"La revolución y las colectividades en Alhama de Granada", recoge las trágicas vivencias de muchos alhameños durante los años de la guerra civil y primeras décadas del franquismo
Juan Gutiérrez, un alhameño que reside en el sur de Francia, cuenta con gran lujo de detalles los sufrimientos vividos por su familia en Alhama y Sagunto.
09/11/2007.- La casualidad ha querido que este libro largamente soñado por su autor haya visto la luz al mismo tiempo que la Ley de la Memoria Histórica. No es la primera vez que el alhameño, Juan Gutiérrez, toma la pluma para plasmar en el papel su trágica experiencia. Lo hizo en las páginas de ALHAMA COMARCAL y lo ha vuelto a hacer con la redacción y edición de su primer libro "La Revolución y las colectividades en Alhama de Granada" (2007). Los pocos privilegiados que hasta ahora han podido leer sus 200 páginas de este libro impreso en Francia, han podido conocer sus duros testimonios que pese a sus muchas faltas de ortografía -comprensibles pues Juan apenas pudo asistir a las clases nocturnas de la posguerra y sus numerosos galicismos y otros tantos alhameñismos pues reside en Francia desde hace más de medio siglo, reflejan un trágico testimonio que nunca jamás debe repetirse. Tampoco olvidarse. La publicación cuenta con una cortísima tirada de tan sólo 50 ejemplares, financiada de su propio bolsillo. Puede adquirirse en Alhama Multimedia al precio de 22 euros.
Con "Un canto de Alhama" comienza este libro-testimonio. Las páginas anteriores pertenecen al capítulo VIII de la "Historia de un crimen" de R. Mogrovejo. A ellas suceden los acontecimientos desde poco antes de los comicios electorales de 1936. En la primera parte titulada "Revolución y guerra en Alhama de Granada, 1936-1937". recoge con gran lujo de detalles el inicio de la contienda civil en nuestra población y comarca. "El año de la corría", la llegada a Baza, los protagonistas de la represión, los "años de la hambre", el estraperlo, la salida definitiva de Alhama en 1952, la llegada a Valencia, la reunión de la familia en Sagunto, son algunos de los episodios recogidos en este libro.
EL AÑO DE LA CORRIA (Fragmento)
Aquel 22 de enero de 1937 amaneció un día frío, como son en aquella zona de la comarca de Alhama en esos meses de la Pascua (Navidad), Diciembre y Enero. El tiempo estaba del color de la panza burra, como se suele decir a estos días en que la atmósfera está muy cargada, con ganas de llover.
La noticia que corrió por todo el pueblo, muy desoladora por cierto, pues las fuerzas de Queipo de Llano ya venían dispuestas a tomar Alhama por dos puntos distintos. Una columna por Escúzar, Ventas de Huelma y Cacín. La otra por la parte de Loja y el Salar. La primera mandada por el coronel Antonio Muñoz, y la segunda el teniente coronel Baturone. Esto ocasionó un pánico en la población civil espantoso: La gente sin tiempo para nada, con lo poco que tenían, la idea que a todo el mundo se le vino fue echar a correr hacia Almería. Era la única alternativa (y cuando digo todo el mundo no exagero, el pueblo de Alhama, el 80% abandonamos nuestros hogares).
Nosotros salimos desde la Peña Huertesita, distante del pueblo a menos de un kilometro. Los motivos de salir desde aquí fueron porque en dicha huerta vivían mis abuelos matemos en arriendo, y debido a los bombardeos a nosotros nos llevaron allí con mi madre por ser un sitio adecuado para protegerse de las bombas.
Nuestra salida de la Peña sería sobre las 3 o algo más de la tarde.
Nuestro grupo además de mis padres, mis tíos, mi abuela materna, primos además de mi padre, una mozuela y un mozuelo que más tarde se casarían en Baza, adonde fuimos a parar En total trece personas, ocho adultos y cinco chiquillos. El mayor era yo con siete años no cumplidos.
