Hoy va por las mujeres

Ciñéndonos al ámbito del Llano y remontándonos hasta el inicio de los años cincuenta del pasado siglo, que es más o menos el horizonte hasta donde alcanzan mis recuerdos…

 Cuando hablamos de la evolución del trabajo en las tareas del campo, de la extrema dureza que éstas comportaban, o la evolución en su mecanización y hasta automatismo de ciertas faenas, o ya en El Llano, la radical transformación de cultivos, de cereal por productos de huerta, hablamos siempre de los trabajos y profesiones o actividades, desarrolladas y protagonizadas casi exclusivamente por el hombre.

las frías jornadas de escarda durante todo el invierno o las secas sementeras

 Ciñéndonos al ámbito del Llano y remontándonos hasta el inicio de los años cincuenta del pasado siglo, que es más o menos el horizonte hasta donde alcanzan mis recuerdos (aunque intuyo que serían muy similares los trescientos años anteriores, al menos), desde el transporte, tanto personal, como de mercancías, con mulos carros o a caballo, fue también casi exclusivamente llevado a cabo por hombres. Cuando hablamos del trabajo en el campo, en las duras condiciones en que entonces se desarrollaban aquellas faenas, hablamos en el 95% del trabajo de los hombres: las duras jornadas de siega, los arduos y sudorosos trabajos de la recolección (trilla, aviento y barcina del traslado de las mieses a las galveras en las eras etc.), las frías jornadas de escarda durante todo el invierno o las secas sementeras de morrete con tira de bacalao y granada, tras la yunta y el arado o las tardes de siembra a boleo, antes de acabar "la obrada". Cada uno de estos trabajos, fue sustituyéndose con la mecanización, por la moderna maquinaria: la siega y la recolección en las eras, con trilla y aviento, por cosechadoras; las sementeras de yuntas, por tractores de arados, rotavator y sembradoras; la escarda del cereal en invierno, por escardas químicas con sulfatadora y tractor y el transporte con carros o mulos, por el uso masivo de coches, camiones y tractores con remolque. Luego sobrevino en El Llano, sobre todo a partir de los años sesenta, el gran cambio que supuso, muy pronunciado sobre todo a partir de los años setenta, la sustitución del cereal por la huerta, que también significó la incorporación masiva de la mujer al trabajo remunerado o a la mano de obra activa en la gestión de producción de la empresa hortícola propia y que significó la verdadera liberación de la mujer en El Llano y su emancipación de la dependencia familiar que conllevaba su casi total ausencia de derechos y vida propia.

 Por eso hoy quiero referirme a los tiempos heroicos y oscuros en los que el inconformismo callado de la mujer, se oponía a la lógica inmoral, machista, aberrante y misógina, por la que la mujer era sujeto de todas las obligaciones, renuncias, abnegaciones y virtudes, objetivo de todos los caprichos, deseos y frustraciones del hombre, a la vez que puntal sostén y apoyo de toda la familia y objetivo de todas las injusticias, negación de derechos y de reafirmación de la tradición y las buenas costumbres, desde un rol de pasividad casi absoluta, de ausencia de protagonismo y de nulo empoderamiento.

su duro trabajo le exigía un esfuerzo continuado de 8 a 12 horas diarias

 La situación de la mujer en El Llano, y como decía, ciñéndome a los inicios de los cincuenta del siglo pasado, que supongo similar en los anteriores dos o tres mil años, consistía en multitud de trabajos artesanales y manuales, al igual que los del hombre, poco o nulos de mecanización o automatización, que les ocupaba las 24 horas del día, en jornadas exhaustivas y agobiantes, pero con nula retribución económica. Literalmente era así y no exagero, pues si al hombre, su duro trabajo le exigía un esfuerzo continuado de 8 a 12 horas diarias, en la mujer se convertía en jornada completa de 24 horas, porque a su extenuante y cansina jornada de un largo día en las responsabilidades domésticas, se sumaba la tradicional, de atender de noche en vigilia casi permanente, al cuidado de los hijos, bebés o enfermos y la tradicional de ser la cuidadora de algún padre o abuelo impedido.

