Escudero: “En otoño los surcos para el hombre yuntero” y “El cantarillo”. Aunque Manuel estaba entre el público, no quiso recitarlos por timidez y Antonio comentó que para él era un enorme placer poder recitar poemas de un autor magnífico. Siguió Antonio con dos poemas propios: “Aquí hablo del pasado” y “Me duele la vida” y un poema titulado “Esto es verídico”, de nuestro paisano Jerónimo Ramos. Jerónimo huyó de Alhama con su familia en enero de 1937, cuando tenía tan sólo cinco años y no regresó hasta hace dos con ocasión del primer encuentro de emigrantes. Jerónimo narra es ese poema los horrores que vio en esa huida de decenas de miles de familias ante el avance de las tropas franquistas.
Seguidamente Antonio leyó dos poemas de Luis Alberto de Cuenca musicados por Loquillo en su disco “Su nombre era el de todas las mujeres. Esta lectura fue sugerida por Juanjo Ruiz.
Continuó recitando su poema “Con los años me he vuelto más tonto” y terminó con el poema “El ciego de Alhama”, de Jacinto Verdaguer, escrito poco después del terremoto de 1884. Este poema tenía previsto recitarlo Ángel Muñoz, quien, al no poder finalmente asistir, pidió a Antonio que lo leyera él.
Como colofón poético, se animó, finalmente a participar Manuel Escudero, quien recitó un poema propio, dedicado a nuestra ciudad, “Ay de mi Alhama”.
Llegó nuevamente el turno de la coral, que puso el broche de oro a la velada (suena a frase manida, pero es la verdad) con la interpretación de “Canciones del Alto Duero”, poema de Antonio Machado con música y armonización de Juan Alfonso García.
La Coral Ciudad de Alhama nos mostró una vez más su gran calidad y nivel, que en esta ocasión se vieron favorecidas por la magnífica acústica que tienen las mazmorras.
Para terminar, le llegó a Antonio el turno de los agradecimientos: al Ayuntamiento y la Concejalía de cultura, de manera especial a Marisa y Alejandro. Al público por su asistencia y a la Coral Ciudad de Alhama, cuyo ofrecimiento a colaborar consideró todo un lujo y un espaldarazo definitivo para decidirse a esta iniciativa.
Las imágenes de una velada para la poesía y la música
Texto y fotos: Prudencio Gordo.