La Feria Grande de Septiembre de hace sesenta años

Volviendo al ayer

Nuestras Ferias, tanto la de junio como la de septiembre, siempre las hemos llevado en lo mejor de nuestros recuerdos. Especialmente la segunda, que era la grande -la que este año cumple 175 años de su celebración en estas fechas septembrinas-, no olvidemos que se acababa de efectuar la recolección y se contaba por lo general con más medios económicos por parte de labradores y trabajadores del campo, la inmensa mayoría de comerciantes y proveedores cobraban las deudas de muchísimos meses. Concretamente la de hace hoy sesenta años exactos que se iniciaba, la de 1961, fue punto de partida para una etapa de ferias con mayor contenido y brillantes en su programación.

 


 Para los que nacimos entre los años cuarenta, cincuenta y sesenta, pienso que igual sucedería con los que vinieron al mundo en décadas y hasta centurias anteriores, las ferias eran uno de los acontecimientos más esperados, viviendo con enorme ilusión tanto su llegada como su desarrollo, por lo que en todos nosotros dejaron por lo general unos gratísimos recuerdos que jamás nos han abandonado.

 Ya la Feria de Junio era bien recibida, aunque podía suceder que tan sólo unos días antes, hasta en las mismas vísperas de ésta, hubiésemos recibido una que otra calabaza en nuestros estudios de los primeros años de Bachillerato, así, de algún modo, venían aquellas fiestas a aliviar nuestro “pesar” que, afortunadamente, en unos cuantos días, quedaba superado, eso sí, no olvidando que septiembre, aunque nos pareciese lejano en aquellos momentos, nos esperaba nuevamente.

 Pasábamos el verano, jugando más que estudiando, y cuando llegaban los últimos días de agosto, el que tenía que volver a los Institutos de Granada a examinarse de alguna asignatura -dichosa y durísima “Enseñanza libre” en la que te jugabas todo un curso en un sólo examen de una hora-, casi se preocupaba tanto del temido examen como de que éste pudiese coincidir con los días de la Feria Grande de Alhama, la de Septiembre, pues, de suceder esto, los tan esperados días feriales los teníamos perdidos y ya, hasta el junio siguiente, no volverían otros. En aquellos años, los días de feria, con alguno más de los de Navidad, eran para los niños los mejores de todo el año.

 FERIA DE SEPTIEMBRE, LA PREDILECTA DE MI VIDA

 Portada del programa de la Feria y Fiestas de Alhama de septiembre de 1961, hace hoy 60 años exactamente

 Aquél 1961, con algún suspenso en junio, pero con la suerte de que el examen tuvo lugar, precisamente, la semana anterior a la feria, fue el último año que viví con mi familia empadronado en Alhama. A partir de finales de aquél mismo mes dejaría de ser vecino de mi querido pueblo, aunque jamás, por supuesto, de sentirme alhameño y de estar permanentemente vinculado a esta tierra de mi nacimiento, como ha sucedido en el transcurso de todos y cada uno de estos sesenta años, con la fortuna de poder decir que, de las Ferias de Septiembre que desde entonces se han celebrado, sólo no he podido ir a unas cuantas de ellas, muy pocas, no llegaré a doce y en tantos casos por acontecimientos y hechos que lo hacían imposible, como la misma partida a la Otra Orilla de mi querida madre, un 9 de septiembre.
 
 La del citado año, con unas cuantas más de mi infancia y niñez, y otras varias de mi juventud, fue inolvidable para mí, no tan sólo por los gratos recuerdos que me dejó, sino porque en aquella ocasión se produjo un relanzamiento de la Feria de Septiembre realmente excepcional para la época que se vivía. Emilio Fernández Castro, en aquellos momentos teniente alcalde-delegado de Festejos, supo darle a la programación de la misma un giro y un impulso que, hasta en años de tantas posibilidades y disponibilidades económicas, tuvimos que tener, por ejemplo, como en todos estos años. Emilio, con imaginación y entrega, adelantándose a su tiempo, actuó más que como concejal de Fiestas como un verdadero edil de Cultura y Fiestas, como ahora se dice.