 La mujer iniciaba el día, como jocosa pero certeramente me comentaba nuestra entrañable colega veterana y poeta, de Las Pilas: "-tirando las escupideras de los orines al amanecer, cuando aún no teníamos ni darros y había que buscar un lugar adecuado (normalmente el muladar de la casa, cuando se disponía de él). Traer un cántaro de agua del pilar, aprovechando que a esa hora hay menos "bulla". Para inmediatamente, preparar el fuego (esto lo hacía acompañado del hombre de la casa, que echaba "la pava" mañanera), mientras encendíamos unos carbones para la hornilla, en la que, de inmediato, preparábamos un frugal desayuno para los niños y el marido. Lavados, vestidos, peinados y desayunados, los niños se iban a la escuela y el marido, después de prepararle los avíos, al campo. Una botellita de aceite, sal, ajos y vinagre, para hacer un morrete o mojar unas sopas de aceite con una tira de bacalao y un par de torreznos de papada para después, con una naranja o granada de postre. Los niños, hasta el mediodía y el hombre todo el día, dejaban la casa libre. Del trabajo de mi marido, dependía la economía de la casa. Bien como pequeño propietario, con recolección de productos en verano, o como trabajador por cuenta ajena, aportando su jornal diario a la economía de la casa. En invierno, en las largas "chamadas" de agua y paro, acumulaba con los mulos, cargas y más cargas de leña de encina más o menos gruesa, que tapa luego con tierra y prendía fuego, para hacer carbón, del que saca el jornal en esos períodos de lluvia." 

y menos mal que cuando me faltaba dinero, me fiaban en la tienda

 -"Las mujeres, como "no trabajábamos", no podíamos aportar económicamente a la casa; o así se entendía. Las mujeres nos quedábamos en casa y "sólo" teníamos que procurar que funcionaran un poco las cosas domésticas. Cuando nos quedábamos tranquilamente solas en las casas, sólo teníamos que: limpiar y barrer un poco la casa, hacer las camas y con el agua enjabonada de lavar a los niños la noche anterior, que guardábamos en un cubo, fregar rodilla en tierra, "a estropajo y ruilla", el suelo de la cocina o una habitación cada día. De inmediato, teníamos que hacer la compra del día en la tienda, y menos mal que cuando me faltaba dinero, me fiaban en la tienda, para pagar en verano. A la vuelta, recoger un litro de leche de la vaquería. Sin entretenerme, que tenía que traer al menos un cántaro del pilar, que si había bulla, podía suponer al menos una hora esperando turno. Y eso era así, al menos hasta las lluvias fuertes de finales de otoño. Cuando la niña más grandecilla cumpla al menos 9 ó 10 años, podrá traerme el agua, aunque un cántaro a cuadril... ¡no sé! Apenas me da tiempo a volver y terminar una pequeña colada en la tina de cinc y con la lavadera (que no lavadora) de madera, que antes de medio día, había que tender en la vecina era de la salida del pueblo. ¡Pero si es ya medio día...! Tengo que avivar la hornilla, pelar y freír las patatas con huevos para el almuerzo, que pronto estarán aquí los niños de la escuela !Luego comeré yo, cuando tenga tiempo!. ¡Qué cabeza la mía, se me había olvidado echarle un poco de afrecho y trigo a las gallinas! !Y luego querré que pongan huevos...! Un jarro de maíz al cerdo que está en su zahurda, que, por cierto, tendré que limpiarla después. Habrá que cebarlo bien para la matanza, si no queremos que el invierno se nos haga luego demasiado largo. El más chiquitín de la casa, desde la cuna, vuelve insistentemente a llamar la atención. ¡Dios mío, qué "berraquera"!. ¡No hay pañales limpios, habré de improvisar unos, de una camiseta vieja de Juan!, recortando sisas y mangas y abriéndola por enmedio, ¡por donde tiene menos rotos! Primero le daré cinco minutos de pecho, que parece que llora más por hambre que por la caca. ¡La mesa! ¡Los niños que llegan ya! ¡Leche, ya se me ha pasado cernir un par de bombos de harina, ¡que mañana toca hacer el pan de la quincena! En cuanto coma, le pido el cedazo a mi vecina y ¡en 20 minutos acabo!"

  -"Un plato grande en el centro de la mesa, rebosando de patatas con huevos recién fritos, con unos hermosos pimientos fritos de guarnición en el centro de la fuente. Un jarro de lata o cinc, cuatro tenedores y cuatro suculentos trozos de pan, alrededor de la mesa. "¡Y pa'ncima... las vigas!" ¡Ya hemos comido...! ¡Tened cuidado con el chiquitillo, que tengo que ir a por los trapos! ¡Oh, no, antes tengo que cernir los dos bombos de harina! ¡Termino en quince minutos, listo! ¿Veis? Me llevaré el cántaro y pediré la vez. Mientras recojo los trapos, me llega el turno y con el cántaro lleno en el cuadril y el cubo con los trapos en la otra mano, llego a casa. Los niños se van a la escuela para el turno de tarde. Tengo que lavar más pañales y una muda para cada niño y otra para Juan. Yo puedo hacer el avío por ahora. No sé si me dará tiempo. Quito la mesa y lavo los cacharros, sartén y cubiertos. ¡Cuándo inventarán algo que lave los cacharros, solo...! Tengo que calentar la plancha con unas buenas ascuas, que me espera una larga tanda de planchado ¡Dios mío... pero si tengo que poner el puchero en "la pava", para que se vaya cociendo poco a poco hasta la noche...! Anita, cuando salga de la escuela, tendrá que ir a por dos perras gordas de rábanos a lo de "Frasquita", que a Juan le gusta mucho el puchero con rábanos". 

