Jayena, ecos del corazón

 Siempre la recordaré rodeada de niños junto a su fiel perra de raza pastor belga “Amiga”. La señorita “Merche”, la maestra de inglés, muchos de sus alumnos, la recordarán por sus “regañinas”, que con tanto cariño les surtía. Muchos de ellos sin duda que hoy saben más ingles gracias a ella. Allí donde se encuentre posiblemente seguirá con sus regañinas, impartiendo inglés, guitarra, y teatro, junto al inolvidable José Luis Godoy, ese hombre bueno en el buen sentido de la palabra. Por cierto, señalar a quien no lo recuerde o lo sepa, que gran parte de culpa de que Jayena recuperara su escudo es suya. Fue el quien, en una acertada y ardua labor, rescató del olvido el escudo que hoy luce la Villa de Jayena. Escudo que, junto a la bandera a propuesta de Andrés García Maldonado fue aprobado por la resolución de 27 de abril de 2005, en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, número 91, de 12 de mayo.

 Veinticinco mil pesetas fue el costo, a cada uno de los quintos del 96 que aquel año festejaron su simbólica llamada a filas. Durante tres días con sus noches la fiesta y tamborrada perduró. Ya se sabe una fiesta de “quintos”. En La escuela los alumnos de preescolar del Colegio Público virgen del Rosario viajaban en diciembre del 94 a Juveandalus. En cuanto a deporte el futbol siempre presente en la villa jayenera. En otras disciplinas deportivas como el atletismo, Jayena se consolidaba alzándose como líder indiscutible de la comarca alhameña (año 1995), cosechando valiosos éxitos a nivel provincial y regional. Varios oros en los juegos provinciales y un cuarto puesto en clasificación general en el XIII Cross internacional de Itálica lo certificaban.

 Pero si distantes quedan aquellos años 90 del pasado siglo, más lejanos permanecen aquellos tiempos de mitad del siglo XX, años 50,60 y 70, tiempos de después de la posguerra. Muchas mujeres aún adolescentes y mozas se “buscaban la vida “en la capital, como chachas, limpiadoras o cocineras. Bien lo sabe Francisca Recio Ruiz que aquel año de 1958 a sus quince años, trabajaba en una casa de Granda cuidando niños, lavando ropa, y realizando todas las tareas que en casa de los “amos”, se necesitaban, y como ella otras muchas. Eran los años 70 la mayoría de las calles de Jayena no conocían aun el asfalto, ni por asomo, todo lo más el empedrado. Algunas casas comenzaban a tener duchas y cuartos de baño, y el barrio de la Ermita suponía la gran expansión urbanística de la villa, más allá de la calle Estación y el barranco del “Roaero”.

 El traje de los domingos era también el traje para las bodas, y cualquier otro acontecimiento festivo. El patio del colegio estaba divido en dos, uno para cada sexo. La feria era un tiempo muy esperado, y con ella el circo de Bernabé.