LA INOLVIDABLE BANDA DE MÚSICA DEL AVE MARÍA

 Programa Oficial de Actividades, ilustrado por la fotografía del Paseo, o Paseo Central como se indica al pie del testimonio gráfico, hasta seis años después no comenzaría a denominarse Paseo del Cisne

 Como siempre, ya en las primeras horas de la tarde del día 7 de septiembre, estábamos la chiquillería, al menos los que sabíamos que en nuestra casa podría alojarse un músico de la Banda del Ave María, expectantes a la llegada de ésta. El reparto de los músicos por las casas de los que tenían posibilidad de dar alojamiento y alimentación, aceptándose con mayor o menor agrado, suponía que, durante aquellos días, los menores de la casa contaríamos con la posibilidad, sino de tocar cualquier instrumento musical, si de manosearlo e intentar hacerle soltar algún sonido musical, lo que, cuando más, se quedaba en el inicio de un redoble de tambor o en un molesto trompetazo, pero hasta esto nos ilusionaba y llenaba de satisfacción.

 También aquella feria tuve esa suerte, nos correspondió el mismo músico que había estado en casa en la Feria Junio. Tiempo después me enteré que, gracias al cariño que ponía mi abuela Inocencia en atender a aquellos chiquillos, así como a su exquisita y generosa mano para guisar y para preparar los suculentos bocadillos que el chaval se llevaba al río una vez acabada su tarea de la mañana, el mismo músico pidió que se le asignase la casa donde se había alojado en la feria anterior, lo que se le concedió y mi abuela y aceptó con agrado.

  Al anochecer de aquél 7 de septiembre, una magnifica iluminación en el Paseo, como así se le denominaba a secas hasta en el mismo programa de fiestas, a excepción que bajo la foto central del mismo, se indicaba “Paseo Central” -ya estaba la fuente con el cisne pero sería en la segunda mitad de aquella década, concretamente con ocasión del cartel y noticias difundidas por todos los medios de Granada y Málaga del II Festival de la Canción de Alhama, cuando le denominaríamos Paseo del Cisne, en 1967-, así como en las que se relacionaban como calles céntricas, nos hizo sentir aún más profundamente que la feria se iba a iniciar, lo que respaldó aún más el primer concierto, a las once de la noche, de aquella feria de la Banda de Música en la que, por supuesto, entre sus primeras interpretaciones musicales estaba “La rancherita”, con aquellas imborrables estrofas de “Allá en el Rancho Grande, allá donde vivía...”, quizás la música más pegadiza de toda nuestra niñez y primeros años de juventud.

DIANA, FERIA DE GANADOS Y EXPOSICIÓN DE PINTURA

 Postulación por distinguidas señoras y señoritas a beneficio de la Cruz Roja Española

 Por si teníamos alguna duda de que ya estábamos en la Feria Grande de Alhama, al día siguiente, hacia las siete de la mañana de entonces, las ocho de ahora, un combinado de cohetes y sones de la Banda de Música, efectuando una sonora diana floreada -creo que se solía decir- por calles de la ciudad, nos despertaba confirmándonos ya plenamente que las fiestas habían comenzado.

 Saltábamos de la cama y, rápidamente, salíamos a ver a la banda, la que ya venía escoltada por numerosa chiquillería que la acompañaba en todo su recorrido, el que concluía, en la entonces inhóspita Plaza del Duque de Mandas donde tenía lugar, con asistencia del alcalde, entonces Jerónimo Castillo Prados, el que sabía dar prestancia a todos estos actos -aunque meses después sería obligado a presentar su dimisión con carácter irrevocable- la inauguración de la Feria de Ganados que, aún por aquél tiempo, era importante hasta el punto de que toda aquella explanada se veía abarrotada de animales y de un trajín de agricultores y negociantes de muy diversos lugares, comenzando por los de Alhama. Me gustaba ir a ver todo aquello y, dentro de lo posible, observar las compraventas que se hacían, molestándome sobremanera los golpes que algunos vendedores, con gruesa vara de almendro, propinaban a sus caballos o mulos para hacer ver la vitalidad y fuerza de los mismos.

 Aquella mañana del 8 de septiembre fue muy emotiva para mí. En la Biblioteca Municipal, entonces en la planta baja del Ayuntamiento, se inauguró una Exposición de Pintura y Dibujo, y mi hermano Juan Manuel, a pesar de sus pocos años, destacaba ya como pintor, todo un orgullo para mí y, más aún, cuando escuchaba los elogios que se le hacían por los asistentes al contemplar su cuadro, comprendiendo algunos porqué meses antes se la había concedido el Premio Nacional Juvenil de Pintura, entregándoselo la misma esposa del entonces Jefe del Estado acompañada por el ministro de Educación Nacional. Indudablemente, de los cuadros presentados, era el mejor con bastante distancia, pero el alcalde, por cuestiones que no vienen ahora al caso, no quería distinguirlo en especial a él, por lo que -como supimos por un concejal que participaba como jurado y comentó no estar conforme con ello- cambió el previsto premio en metálico por una medalla de la Virgen para cada uno de los tres premiados, la que Juan Manuel -y no por ideas o sentimientos religiosos- ni aceptó, ni fue al acto de clausura a recogerla. ¿Soberbia? Creo que no, solamente que no aguantaba esta clase de cambios y autoritarismo para que no quedase descontenta cierta persona, además que a él eso de las medallas ni fu ni fa, a lo largo de toda su vida.

