La película de esta noche



 Recuerdo la primera vez que yo intervine en una obra de teatro: “Un oficio para el Niño”. Tendría yo nueve o diez años y hacía el papel de abogado. Fue en una velada navideña preparada por el maestro y el cura y se representó en el entonces flamante salón de cine de Pina.

El retratista


- Asunción, ¿no quiere usted retratar a los niños?.

“Pa que llores por algo”


 En alguna ocasión lo he dicho y, en honor a la verdad, tengo que repetirlo, que, pese a los usos de la época, no me dieron mucha leña durante mi niñez; es decir, ni padres ni maestros abusaron conmigo del castigo corporal. Tampoco fui un niño demasiado travieso, más bien, tímido. Pero hubo ocasiones, sí, las hubo. Y no sé si por excepcionales o por la profunda huella que estas vivencias dejan en nuestras infantiles mentes, el caso es que estoy seguro de recordar todos y cada uno de aquellos episodios.

A Granada con Pérez (en la orza no, mamá)


 En el reloj de la iglesia dan las siete cuando mi madre, mi hermano y yo llegamos a la plaza. Es más de noche que un cuento y el frío cortante de esta gélida mañana del mes de diciembre hiela mi cara, mis manos y mis piernas que el pantalón corto deja al descubierto. Pero no importa, soy feliz porque hoy voy a Granada y, desde allí, seguiré viaje hasta Agrón.

La romana del ‘Chico’



Faltan dos días para la Virgen de agosto y esta misma mañana hemos metido el último carro de paja. ¡Lo que nos ha aventajado el verano esto del carro! Y es que barcinar carga a carga, con las angarillas, y luego acarrear la paja con los herpiles… Así, casi todos los años este día nos pillaba de verano; y alguno, que me acuerdo yo, que nos ha pillado hasta la feria sin haber acabado; ¡el 18 de septiembre! La pobre Salud algunas veces me veía pasar por su puerta y me decía: “te va a durar más el verano que a Nariz en pringue” (que yo no sé quién sería).

El pintaor


 Son las cinco de la tarde y la puerta de la escuela de los niños se abre para dar suelta al numeroso grupo de chiquillos que, corriendo y gritando, desembocan en la plaza, cartera en mano (o a la espalda, que alguna hay), para desde allí enfilar la calle El Sol, o la carretera, o Los Corralones…

Esta letra se llama “CU” (Q)


 Mañana fría del frío invierno agroneño. En la destartalada casa que hace las veces de escuela, D. Elías, con voz grave y majestuoso porte, dicta a los mayores un párrafo que narra el paso de los israelitas por entre las aguas del mar.

El tío del bigote



 No voy yo todos los días al médico, pero sí, sí voy de vez en cuando. Las recetas de las pastillas del colesterol, las de la tensión, que si ahora me he resfriado… en fin, que los años no pasan en balde. Y hay que ver la de gente que hay siempre en la consulta. Pero que lo mismo hay niños, que jóvenes, que mayores.

Los Reyes Magos ‘saltatapias’



 Es verdad que esto de la crisis ha afectado también a Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente. Se ven ahora sus camellos con cargas bastante más livianas que las de antaño, a pesar de que, tras su paso por El Corte Inglés, intentan completar el cargamento en instituciones como Cáritas o alguna otra ONG.

Yo bajé del monte


 Casi con toda seguridad, tú, que ahora mismo estás leyendo estas líneas, conocerás este antiguo villancico popular. Tal vez lo escuchaste cantar a la Coral Ciudad de Alhama (y quizá tuviste ocasión de oír los trinos que nuestro querido compañero Manolo “El Socio” producía con su pipillo); tal vez lo escuchaste de los “tocaores” de Santa Cruz en alguna fría noche navideña; o quizá, hace muchos años, disfrutaste de una “misa del gallo” en el pueblo, en la cual nuestro villancico no podía faltar.

Saborete


 
¡Cuántas figuras humanas, familiares en nuestras calles y caminos de los duros años de posguerra (incluidos los cincuenta del pasado siglo), han desaparecido de nuestra querida geografía andaluza! Lo comentaba yo hace poco con mi consuegro Montero (de mi edad, más o menos) en el cumpleaños de nuestro común nieto Pablo.