Ya no quedan veraneos como los de antes

E incluso tengo la sospecha de que tampoco antes había veraneos como los de antes.

 Veraneos en los que “Ese autobús de los Albertos salía de la calle Bóbila, esos ‘rebaña orzas’, tal era el nombre que por la época recibíamos los emigrantes que veraneábamos en el pueblo, con sus paquetes y maletas esperando en el bar Bus Stop, creo recordar que ese era el nombre, y ese viaje de quince o dieciséis horas, con alguna parada, eso sí, en veranos en los que hacía el mismo calor que ahora, pero había menos medios para combatirla, al menos en la clase obrera. Había que tener ganas de viajar para afrontar esas quince o dieciséis horas metido en un autobús, autocar decíamos entonces, que andaba justo de comodidades y en el cual lo más meritorio era la música que no faltaba. Manolo Escobar y Perlita de Huelva eran los más escuchados.” Pido perdón por citarme a mí mismo en: "Ese autocar de los Albertos", pero es que el viejo texto me viene a huevo para darle a esta mirada el sabor nostálgico que miman y acunan los añorantes de un pasado más reconstruido idealmente que cierto. No hay veraneos como aquellos en los que de niños acudíamos a una alameda, aunque decíamos “lamea” cabe la orilla de un río más puro y limpio, eso sí que el actual, en una versión proletaria del ‘piscineo’ o el ‘playeo’ para echar un día de río, paella o lo que se cocinase.

...una España, una Alhama y una Joya en la que no había ni consultorio médico, ni todas las calles asfaltadas, ni la posibilidad de poner a parir al presidente del gobierno en las redes sociales...

 La imagen idílica quedaba destruida por todas las incomodidades de un verano, mediados de los años setenta en una España, una Alhama y una Joya en la que no había ni consultorio médico, ni todas las calles asfaltadas, ni la posibilidad de poner a parir al presidente del gobierno en las redes sociales, porque no había redes sociales y porque a las autoridades franquistas no se las criticaba y punto. A no ser que uno quisiese acabar en el módulo de presos políticos de cualquier cárcel.

 Es cierto que esta no es la mejor época para vivir, pero estoy seguro de que la historia las ha conocido mucho peores e incluso estoy seguro de que cuando yo ganaba 1840 pesetas a la semana por cuarenta horas de trabajo como aprendiz en un taller de troquelado estaba peor que ahora, aunque era insultantemente joven y tenía toda la vida por delante.

lo que en las familias burguesas y de derechas viene siendo “los ahorros de toda la vida”

 Vuelvo al tema de los veraneos de antes, y, no es que haya conocido muchos, es decir muchos veraneos, veranos sí, claro, pero de pasar unos días en otro lugar, pocos. Tampoco los he echado de menos, dado que soy de los que piensan que como en casa de uno en ningún sitio. Hombre sencillo y de pocas necesidades, con pasar un día en otra ciudad cercana que tenga bares, tiendas y librería ya me conformo y creo que no hay experiencia comparable a ver aparecer en la lejanía la viril torre enhiesta de la iglesia de la Encarnación. Son las ventajas del ‘catetismo’ ilustrado, que es el que profeso; es decir la creencia de que el lugar en el que resido es tan bueno o malo como todos los demás posibles. La bondad o maldad está directamente relacionada con el nivel de ingresos y caja de resistencia (lo que en las familias burguesas y de derechas viene siendo “los ahorros de toda la vida”). Lo que es una obviedad, pero a estas alturas de la vida y del verano y con estos calores tampoco está uno para hilar muy fino ni aguzar el ingenio.

 Por lo demás continúa habiendo sibancos en Alhama, gente que, como los gatos que ilustran esta mirada, se sientan en ellos al fresco por la noche, terrazas en la que tomar cañas (que ni Ayuso ni los gatos han inventado nada nuevo) y aún queda mucho verano, época en la que la actualidad política decrece y los opinadores podemos darnos el lujo de escribir polladas sin muy mala conciencia.

 Por cierto, como dato curioso, puedo decir que el nombre del bar, “Bus Stop” no se lo habían puesto porque en él tuvieran su parada y su oficina oficiosa en Barcelona los autobuses Maldonado, conocidos como “Los Albertos”. Eso era una coincidencia. El motivo de ese nombre era que el local estaba decorado con un póster de Marilyn Monroe en la imagen de la película homónima que aparece debajo.