TIRO AL PLATO, “FERIAJO” Y TÓMBOLA

Un paseo por la Feria, cinco inigualables y queridas amigas una mañana de feria


 Ya por la tarde, como nos encantaba a la chiquillería, me fui al campo de tiro de “El Imparcial”, donde tenía lugar el Campeonato de Tiro al Plato. Vitoreamos cada acierto y, más aún, si se trataba de un tirador alhameño, que eran muchos, muchísimos, de excelente puntería. Con enorme interés seguíamos los turnos de tiro para los desempates, los que se repetían una y otra vez hasta que uno fallaba y se proclamaba campeón el otro. Eduardo Raya Morales, en este orden de cosas, era mi ídolo como tirador muy difícil de superar por los alhameños y los muchos que venían de muy diversas partes.

 Al atardecer, desde los balcones de la casa de la calle Enciso en la que nací y vivía entonces, veía como se elevaban los globos y fantoches, a la par que los cohetes y palmas reales por unos instantes adelantaban en su ascensión a aquéllos pero, a continuación, caían.

 Nos aseábamos y arreglábamos rápido, nos poníamos la mejor ropa que teníamos, la de los domingos, que no era mucha, y a la feria con un duro, cinco pesetas que daban para mucho, por día, aunque en ocasiones contábamos con algo más gracias al “feriajo” que recibíamos de los familiares más allegados y que, en tantas ocasiones, supusieron el ingreso decisivo para sacar adelante “más que dignamente” la feria.

 Una vuelta por el Paseo, un rico helado de los del bueno de Alejandro, cucurucho de dos reales, y, quizás una tirada a las duras y resistentes bolas de caramelo en una caseta de tiro, las que tras recibir nuestra acertada plomada nos era entregada manoseada y nosotros, sin el más mínimo repaso de limpieza, re chupeteábamos a continuación; acto seguido, una vuelta en una bicicleta alquilada -del inicio de la calle Académico Hinojosa al final de la calle Adarve Remedios, ida y vuelta, dos reales-, un “viaje” en “Las olas” o en “Las volaeras” o, los más atrevidos, en “La barca”, donde el campeón dando vueltas completas continuas, hasta por decenas y coreándoselas el numeroso público que se congregaba cuando lo hacían, era por aquél tiempo "El limpia", hijo y ejerciente de limpiabotas.

  Después, algo más de Paseo y un nuevo concierto de la Banda de Música que, aunque repetía piezas, llegando a ser muy insistente en algunas de ellas, siempre nos agradaba, no sólo porque fuese gratis sino porque, dentro del repertorio posible y adecuado y dado la poca música que escuchábamos durante todo el año, prácticamente ninguna, no nos parecía nada mal, ni mucho menos. 

 También se inauguró aquella noche una tómbola benéfica en el local municipal que entonces se seguía designando como “El Casino” –la histórica sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, donada por la viuda de Francisco de Toledo al Ayuntamiento y alhameños, cumpliendo el deseo de su esposo, ahora tristemente en ruinas-, acudiendo todas las autoridades, representaciones y personas distinguidas. Todas, con mayor o menor gana, adquirieron boletos, siendo los regalos que recibieron los afortunados muy diversos y despertando ello en los niños una gran curiosidad por saber los premios que se iban entregando, comentándose por los asistentes cuando se trataba de algo especial, como una batería de cocina, un juego de cubiertos que no una cubertería, una colcha, etc.

 Más Paseo, quizás un apetitoso trozo de turrón de Jijona, algunas barquillas y a curiosear por todas partes, sin dejar atrás las casetas de objetos diversos que mirábamos y remirábamos, pero en las que jamás comprábamos porque no teníamos dinero para ello o porque, de hacerlo, quedábamos ya hundidos económicamente para el resto de la feria. Para terminar, si había quedado alguna peseta de las asignadas para aquél día, sentados o de pie, unos churros en una de las “casetas” dedicadas a esto -unos cuantos mástiles sosteniendo unas sábanas y sillas y mesas caseras dispuestas para el público-, situadas en La Carrera, junto al lugar donde años después se construiría el edificio para la Biblioteca Pública, que no se consiguió como se deseaba y que a pesar de la resistencia de bibliotecarios, al fin, se echó abajo-, en todas estas casetas eran excelentes los churros, pero los de la buena de Ascensión siguen siendo inolvidables, por su calidad y por la humanidad de quien los hacía. Y tras esto, a casa y a dormir, hacia las tres de la madrugada.

