La segunda República y las mujeres



 Entre el revuelo mediático de la duquesa muerta, la folclórica entrando en el trullo y los curas pederastas de Granada, están pasando desapercibidas las fechas de la muerte de Franco y el mes en contra de la violencia machista.

 No así en nuestro pueblo en el cual una exposición de fotos en la Galería del Carmen, demuestra una obviedad: que en la segunda República había revistas femeninas que daban una imagen estereotipada y sumisa de la mujer. De cualquier forma, basta un simple vistazo a la prensa digital femenina actual para caer en la cuenta de que ese tipo de prensa ha cambiado poco a lo largo de estas décadas y que siguen ofreciendo una imagen de la mujer bastante parecida a la de otras revistas de otros tiempos.

 Sí que es cierto que en República había mucho machismo, incluso entre gente de izquierdas, como lo continua habiendo ahora mismo, también entre gente de izquierdas. Y es que el cambio de mentalidad, de usos y costumbres, de formas de entender el mundo y su circunstancia no está determinado por las leyes o los códigos éticos sino que es fruto de la educación recibida durante la infancia y de los valores inculcados en la misma por las madres, que, al menos en mi infancia, educaban de manera distinta a hijos e hijas.

 Pero a lo que iba, en la Segunda República se inició de manera, al menos legal, el camino de la igualdad entre mujeres y hombres. Fue la República la que otorgó el derecho al voto, creó la ley del divorcio y, sobre todo puso las bases para una educación pública, gratuita, laica e igual para niños y niñas. Fue así mismo con la llegada de la República cuando las mujeres dejaron de ser consideradas como menores de edad y pasar a ser ciudadanas de pleno derecho. Y en ese periodo destacaron mujeres como Victoria Kent, María de Maeztu, María Lejárraga, María Zambrano, Margarita Nelken Clara Campoamor y Federica Montseny, que sobresalieron por sus actividades políticas y culturales. De la larga noche de la dictadura solo recuerdo el nombre de Pilar Primo de Rivera (no olvido a escritoras como Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite o la poetisa Gloria Fuertes, pero estas destacaron pese al y no gracias al régimen).

 Pero es un artículo sencillo, simple, redactado de forma entendible para cualquiera en el cual se expone la idea principal que quienes redactaron la constitución tenían de lo querían para España: Artículo 25. "No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas”. Pero para que ello se hubiese llevado a cabo, se requerían décadas de educación, de acceso a la cultura y a una vida digna, de que el poso de la convivencia entre hombres y mujeres en la calle, en el trabajo, en la vida en definitiva, hubiesen creado una sociedad en la que nosotros entendiésemos que hombres y mujeres pueden convivir en plena igualdad en todos los aspectos, que no hay trabajos de hombres y trabajos de mujeres, que hay únicamente cosas que hay que hacer para adecuar el entorno a nuestras necesidades y que para eso tan útiles son las manos de hombres como las de las mujeres y, por último que las relaciones, y no solo las de pareja, basadas en la plena igualdad prosperan, mientras que una relación fundamentada en la sumisión de una de las partes y la dominación de la otra tiene escasas posibilidad de acabar bien. No si la República hubiese llegado a esa sociedad justa e igualitaria. Lo que si tengo absolutamente claro es que lo que vino después fue un retroceso de cuarenta años en las aspiraciones no solo de igualdad entre hombres y mujeres, si no en las aspiraciones de libertad de varias generaciones. En cuanto a los papeles de hombres y mujeres, la Iglesia, la escuela y las Sección Femenina ya se encargaron de crear mujeres sumisas, buenas amas de casa y madres ejemplares y hombres viriles y raciales, de pelo en pecho y muy machos. Y todo ello para mayor gloria del Imperio del cual el Caudillo era heredero por la Gracia de Dios. Contra toda esa mentalidad retrograda aún estamos luchando. Y lo que nos queda.