El día de honrar a los difuntos



Con menos afluencia de gente, pero con flores por doquier, se sigue honrando a los difuntos,  en una de las costumbres de nuestra cultura que es menos seguida por las nuevas generaciones.



 Un día espléndido el uno de noviembre, festivo para los españoles, porque la tradición cultural así lo impuso. Día de visitar a los difuntos, de recuerdos y de sentimientos de añoranza. Visita al cementerio por parte de los familiares, aunque menos que años anteriores, pero eso sí, en alguno de los días previos a este, limpieza de tumbas y nichos con la ofrenda y adorno florar correspondiente.

 Las imágenes de este año las tomamos sobre la una del mediodía en este uno festivo, con un cementerio ya sin apenas gente, y la poca, de mediana edad. Las costumbres cambian, ya no es día de estancia completa si no de visita, y no muy larga. Tampoco descansan ya todos los que partieron, muchos fueron incinerados, costumbre que va en auge, por lo que estos grupos familiares o de amigos tampoco tienen cita en un lugar determinado.

 De todas formas, el cementerio sigue siendo lugar de reflexión, y de evocación de recuerdos, porque muchas veces nos sorprende el tiempo transcurrido desde que no veíamos a la persona cuyo nombre o foto vislumbramos en algunas de las sepulturas.

 También día de recorrido por la página de AUSENCIAS, donde igualmente nos invade esa sensación de evocación y recuerdo.

Curiosidades

 La tumbas más antiguas que encontramos en el cementerio alhameños están datadas en la segunda mitas del siglo XIX, ya que a final del mismo se cambio a la ubicación actual, anteriormente el cementerio se encontraba en el lugar que ahora ocupan la escuelas y vivienda del colegio público Cervantes, en la Joya. Los panteones pétreo-escultóricos más relevantes se encuentran justo a la entrada. Junto a ellos nos llamó especialmente la atención el contenido del texto (sin darle relevancia a la falta ortográfica) de la lápida en piedra que reproducimos a continuación, y que está al ras del suelo ya casi perdida tras los 106 años transcurridos:

     
 

D. CARLOS ESPEJO RETAMERO
FUE ASESINADO EL 20 DE JUNIO DE 1905
A LOS 33 AÑOS DE EDAD
R. I. P.
MISERICORDIOSO JESÚS
DADLE EL DESCANSO ETERNO.
RECUERDO DE SU AFLIJIDA ESPOSA
PADRES E HIJOS Y HERMANOS

 
     

 Este día Alhama la contemplamos desde el cementerio

¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

Cerraron sus ojos,
que aún tenía abiertos;
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intervalos,
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día,
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
medité un momento:
“¡Dios mío, qué sólos
se quedan los muertos!”

De la casa en hombros
llevárosla al templo,
y en la capilla
dejaron al féretro.
allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó un vieja
sus últimos rezos;
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo reciento
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporreteo.
Tan medroso y triste.
Tan oscuro y yerto
Todo se encontraba…
que pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”

De la lenta campana
la lengua de hierro,
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y dedudos
cruzaron en fila,
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidiese el duelo.

La piqueta al hombro,
el sepulturero
cantando entre dientes
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
reinaba el silencio;
perdido en la sombra,
medite un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son enterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡Acaso de frío
se hielan sus huesos!

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
Podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

(Gustavo Adolfo Becquer)