Atentado contra el patrimonio alhameño, el cisne del paseo decapitado



En la madrugada de este pasado lunes 5 de septiembre, el cisne de la fuente del paseo central amanecía decapitado.

 



 A veces no hay palabras para definir las acciones que gamberros y delincuentes  cometen contra el patrimonio local. Llamarlos cabrones puede incluso resultar suave. No se trata de romper un trozo de piedra, no se trata de desfigurar algo, ni tan siquiera de cometer una acción delictiva y lamentable, no, es eso y algo más. Es el arrancar un trozo de la historia de cada uno de los alhameños, de los ciudadanos, para los que su pueblo significa algo, de las postales que nos han representado, de la vida que hemos recorrido, de los recuerdos más recónditos de muchas infancias y adolescencias.

 Junto al cisne, que incluso da nombre a la plaza, ha habido muchas historias de amor (y desamor) , de encuentros, de amistad, de identidad de muchas generaciones que han crecido, amado y llorado junto a los símbolos que representan algo en nuestras vidas, incluso ha sido el fondo de la despedida de muchos seres queridos. Recuerdos de emigrantes que añoran su tierra, a los suyos y a lo suyo. En definitiva las estampas de nuestra vida, como muchas otras.

 Y todo eso acaba cuando el delincuente, el imbécil de turno quiere hacer una bravuconada ante sus colegas.

 Nuestro cisne no era una obra de arte, no era ni tan siquiera una escultura relevante, pero era nuestro, y formaba parte de nuestros recuerdos, de nuestra historia y de nuestro patrimonio, y nadie, nadie, puede arrogarse el derecho a decidir sobre lo de todos.