En cuanto lleguen las niñas de la escuela, tengo que ir a La Madre a lavar un barreño grande de trapos

 "-Esta tarde, en cuanto aparte la olla de la "pava", le voy a dar una vuelta de blanqueo al humero, que está ya más negro y ahumado que el hollín. Pero eso será luego, que ya está la plancha preparada. ¡Tengo que mecer al niño, que está llorando y no puedo cogerlo ahora! ¡Qué agobio! Tengo que darme prisa con la plancha que esta tarde tengo que echarle unos culos a los calzones del campo de Juan y terminar el vestidito de mi Conchi, que lo tengo ya cortado desde el sábado, de unos retales muy bonitos que compré en el barato ¡Aún es temprano...! En cuanto lleguen las niñas de la escuela, tengo que ir a La Madre a lavar un barreño grande de trapos, porque si lo hago aquí, necesito al menos, dos cántaros de agua y en eso sólo, se me iría la tarde. ¡Qué bien que están las ricas, ellas mandan a la lavandera, le pagan tres perras gordas y ellas se quedan en la gloria! Vuelven mis tres primores de la escuela. Les preparo unos hoyitos de aceite con azucar, para la merienda. ¡Tres suculentos "cucharritos"! Antoñito, puede venir conmigo y las niñas, que se queden al cuidado del chiquitín, por si llora. ¿Llorar?, ¡Berrea!, ¡voy a cambiarlo volando, que no llego! Hoy ya no tendré tiempo, pero mañana tengo que apañar otro cubo de cal y darle unas "bajeras" a la casa por dentro, que de sucias y pintarrajeadas de los niños, más parece que tienen un zócalo oscuro puesto. Tengo que aligerar con la colada, que luego mes espera un buen rato de zurcido, que tengo esperado, media docena de pares de calcetines que zurcir y echarles punteras o talones nuevos, al menos a dos pares. ¡Y esto lleva un buen rato...! Y menos mal que Juan no quiere que yo trabaje en el campo, como hace mi vecina Juani... ¡Claro, que ellos tienen un niño sólo y es propio que su mujer, ayude a su marido, faltaría más! Llega Juan del campo y querrá lavarse. Me queda medio cántaro de agua. Si aparto un jarro lleno para la comida, creo que haré el avío. Cuando acabe, querrá salir un rato a tomarse "media de vino" con los amigos, a la taberna. Es muy propio, que vendrá muy "hartico" de trabajar todo el día en el campo. Yo mientras, también descansaré un rato en el braserito y aprovecharé para darle una arremetida al "saquito" de Antoñito o a la chaqueta de punto de Juan, que quiero que la estrene para El Día de la Cruz. Yo tengo siempre las agujas preparadas y así, aprovecho. Las niñas no paran de darme la lata con sus deberes. ¡Niñas... ¿¡Por qué no le preguntáis mañana a la maestra, no veis que yo no tengo tiempo ni sé de todo eso!? ¡Uy, hay que bañar al niño! Anita, tráete la ollita del agua caliente de la "pava". Lo lavo y le pongo pañales nuevos. Si lo harto de teta y hay suerte, aguantará lo menos hasta las doce. !¡Vaya, con las prisas me he olvidado del abuelo...! Conchiniti, ve poniendo la mesa, que pronto llegará papá y querrá acostarse pronto. Yo voy volando a llevarle un plato de sopa a tu abuelo y cambiarle las sábanas, que el pobre está ya, que no da avío. Vuelvo. Hoy toca un puchero exquisito, un buen plato con su tocino y unos trocitos de carne. Antes, aprovecho para darle una vuelta al humero, como me propuse. Después, recoger la mesa y limpiar la cocina. El agua va a llegar, "tarín barín"... Acuesto a las niñas y a Antoñito... Se acuestan todos y llega mi hora favorita. Me siento contenta... y ahora sí: saco mi primorosa labor de croché, alargando y "enlastando" rositas y rombos de encaje, para componer una colcha para el futuro ajuar de las niñas. La terminaré en poco más de un año. No se lo digo a Juan, pero los hilos los saco sisando dos perras gordas de las compras del día, que voy guardando en una cajita. ¡Vaya por Dios! Remuevo el brasero, pero ya es sólo pura ceniza. Si aguanto un rato, será soportando el frío. A aguantarse tocan. Aún no son las doce, pero el chiquitín ya reclama mi presencia. Le doy teta y se calma. Me acuesto helada como un "chuzo", pero apenas me "acorruco" un poco para calentarme... ¡"berraquea" como un poseso! ¡Dios mío, está hasta las aldabas de caca!". 