PRUEBA CICLISTA, POSTULACIÓN Y CERTAMEN LITERARIO

Panorámica de Alhama en 1961, reproducida en al programa de Feria y Fiestas de 1961

 Al siguiente día, la diana musical no lo recuerdo, ni me di cuenta de la salida de la casa de nuestro músico invitado, el trasnoche anterior me impediría tanto ver pasar los músicos como oír sus interpretaciones musicales. Eso sí, hacia las diez de la mañana, nos encontrábamos presenciando la salida de la “Gran prueba ciclista” que tuvo por recorrido una ida y vuelta al Cruce de Moraleda de Zafayona y como premios 300, 200 y 100 pesetas para, respectivamente, los tres primeros clasificados.

  Después, ya en las horas del mediodía, la tradicional “Postulación por distinguidas señoras y señoritas a beneficio de la Cruz Roja Española”, como solía indicar el correspondiente Programa Oficial de la Feria, a la que, en cierto modo, temíamos los chavales que teníamos amigas que participaban en la postulación y, más aún, si alguna de ellas nos gustaba, pues, si nos las encontrábamos o nos encontraban, que era generalmente lo que sucedía, podíamos llegar a tener que echar en la hucha benéfica que portaban dos reales o una peseta, por aquello de no hacer el ridículo, quedando afectada la provisión monetaria con la que contábamos para aquella mañana.

 Aquél 9 de septiembre de 1961, a primeras horas de la noche tuvo lugar la primera edición del Certamen Literario, ideado, creado y organizado por el mismo concejal presidente de los Festejos, como prácticamente todo lo de esta singular feria para la época, Emilio Fernández Castro, en el salón de actos del Ayuntamiento, con lectura de los trabajos presentados, que fueron muchos, y la adjudicación de premios y menciones honoríficas y premios en metálico, 400, 300 y 200 pesetas para los tres mejores trabajos. Consiguiendo el primer premio una magnifica poesía de quien había sido profesor mío Manuel Vinuesa Jiménez del Barco, con un magnífico poema como todos los suyos titúlalo “Alhama, la novia del río”, y el segundo una poética narración de Claudio Moles, destacando también mi maestro Agustín Molina Jiménez, siempre entrañable y querido como mi citado profesor.

 Después, como en las noches sucesivas, repetición de la velada ferial anterior, aunque podían darse las variantes de ir al circo, instalado en La Joya, o al Cinema Pérez que ofrecía sesiones de tarde y noche todos aquellos días, procurando películas para todos los públicos, ofreciendo un “local refrigerado”, lo que se conseguía con la apertura de la totalidad de las puertas que daban hacia la parte de los tajos.

TORNEO AJEDREZ Y UNIÓN DEPORTIVA ALHAMEÑA

 Unión Deportiva Alhameña, nuestro equipo de fútbol, ganador del II Trofeo de Feria “Bodegas Alonso”.

 Ya el tercer día de feria, nos acercamos a presenciar el excelente Torneo de Ajedrez que tuvo lugar en el salón de actos del Ayuntamiento, entre los equipos de Loja, Antequera, Vélez-Málaga y Alhama, con un premio de 500 pesetas al equipo vencedor y, es lo cierto, quedando muy bien el de Alhama.

  Más conciertos de la Banda de Música, además de los pasacalles, venía a efectuar una media de tres conciertos diarios en el Paseo, el primero de ellos, hacia la una de la tarde se veía muy concurrido por la chiquillería, aunque no pocos niños no tenían posibilidad de disfrutarlo hasta su conclusión, debido a que tenían que salir corriendo para no perderse "la comida extraordinaria" que, con ocasión de la feria, se ofrecía a los niños acogidos en el denominado Auxilio Social, desarrollando en el mismo una inigualable y ejemplar labor la buena de María Muñoz Calvo.

  Por la tarde en el “estadio” de “Los Malagueños”, se disputó el “Bodegas Alonso”, encuentro de fútbol entre los equipos de la Unión Deportiva Alhameña y el Brácana C.F. Gran afluencia de público, dura resistencia de los de Brácana y, al final, si mal no recuerdo, una sonada victoria de los nuestros, hasta con un inolvidable gol en plancha de Pedrillo Raya tras que este mismo estrellara un balonazo en un poste. Satisfacción general y felicitaciones para nuestro histórico equipo: Richard, Paco “el Tropa”, Lucas Morales, Paquiqui, Pepe Maldonado conocido por su potencia como “Pepón”, Juan Castro, Fernandillo Castro “el de la Posada”, Manolo Castro, Pepe Casasola, Justo López -Justillo por ser el Benjamín- y Pedro Raya, todos admirados, queridos e inolvidables.

