Hasta hace muy poco se criticaba a la escuela por su inmovilismo. Como ejemplo se ponía la escasa diferencia que había entre un centro educativo del siglo XVIII y otro de finales del XX. La sociedad había evolucionado, pero en la escuela se seguía enseñando a base de tiza y saliva.
Pues bien, tras una década de intentos más o menos acertados de incluir las nuevas tecnologías -que por la rapidez con que evolucionan ya no son tan nuevas- en los colegios e institutos (leáse centros TIC), a través de distintos planes y proyectos educativos, nos encontramos que cuando se desea dar un salto cualitativo y cuantitativo surge un rechazo frontal contra lo que se ha llamado la Escuela TIC 2.0 Sin embargo, desde nuestro particular punto de vista todo ello se debe al lógico temor a lo desconocido y a una supeditación total a una única herramienta didáctica: el libro de texto.
Padres y maestros pueden estar muy tranquilos porque a los niños y niñas se les seguirán enseñando en la escuela a leer, a escribir, cálculo, conocimiento del medio,... Quizá, incluso más que antes. Lo que cambia es la forma. Si la escuela no quiere quedar obsoleta tiene que plantearse que no tiene sentido seguir instruyendo exlusivamente con la palabra y unas herramientas que han sido superadas con creces como son la pizarra y el libro de texto. Desde siempre el buen maestro y profesor es aquel que ha preparado para la vida. Y nuestros jóvenes y niños están rodeados de aparatos que hacen posible lo que antes parecía una utopía. Hoy se puede intercambiar mensajes, imágenes y sonidos en segundos, pueden acceder a bibliotecas, hemerotecas, consultar diccionarios, documentales, enciclopedias y otras fuentes tan solamente con unas nociones básicas que suelen aprender de forma natural entre iguales.
El rol del docente, como única fuente de conocimiento ha pasado a la historia. Ahora, más que nunca, se requiere a personas que sepan seleccionar los mejores recursos didácticosa para sus alumnos que podrán aprender cada uno de acuerdo con su ritmo de aprendizaje y que, en la medida que los enseñemos, les servirá para ser más críticos y creativos, capaces de moverse por la telaraña mundial, de encontrar rápidamente aquello que necesitan en un momento determinado y de convertirse en emisores de mensajes.
Imparable y sin vuelta atrás
Cuanto más pronto comencemos en esta tarea mejor. Lamentarnos del escaso uso educativo que hacen niños y jóvenes no sirve de nada. Precisamente ahí está la gran labor de padres y maestros que habiendo vivido en un mundo sin tecnología, ahora somos capaces de valorar las ventajas que ofrecen y de contrarrestar los inconvenientes que puedan tener. No nos equivoquemos esto no se puede parar, ni tiene vuelta atrás. Estamos asistiendo a una revolución mayor a la vivida con la invención de la imprenta. Quizás, por la falta de perspectiva, no somos conscientes de ello, pero pasado el tiempo así se verá.
Lo afirmamos quienes en un momento pensamos que podíamos cambiar el mundo con unas hojas fotocopiadas y grapadas, que siempre hemos creído en las posibilidades didácticas de los medios de comunicación y que vemos la facilidad con la que, en estos momentos, cualquier persona o colectivo, puede contar un medio de comunicación personal a nivel mundial. ¿Podemos seguir educando a las nuevas generaciones de la misma forma en que a nosotros nos formaron?