 -"Por la mañana, a las ocho, suena el reloj. Ya he tirado los orines y traído un cántaro de agua, aprovechando que por la mañana temprano no hay tanta "bulla". Y vuelta a empezar... Lavo a las niñas y les hago sus colitas. Juan enciende la candela y yo preparo unas ascuas para encender la hornilla de carbón. Caliento la leche y hago un poco de café de cebada. Preparo los avíos y frío unos torreznos...".

Primero fue la humilde fregona, que nos liberó de la esclavitud de fregar de rodillas. Luego llegó la hornilla de butano

 "-Y así un día y otro y un año tras otro. Y luego, también llegan los cambios al mundo doméstico y la modernización y el automatismo de electrodomésticos y otras tareas del hogar. Primero fue la humilde fregona, que nos liberó de la esclavitud de fregar de rodillas. Luego llegó la hornilla de butano, que nos libraba de la tradicional "pava" y de preparar ascuas para encender la hornilla de carbón, junto a los braseros eléctricos y de butano. Después, poco a poco fueron llegando el frigorífico, la lavadora, el lavavajillas, el microondas, la modernísima vitro cerámica, la barredora robot, la calefacción, los enchufes inteligentes, los "dodotis" las toallitas, los tetrabriks y los "danones". Pero sobre todo llegó "el estado de bienestar" y la Sanidad universal y pública, que, con sus ayudas a la dependencia, liberaron a la mujer de la casa, de la tradicional obligatoriedad de atender y cuidar a los enfermos, dependientes o mayores de la familia y el subsidio agrario, al que se incorpora también la mujer y que tanto ayudará a superar los agobios económicos de la familia. Antes, y ya camino de los ochenta, conforme iban llegando esas nuevas innovaciones tecnológicas y sociales, se venía produciendo para la mujer, muy especialmente para la mujer del Llano de Zafarraya, la gran revolución laboral, social y de liberación definitiva: la incorporación al trabajo remunerado, al trabajo profesional. Y desde entonces, desde que "trabajamos", hemos podido por primera vez, descansar, cosa que no pudimos hacer nunca, en los años en que "no trabajábamos". Ahora, cuando trabajamos en el campo propio, no es que ayudamos a nuestro marido en su trabajo, sino que ayudamos en la financiación de los gastos de nuestra casa. Cuando lo hacemos por cuenta ajena, como jornaleras o en la manipulación de productos en la cooperativa de comercialización, ayudamos a mejorar nuestra economía. Pero hoy, cuando Juan echa una mano en las tareas de la casa, tampoco me está ayudando a mí, sino que ayuda a las faenas comunes de la casa. Y cuando un domingo salimos a tomar unas cervezas, no lo hace sólo él, porque tiene derecho a descansar. Lo hacemos los dos, para disfrutar juntos nuestro día de descanso. Todavía cuesta, pero creo que estamos en el buen camino. O si no... ¡al tiempo!"


En el Día de la Mujer Trabajadora:
A todas las mujeres

Yo quise respirar un día 

Yo quise respirar un día, los aires.
Yo quise beber un día, las fuentes.
Pisar todas las arenas
y tirar, como el otoño,
las hojas de las penas.

Llené un canasto de estrellas,
y traspasé el espejo.

Y dejé atrás todas las sombras
y dejé atrás todos los gestos, 
y a todas las flores mustias, 
les puse estrellas de fuego.

Le puse boca a mi boca y a mi pecho,
le puse un corazón nuevo.

Miré afuera con mis ojos. Y en mis manos,
puse en cada una un beso.

Grité, reí, lloré, pensé...
acierto, yerro, opino y amo.

Y ya no quiero estar tras la ventana:
¡no hay ventanas!
que quiero estar a campo abierto,
al lado, en medio, dentro
de todos los proyectos!
 
Juanmiguel, Zafarraya.