 Vibrábamos con nuestro equipo. Se habían superado aquellos años de tremenda rivalidad futbolística local entre “Colorados” -” los de la Placeta”, bien sabrá el lector porque no podíamos llamarlos “Rojos”- y “Cadáveres” -” los de la Joya y otros barrios”-. Nació del acuerdo común de éstos la Unión Deportiva Alhameña y los frutos, en la temporada concluida, habían sido buenos. Mi entrañable amigo y compañero en tantas tareas alhameñas, culturales y sociales, Juan Castro Valladares, precisamente en el programa oficial de aquella Feria de Septiembre, escribió : “La Unión Deportiva Alhameña, cierto es, ha tenido altibajos durante la temporada, pero si nos ponemos a analizar despacio su campaña, veremos que la marcha que ha seguido es de una regularidad digna de elogio, arrojando un balance verdaderamente prometedor y que hace concebir esperanzas para el futuro, ya que de los veintidós partidos jugados se ganaron quince, se perdieron seis y se empató uno, consiguiéndose ochenta goles por cincuenta encajados, dando un balance de éxito bastante elocuente”.

“EL TRUENO GORDO” Y 175 AÑOS DE LA FERIA DE SEPTIEMBRE

 Prácticamente no había aún televisores en los domicilios alhameños, pero aquí un anuncio en el Programa de Feria anunciando lo que en esta materia se iba a imponer, Julio Arrebola, siempre innovador y viéndolas venir

  Y, con esta variedad de actos y actividades, y muchas otras, más las propias de toda Feria y Fiestas de esta índole, iba transcurriendo nuestra Feria Grande de Septiembre hasta que, en la noche del último día, el 11 de septiembre, se abarrotaba todo el centro de Alhama, llegando personas, familias y familias enteras, de todos los cortijos y pueblos cercanos, para pasar la última noche de Feria y, sobre todo, para presenciar el “Gran castillo de fuegos artificiales anunciando la terminación de la Feria con una gran traca valenciana”. Y lo cierto es que, dentro de las posibilidades con las que al respecto se contaban, el castillo de fuegos artificiales fue muy digno y, sin lugar a dudas, la traca valenciana, “el trueno gordo” como la denominábamos la chiquillería, nos sorprendía a todos a pesar de que, esperándolo cuando dábamos por finalizado el castillo y las tracas que nos acercaban hasta el mismo, permanecíamos tapando nuestros oídos con nuestras manos.

 Cuando concluían los fuegos artificiales, hacia las doce treinta de la noche de entonces, ahora la una y media de la madrugada, la feria, su bullicio y alegría continuaba durante alguna hora más pero, tras un breve y último concierto de la Banda de Música, poco a poco, la gente se iba marchando y algunos buscaban las casetas de turrones, casi en todas ellas se hacían ofertas de tabletas rebajadas de precio, para “invertir” las últimas pesetas que podían quedarles, quizás con la idea de que la pena que ya sentían al ver concluida la Feria de Septiembre, la podrían aliviar en alguna medida con un que otro trozo de turrón a partir del mismo día siguiente, en el que, jamás lo he podido olvidar, y lo he vivido en muchas ocasiones, nuestra Alhama quedaba casi desierta y hasta bastante desolada en contraste con los días anteriores y, prácticamente, haciéndonos ver y sentir que el verano iba terminado y, con él, el tiempo de vacaciones.

 Y, para mí, en concreto, que al final de ese mes partiría para Granada con mi madre y hermanos, dejando de vivir en Alhama, aunque, como me propuse y he tenido la suerte de conseguir hasta hace pocos años en muy pocas ocasiones he faltado a disfrutar, en todos sus días de celebración, la Feria de Septiembre, la Feria Grande de Alhama, la que cumple ahora ciento setenta y cinco años, fue Francisco de Toledo quien la traslado del día de San Miguel al domingo más cercano antes de la festividad de Nuestra Señora del Rosario, a estas fechas del 8 al 11 de septiembre, conmemoración de la Natividad de la Virgen, por las inclemencias del tiempo que año tras año se sufría, en 1846. Creo que todos debemos poner de nuestra parte para revitalizarla cada vez más, para que así no deje jamás de ser una gran oportunidad más para la mejor concordia y la más sana y alegre convivencia entre todos los alhameños y un importante atractivo turístico más de nuestra encantadora Alhama.