No me vais hacer renunciar



Podéis seguir con vuestras movilizaciones, pero yo sigo siendo catalán.

 

 Y andaluz, y español, por supuesto. Porque no tengo por qué elegir que parte de mi biografía es prioritaria, si la de los primeros años de la infancia, adolescencia y juventud pasados en la Barcelona de los años sesenta, setenta y primeros ochenta o la de los años de la entrada en la madurez. No tengo que optar: Soy el resultado de ese Colegio Nacional Virgen de Montserrat de profesores más bien franquistas, de las enseñanzas de mi padre, que se oponían a esa enseñanza rancia, con olor, la expresión es de Vázquez Montalbán a “calcetines sucios”. Y de los años pasados en el instituto Patronato Ribas, donde aprendí nada menos que a aprender, a investigar, a cuestionar todo lo que se daba por sagrado, donde una compañera de clase se dirigía a mí en catalán y yo le contestaba en castellano, porque eran nuestras lenguas maternas. Sin problemas. Eso no me lo vais a quitar.

 También soy el resultado de las enseñanzas recibidas en el IB de Alhama de Granada, de los profesores y de mis compañeros que me acompañaron en el proceso de integración de un recién llegado, que, como pasa siempre en Alhama, lo digo con orgullo, deja de ser recién llegado más bien pronto que tarde.

 Insisto en que no tengo que renunciar a mi catalanidad, pese a que escriba en la lengua de Cervantes y no en la de Josep María Folch i Torres, por ejemplo. No renuncio a esa Barcelona que me hacía sentirme orgulloso de vivir en una de las ciudades más europeas de España, cuando aún se aún se decía que África empieza en los Pirineos. Pero en la cual, al preguntarme: ¿De dónde eres?, respondía que de Alhama de Granada. Vosotros podéis insistir en excluir de Barcelona a los que no portan lazos amarillos o esteladas y vivir en la ilusoria república catalana, pero a mí no me vais a quitar mis dieciocho años de vida compartida con gente de toda procedencia, entonces procedente del resto del Estado Español, hoy venidos de todos los rincones de ese Tercer Mundo, del que ya casi nadie habla.

 A mí no podéis obligarme a elegir; tengo perfectamente claro que me enriquecen mis años vividos en Cataluña, como me enriquecen los que llevo de emigrante retornado en Alhama. Y la lectura del Poema del Mio Cid y del Quijote, como también la de La plaça del diamant, como cualquiera de los libros de relatos protagonizados por Guillermo Brown. No tengo que optar entre la olla jameña o la butifarra amb mongetes o la pizza, ni entre el jamón de Guijuelo o el fuet catalán, en mi despensa cabe todo, igual que en mi biblioteca.

 No quiero empobrecerme, cultural, gastronómica o literariamente, declarándome únicamente de un sitio y sólo de ese sitio, porque, a fin de cuentas, y ya lo he repetido asaz cansinamente, soy habitante de un planeta del Sistema Solar, de un rincón llamado Europa que incluye a un país llamado España, que contiene a la Autonomía andaluza, en cuyo oriente se encuentra Granada, provincia en la cual, al oeste se encuentra la Comarca de Alhama de Granada.

 No renuncio a nada de lo que me pueda aportar algo y puedo fusionar perfectamente en mis gustos el rock con el flamenco, el blues con la copla, la novela negra con el amor por la historia de Roma, imperio que, a fin de cuentas, nos hizo latinos a todos los íberos, celtas y celtíberos, de resultas que el castellano y el catalán, no dejan de ser lenguas derivadas del latín. Tampoco renuncio a mi herencia norteafricana, árabe, amazigh, musulmana. Ni a la cristiana, ni a la judía.

 Soy, creo ser, quiero ser, lo mejor de todos esos pueblos, culturas, razas, lenguas, historias y religiones que hacen de esta vieja España un lugar en el que, a pesar de todos los pesares, creo que vale vale la pena habitar. Aquí cabemos todos. Incluso los que, como yo, no queremos renunciar a ser catalanes, andaluces, españoles o cualquiera de las posibles combinaciones. Combínese como se quiera. El orden del producto no altera el resultado (creo que era así).