Para nuestros hatos (equipaje) llevábamos un mulo, una buena bestia. En este animal, además de las pocas cosas que se pudieron coger deprisa y corriendo, que las llevaba el mulo, también nos montaron a los chiquillos en los cuatro cujones de un cerón. Y ya la familia salimos de la huerta, río arriba (Huerta de la Peña), y de los Angeles, la Presa, Huerta primera, Palo de la Hoz, cortijo Bernardo, la Huerta del Angel, siempre en dirección a las viñas, arriba, Lagar del Espejo, Lagar de Pedro Jenizaro, camino del Robledal, siempre hacia la Sierra Tejeda. Este camino lo pasamos toda nuestra familia.
Y son nuestros recuerdos los que estamos aquí relatando, pero también quiero remarcar de que este mismo trance lo vivieron, al menos, el 80 % de los alhameños. Cuando salimos de la peña el tiempo estaba del color de la panza burra y a medida que íbamos caminando río arriba ya iba empezando a llover cada vez mas. El agua o la lluvia no paró de caer hasta que lleguemos a la Venta Palma, sito junto al pie de Sierra Tejeda. Nuestros padres, o mejor dicho, nuestro grupo, que como ya hemos señalado más arriba se componía de trece personas, entre chicos y grandes, decidieron, o mejor dicho, tenían el propósito de hacer noche en dicha Venta.
Teniendo en cuenta la hora del día, pues llegamos al anochecer, los malos caminos y el mal tiempo, todos estos factores y también cinco chiquillos de baja edad. Pero las cosas no se presentaron como lo habían pensado. Cuando nosotros llegamos ya habían llegado bastante gente mas, y los que seguían llegando. También nos llegaban malas noticias: que los fascistas, dicen, que si están cerca de la Torre la Gallina, otros por la mesa el Baño y cosas así. Lo cierto es que los expertos (que en estos casos también los hay) aconsejaban seguir, no fuera que si hacíamos noche allí a la mañana siguiente las fuerzas de Queipo de Llano nos podían coger a todos como conejos. Y nuestro grupo se decidió a salir por dicho barranco, conocido con el nombre de las Piletas.
El barranco de las Piletas era un camino de herradura que servia de comunicación con la costa y por el cual los arrieros transportaban las mercancías a lomo de mula o caballo, hacia la costa o viceversa. Tengo que decir de que dicho camino era muy accidentado. Estamos hablando de 1937. A medida que el terreno se va elevando ya no era agua lo que caía sino nieve. Nosotros los niños lo pasamos casi sin damos cuenta, pues íbamos metidos en el cujón del mulo, me explico, un cerón hecho de pleita de esparto se le pone a un mulo, caballo o burro sobre el lomo, después se cierra con una cincha por el lomo, bien fuerte, automáticamente quedan cuatro huecos y ahí se pueden meter hasta cuatro cántaros, que era mayormente para lo que servía para llevar a gua pero también se podían meter otras cosas. En este caso sirvió para metemos a mis primos, mi hermano y yo". (Pág 43)
Imágenes de la portada y contraportada del libro.
Aquel 22 de enero de 1937 amaneció un día frío, como son en aquella zona de la comarca de Alhama en esos meses de la Pascua (Navidad), Diciembre y Enero. El tiempo estaba del color de la panza burra, como se suele decir a estos días en que la atmósfera está muy cargada, con ganas de llover.
La noticia que corrió por todo el pueblo, muy desoladora por cierto, pues las fuerzas de Queipo de Llano ya venían dispuestas a tomar Alhama por dos puntos distintos. Una columna por Escúzar, Ventas de Huelma y Cacín. La otra por la parte de Loja y el Salar. La primera mandada por el coronel Antonio Muñoz, y la segunda el teniente coronel Baturone. Esto ocasionó un pánico en la población civil espantoso: La gente sin tiempo para nada, con lo poco que tenían, la idea que a todo el mundo se le vino fue echar a correr hacia Almería. Era la única alternativa (y cuando digo todo el mundo no exagero, el pueblo de Alhama, el 80% abandonamos nuestros hogares).
