Durante muchos años su pensión fue una institución en Alhama.
16/08/2008.- A los noventa años ha fallecido María Teresa Ruíz Navas, pero que los alhameños siempre hemos conocido por "Tere la de la pensión". Teresa regentó durante muchos años la pensión más conocida de Alhama, en la céntrica calle Arquillos, de la que hizo para inumerables personas que pasaron por ella más que un lugar de paso. Por su edad llevaba muchos años retirada de la vida laboral, pero siempre la vamos a recordar como una persona alegre y cariñosa que se ganó el afecto y el respeto de todos.
A Tere, in memoriam
Mientras pasaste por esta vida
fuiste una mujer especial,
trabajadora y luchadora
siempre con los demás.
Te has dejado mucha gente
que siempre te recordarán.
Tenías un corazón muy grande
lleno de generosidad
yo creo que en el cielo
el Señor te lo premiará
Inoncencia Serrano, 17/06/2008 * Su lugar en AUSENCIAS *
Foto que publicó Alhama Comarcal, número 26 de febrero de 1995, con motivo de una entrevista que se le hizo a Tere sobre el carnaval de Alhama. Junto a ella Antonio López Ruíz, "El Viñero".
Semblaza de su persona que le hace Andrés García Maldonado, presidente del Patronato de Estudios Alhameños
LA CASA DE TERE
A mis amigos Manolo y Josemari, sus hijos.
Tere, Teresa Ruiz Navas, la de la calle Arquillos, acaba de tomar el camino de la Eternidad, aunque hacía ya tiempo, muchos años, que se encontraba ya plenamente en esa eternidad que empieza en esta misma vida, cuando las buenas personas, como ella, por su vida y sus obras, por su generosidad y entrega a los demás, calan y penetran en lo mejor de nuestros sentimientos y permanecen en ellos, en nuestros corazones y almas, para siempre.
Por supuesto que no es necesario al hablar de Tere concretar que es “la de la pensión de calle Arquillos”, todos sabemos sobradamente de quien hablamos, aunque no todos, por edad o porque se han vinculado a este pueblo hace pocos años, saben de ella y de cómo esa calle tan alhameña ha sido testigo de la vida de una singular mujer. De ejemplar calidad humana que, desde la sencillez más noble y la humildad más elevada, fue, ha sido y será una alhameña excepcional.
Mis primeros, y siempre gratos recuerdos de ella –jamás se borrará su sonrisa, así como seguirá resonando su risa clara y contagiosa-, son entre unos apetitosos tejeringos con su correspondiente junco, en el local de la referida calle, para no muchos años después –cuando la churrería, quizás debamos decir “la tejeringuería”, se había convertido en avanzado “ultramarinos” de mi entrañable Antonio, Antonio Moreno-, cuando mi inolvidable amigo Paco Valverde, don Paco, aquél coadjutor parroquial joven e inquieto, me nombraba secretario de Fac –movimiento de ayuda a los más necesitados- y en tantas ocasiones me enviaba a mis quince años a que le dijese a Tere esto o aquello, que generalmente no era otra cosa que contase con un invitado más a comer o dormir en su casa o que se necesitaba alguna ayuda urgente en concreto, a lo que siempre daba su respuesta positiva sin el más mínimo pero o condición.
Tere fue, debe seguir siéndolo, pues estos casos, ni antes ni ahora, suelen abundar en la dimensión que hablamos, todo un ejemplo de solidaridad en tiempos en los que escaseaba en un dimensión sorprendente e injusta todo, hasta el uso y aún más el ejercicio de la misma palabra solidaridad, viviendo unos pocos muy bien y padeciendo unos muchos necesidades y miserias.
La alegría y cordialidad que siempre la distinguió, supero momentos de su vida que hubieron de ser muy duros, como cuando con tan sólo dieciocho años comenzó a vivir, siendo testigo de primerísima fila y padeciéndola directamente, la intransigencia e intolerancia en la que, con España, se sumergió por tantos años también este pueblo y sálvese quien pueda, pues también hubo quienes dieron ejemplo de dignidad y coraje a pesar de las lamentables circunstancias. En su caso, muy especialmente, por tener un padre y unos familiares que fueron leales y plenamente coherentes con sus ideas y con sus conciencias. Su hermano, Juan Bautista Ruiz Ramos, fue alcalde accidental de Alhama, precisamente, en los momentos más accidentados quizás de toda la historia política de este pueblo -precisamente en los días de la enfermedad y fallecimiento del alcalde republicano, constitucional y democrático, José López Triviño, cuñado de Tere-, quien permaneció como alcalde de Alhama en plena Guerra civil hasta que la enfermedad se lo impidió y padeciendo después las consecuencias de la victoria de los sublevados contra la República legítima.
Jamás Tere expresó o guardó rencor o deseo de revancha. Todo lo contrario, fue siempre impulsora real y sincera de convivencia y concordia entre todas las personas, desde el respeto y la comprensión entre todos, tuviese cada uno las ideas que tuviese.
Personalmente fui testigos de diversas actuaciones de Tere que, precisamente, ponen bien en evidencia lo que afirmo, como en otros casos y momentos lo fueron, a lo largo de toda su generosa vida, tantas y tantas personas. En algunos casos, cuando atendía y se convertía en soporte, hermana o madre, de personas que a lo único que podían acogerse era a la soledad en la que se encontraban; en otros, atendiendo ella necesidades, problemas y circunstancias de quienes les daba cierta vergüenza dejar ver los malos momentos que estaban pasando, por motivos económicos, de salud, familiares,… y siempre, desde el silencio y no enterándose su mano derecha de lo que entrega la izquierda y el bueno de Pedro, su marido –que bien supo como “andaba” mucha gente de Alhama-, viendo que lo que tenían para ellos se reducía a favor de alguien más, a pesar de que no se encontraban, precisamente, nadando en la abundancia.
Se emplea la palabra “Pensión de Tere” y yo no lo recuerdo así. No sé si porque no lo era en toda regla o, exactamente, porque no era una pensión, al menos al estilo tradicional: era “CASA DE TERE” la que muy pronto, para cualquiera que hasta ella llegaba, forastero o de la tierra, se convertía en “su casa”, recibiendo la mejor atención, una buena comida –también guisaba de maravilla, esto igualmente pueden afirmarlo muchas decenas de alhameños- y, sobre todo, el afecto convertido en limpia cordialidad que a todos atraía y agradaba.
Estoy seguro que allí donde se encuentre, sea donde sea, además de en lo mejor de nuestros corazones, un buen número de personas, muchísimas de Alhama y estos lares, y no pocas de muy diversos lugares, le habrán hecho el recibimiento más emotivo y cordial que podemos imaginar, diciéndole con un inmenso cariño que desde su “Casa” de la alhameña calle Arquillos que fue la de tantos, sin ella saberlo, estaba construyendo, durante tantos años y sin descanso, una hermosa residencia para toda la Eternidad donde, por supuesto, esperamos que algún día vuela a recibirnos –a creyentes y no creyentes, en ella mandaba más la buena voluntad de las personas que cualquier otra cosa- y abrazarnos con su inconfundible sonrisa y acogedora cordialidad.
¡Querida e inolvidable Tere, hasta la Eternidad!
ANDRÉS GARCÍA MALDONADO