La agrupación teatral Santeña representó durante los pasados días 4, 5 y 6 de agosto LA LOCOMOTORA, comedia en dos actos de André Roussin, en el patio del Ayuntamiento de Santa Cruz del Comercio.
Las tres representaciones contaron con una asitencia masiva de público, en las que se pudo comprobar la estupenda labor de esta agrupación de teatro, así como la interpretación de la obra, tanto por parte de los personajes principales como de los secundarios, lo que quedó patente en efusivos y prolongados aplausos.
Tras la representación, muchos asistentes se acercaron a felicitar a los actores y al director, Antonio Robles, ya que habían quedado entusiasamado con la obra y la puesta en escena.
Que duda cabe que la agrupación teatral Santeña es la parte imprescindible del verano cultural en Santa Cruz del Comercio, ya que con sus representaciones no solo aportan el entretenimiento para quienes residen o pasan la temporada estival/vacacional, son meses de trabajo, preparación y ensayos aprendiendo valores culturales y difundiéndolos a toda una población.
Esta obra, al igual que otras de la agrupación teatral Santeña, se ponen a disposición de los ayuntamientos o asociaciones interesadas en su representación Pueden contactar con: Luis Hinojosa, teléfono: 958 363 815 Manuel Hinojosa, teléfono: 958 363 781 |
Personajes por orden de aparición
SONIA: María Dolores Álvarez Ruiz
ERNESTO: Luis Hinojosa Delgado
CATHERINE: Lucía Arias Álvarez
ISABEL: Maribel Hinojosa Arias
ALEJANDRO: Lucas Arias López
KOSTIA: Manuel Hinojosa Delgado
Iluminación: María Asunción Hinojosa López
Sonido: Mónica Hinojosa López
Apuntadora: Ana María Fernández Vivas
Director: Antonio Robles Ordóñez
La acción de LA LOCOMOTORA se desarrolla en Paris, en época actual
Estrenada en Paris en diciembre de 1966, LA LOCOMOTORA nos presenta un fenómeno raro pero real: la capacidad humana para creerse sus propias fantasías. Tal es el caso de la protagonista, Sonia, una mujer excesivamente ‘imaginativa’ y romántica que llega a Paris, muy joven, huyendo de la revolución de 1917 en su país, Rusia. En la capital francesa conoce a un hombre, Ernesto, de profesión librero, se enamoran y se casan. Tienen una hija, Catherine/Katia, casada igualmente y con dos hijos, Isabel y Alejandro. Hasta aquí, todo normal. Pero Sonia tuvo un novio en Rusia, Kostia, con el que quiso ‘revivir’ la aventura amorosa que una pareja de enamorados de su ciudad, -Bakú-, había protagonizado, causando el escándalo y la admiración de la sociedad local. Kostia se niega a ello y aquí terminan sus relaciones. Pero ella está tan obsesionada con la idea, que, desde el primer momento, hará creer a Ernesto, su marido, y a toda su familia que fueron ella y Kostia los que realmente vivieron esa romántica aventura. Y, al cabo de cuarenta y cinco años de imaginarlo y decirlo, casi acaba creyéndoselo ella también.
Pero un día, inesperadamente, recibe una carta de su antiguo novio diciéndole que viene a Paris a verla. Sonia se pone nerviosa, casi histérica, al pensar que todo el montaje que ella ha creado puede quedar al descubierto. Su encuentro con un Kostia viejo y pobre, -que no es precisamente por amor por lo que viene en busca de ella, sino por necesidad- hará, en efecto, que el ‘cuento’ se desmorone para bien de todos.
Alrededor de la trama central surgen otros enredos relacionados con la familia y el modo liberal de entender el amor y el matrimonio las generaciones jóvenes (Catherine y sus hijos, Isabel y Alejandro). Sin embargo, después de todo lo ocurrido, más lúcida y realista, Sonia pensará de muy distinta manera: “El amor” -dice al final de la obra- “no consiste en soñar con un hombre. El amor es algo más real. Es tenerlo junto a ti, sentirlo cerca y no perdido en una nube de humo. El amor es el ruido de unos pasos en el piso, cruzarse en el pasillo con una sonrisa y sentarse los dos en el mismo sofá. Verse sin mirarse, oírse sin hablar. Eso es el amor. Yo he soñado con Kostia durante cuarenta años y hoy he comprendido que todo ese tiempo, por culpa suya y de la maldita locomotora, mi amor no ha servido para nada. Pero ¡aún estoy a tiempo de rectificar!”
En LA LOCOMOTORA, los lances cómicos y los momentos de ternura se combinan de modo magistral para mostrarnos las miserias y las grandezas de la condición humana, haciéndonos pasar una agradable velada al tiempo que aprendemos que el verdadero amor es algo más que un rendirse al primer “cómo te llamas”.