Las gafas limpias

La otra mirada


Una de las primeras cosas que hago cada día es limpiar bien las gafas antes de colocarme ante el ordenador.

 Una operación muy necesaria dada la capacidad que tienen los lentes de mis gafas de atrapar suciedad, casi sin que me dé cuenta. Pero fácil de hacer gracias a la unión del producto adecuado y el trapillo para tal fin que dan en la óptica junto a la funda. Se precisa una buena visión para quien pretende escribir miradas limpias. Otra mirada. Pero quiero creer que más o menos limpia.

 No es tan fácil limpiar la mirada como las gafas. A la mirada se adhieren todos mis prejuicios, todas mis ilusiones perdidas, todos mis sueños rotos; y también todos los deseos, sueños e ilusiones con los que reemplazo a los caducados, no sé si los sueños caducados se pueden consumir igual que los yogures, pero yo ando en ese intento. En el intento de que la realidad que veo con las gafas limpias, y que no es especialmente atrayente, no me deteriore en exceso la máquina de crear sueños e ilusiones con los que ir por el mundo.

 No es fácil dejar limpia la mente de los viejos prejuicios, de las ideas preconcebidas, de los sentimientos que surgen directamente de las entrañas, del corazón y de las tripas. Que son los más empecinados en aferrarse a nosotros y guiar nuestra vida, o al menos nuestra forma de pensar y actuar. Pero es absolutamente necesario para todos intentar que la visceralidad no ahogue totalmente a la racionalidad, de modo que estemos dispuestos a creernos cualquier cosa, por rara que sea, que alimente nuestra creencia de que los otros, todos los que vienen de fueran vienen a desposeernos de todo cuanto poseemos y a destruir nuestro modo de vida. Ya escribí en otra ocasión que lo natural es ser fascista, que es algo que nace de lo más profundo de nuestros instintos y forma parte de ese cerebro reptiliano que todos tenemos y que es el que gobierna las emociones más primarias. Pero lo cultural, también lo dejé escrito, es intentar discernir entre la maraña de informaciones confusas, contradictorias y muchas veces malintencionadas para sacar el grano de la paja. Para eso es para lo que se necesita el concurso de la cultura, entendiendo por cultura lo opuesto a lo natural, lo que nos libra de la animalidad: Es natural que el señor Torras crea que los españoles somo sucios y venenosos, pero lo cultural sería que se abstuviera de ir proclamándolo como una verdad inmutable; es natural que los nuevos encargados de imagen del presidente Sánchez estén motivadísimos para venderlo, ese es su trabajo, como el hombre nuevo que España necesita. Pero lo cultural hubiese sido no dejarse llevar por el entusiasmo y no publicar esos reportajes fotográficos, más propios de la revista “Hola” que de la Moncloa. Nada de esto supone renunciar a principios ni normas de conducta, si no que se trata de hacer coincidir las tripas con el cerebro, en la medida de lo posible.

 De nada sirve limpiar las gafas, las ventanas las pantallas ante las que la realidad se nos ofrece si no estamos dispuestos a limpiar también nuestra mente de la basura propia y de la ajena que se va acumulando en los rincones del alma en los cuales es difícil que llegue el aire puro y fresco a limpiarnos de prejuicios y sinrazones , esa hojarasca putrefacta que nos lleva a rechazar a todo el que, de una manera u otra, no es como nosotros, sea por su raza, color de piel, estado de salud, orientación sexual, creencias religiosas, estado físico o cualquier otra condición natural.

 Reconozco humildemente que tengo mi propia ideología, y que no la escondo, que hace que vea las cosas de un modo determinado, pero también tengo la capacidad de dudar, de preguntarme a mi mismo, sobre casi todo, y esa capacidad de duda hace el mismo efecto que el producto limpiador de gafas que uso. Que pueda acercarme a la realidad con una mirada más o menos limpia de ideas preconcebidas, que pueda asumir que me puedo equivocar como todo el mundo, pero lo que nunca he hecho ha sido escribir algo de lo que no esté convencido de su realidad por haberlo contrastado antes. Tampoco nunca he escrito nada de forma mercenaria. Gafas limpias para una mirada limpia que creo que es lo que los lectores merecen.