Historias verídicas y “chascarrillos” de Antonio López, “El Viñero” sobre el vino del terreno.
La uve “rome” llega a Alhama
07/01/2005.- Una de las variedades más empleadas en la fabricación del famoso vino del terreno de Alhama es el procedente de la uva variedad de “rome” catalana. Sucedió que a nuestras viñas llegó en tiempos de la República, siendo alcalde mi padre, José María López Triviño. Fue un señor de Villafranca del Penedés, propietario de unos viveros de plantas de vid, que vino a tomar los baños a Alhama y entabló amistad con él dado que también mi padre poseía unas cinco o seis “lanzás” (aranzadas) de viña en el paraje de la Loma de Enmedio. Por eso cuando se marchó el catalán quedó en mandarle plantas de una variedad muy buena preparadas en unos cajones, injertadas y en unas bolsas con su tierra. Le mandó aproximadamente unos tres mil injertos dado que se sembraban unas 500 plantas por aranzadas o lo que es lo mismo a unos siete pies (entre 1,5 y 2 metros). A partir de estos viñedos la gente de Alhama se fue haciendo de plantas para sus viñas. Todavía quedan de aquella clase en la propia Loma de Enmedio, Hornillo de la Miera y otras muchas viñas alhameñas. Por su gran calidad e historia pienso que no debería perderse nunca esta variedad que tan buena adaptación ha tenido en nuestra tierra para hacer vino, e incluso, para tomar como uva de mesa.
La bomba etílica
Una familia de Alhama apodada “Los Chuscos”, y residente en las Calles Bajas, se compró una pequeña viña, digamos para el gasto de uvas y de vino para la propia la casa. El primer año hicieron el vino como pudieron, lo metieron en un barril de unas quince o veinte arrobas. Cuando empezó a fermentar, digamos a hervir, como estaba muy lleno empezó a rebozarse por la boca y ellos entonces lo taparon a tope para que no se derramara. Al no poder hervir el mosto se produjo una gran explosión, como una bomba de gran potencia, tanto que llegó a agrietar toda la habitación donde estaba metido y produjo un gran susto en todo el vecindario.
El espíritu del vino
En un lagar de Alhama conocido como Lagar de Espejo sucedió en una ocasión que los dueños vendieron toda la cosecha a un químico de vinos. Éste se presentó provisto de todos sus aparatos y probetas para llevarse “el espíritu del vino”, es decir, los grados de alcohol, en unas pocas botellas, y les dijo a los dueños del lagar:
- Ya pueden tirar todo lo que queda en los toneles.
Estamos hablando posiblemente de unas 600 ó 700 arrobas de vino, más o menos. Después de irse el químico probaron lo que se había dejado y estaba como si no hubiera tocado nadie. Ellos pensaban que lo habían engañado. A los pocos días si no tiran pronto todo se hubieran estropeado hasta los toneles porque el líquido estaba totalmente corrompido.
La almazara del vino
Esta “historia verídica” sucedió a mediados de los años 50. Unos señores de Alhama, conocidos como los Velascos, tenían unas cuantas “lanzás” (aranzadas) de viña pero no disponían de lagar. En cambio sí contaban con una almazara o molino de aceite. Por eso pensaron “nosotros tenemos resuelto el plan para pisar el vino” y veréis lo que se inventaron. Ni cortos ni perezosos emplearon las capachas o esteras de las aceitunas para meter los racimos enteros en la prensa. Una vez hecho el gran invento le dieron a la máquina todas las atmósferas por lo que se hizo cardo todo: los cuescos, (granos de la uva), los escobajos, en fin, un desastre. El caso es que salió una clase de vino de ese que te bebías una copa y te dejabas atrás hasta al “correcaminos”.
Textos: Antonio López "El Viñero"