Nosotros salimos desde la Peña Huertesita, distante del pueblo a menos de un kilometro. Los motivos de salir desde aquí fueron porque en dicha huerta vivían mis abuelos matemos en arriendo, y debido a los bombardeos a nosotros nos llevaron allí con mi madre por ser un sitio adecuado para protegerse de las bombas.
Nuestra salida de la Peña sería sobre las 3 o algo más de la tarde.
Nuestro grupo además de mis padres, mis tíos, mi abuela materna, primos además de mi padre, una mozuela y un mozuelo que más tarde se casarían en Baza, adonde fuimos a parar En total trece personas, ocho adultos y cinco chiquillos. El mayor era yo con siete años no cumplidos.
Para nuestros hatos (equipaje) llevábamos un mulo, una buena bestia. En este animal, además de las pocas cosas que se pudieron coger deprisa y corriendo, que las llevaba el mulo, también nos montaron a los chiquillos en los cuatro cujones de un cerón. Y ya la familia salimos de la huerta, río arriba (Huerta de la Peña), y de los Angeles, la Presa, Huerta primera, Palo de la Hoz, cortijo Bernardo, la Huerta del Angel, siempre en dirección a las viñas, arriba, Lagar del Espejo, Lagar de Pedro Jenizaro, camino del Robledal, siempre hacia la Sierra Tejeda. Este camino lo pasamos toda nuestra familia.
Y son nuestros recuerdos los que estamos aquí relatando, pero también quiero remarcar de que este mismo trance lo vivieron, al menos, el 80 % de los alhameños. Cuando salimos de la peña el tiempo estaba del color de la panza burra y a medida que íbamos caminando río arriba ya iba empezando a llover cada vez mas. El agua o la lluvia no paró de caer hasta que lleguemos a la Venta Palma, sito junto al pie de Sierra Tejeda. Nuestros padres, o mejor dicho, nuestro grupo, que como ya hemos señalado más arriba se componía de trece personas, entre chicos y grandes, decidieron, o mejor dicho, tenían el propósito de hacer noche en dicha Venta.
Teniendo en cuenta la hora del día, pues llegamos al anochecer, los malos caminos y el mal tiempo, todos estos factores y también cinco chiquillos de baja edad. Pero las cosas no se presentaron como lo habían pensado. Cuando nosotros llegamos ya habían llegado bastante gente mas, y los que seguían llegando. También nos llegaban malas noticias: que los fascistas, dicen, que si están cerca de la Torre la Gallina, otros por la mesa el Baño y cosas así. Lo cierto es que los expertos (que en estos casos también los hay) aconsejaban seguir, no fuera que si hacíamos noche allí a la mañana siguiente las fuerzas de Queipo de Llano nos podían coger a todos como conejos. Y nuestro grupo se decidió a salir por dicho barranco, conocido con el nombre de las Piletas.
El barranco de las Piletas era un camino de herradura que servia de comunicación con la costa y por el cual los arrieros transportaban las mercancías a lomo de mula o caballo, hacia la costa o viceversa. Tengo que decir de que dicho camino era muy accidentado. Estamos hablando de 1937. A medida que el terreno se va elevando ya no era agua lo que caía sino nieve. Nosotros los niños lo pasamos casi sin damos cuenta, pues íbamos metidos en el cujón del mulo, me explico, un cerón hecho de pleita de esparto se le pone a un mulo, caballo o burro sobre el lomo, después se cierra con una cincha por el lomo, bien fuerte, automáticamente quedan cuatro huecos y ahí se pueden meter hasta cuatro cántaros, que era mayormente para lo que servía para llevar a gua pero también se podían meter otras cosas. En este caso sirvió para metemos a mis primos, mi hermano y yo". (Pág 43)
Imágenes de la portada y contraportada del libro.