La recuperación de un género

Palabra en el tiempo



Mi relación profesional con la copla, no ha sido jamás la de un especialista incondicional, sino más bien la de un “voyeur” atento, fascinado por esa fuerza brutal de forma y contenido, por esa tremenda plasticidad que impregna las interpretaciones mejores, ya históricas, de las grandes cantantes, por esa identificación de un pueblo con su propia cultura.


María Jesús Pérez Ortiz,
Catedrática y biógrafa de Juanita Reina

 La copla siempre me atrajo por cierto criterio responsable que me acerca a tantas manifestaciones artísticas que, esa tan acrítica-por exceso-desidia española, condena al desprecio y al silencio. Mi más sincero deseo, ha sido el despojar de vulgaridades y artificios seudofolclóricos una serie de temas cuyo mayor encanto y su más definido y definitivo valor estaban en su directa comunicatividad.

 La tonadilla del siglo XVIII y la zarzuela, fueron los grandes pilares donde se sustentaron las estructuras musicales del folclore popular, y el apogeo de la copla como desarrollo lógico, como expresión auténtica del sentir de un pueblo que toma de Andalucía la savia de algunas de sus mejores piezas.



 Tras la expansión universal de la gran música española y la casi paralela decadencia de la zarzuela, el sentimiento musical del pueblo tomó carta de naturaleza, todo lo modesta que se quiera, pero también todo lo sincera que se puede pedir, en la nueva tonadilla. Que a nadie le extrañe encontrar al lado de “Francisco Alegre” o “Triniá” al Bretón de “La verbena de la Paloma” o al Chapí de “La Revoltosa”.

 Habría que huir de dos tipos de manipulaciones: la visión “populista” trasnochada de un conservadurismo ramplón, totalmente ajeno a las auténticas raíces del género o, por otra parte, rechazar esa tendencia reciente a la “modernización” más superficial que no hace sino suprimir los matices y convierte a la canción española en algo manido y carente de personalidad.

 Por lo mismo, era necesario no sólo dignificar sino situar en un contexto emocional, afectivo, auténtico, un género donde se aúna la poesía y la música y que dada la primerísima calidad de sus hacedores merece sin duda ser recuperado. Inmejorables intérpretes que van desde la Goya, Raquel Meyer, Mari Paz, Amalia Molina, Estrellita Castro, Imperio Argentina, Concha Piquer, Juana Reina..., por citar algunos de los puntales más representativos del género; y entre ellos Miguel de Molina, Angelillo, Manolo Caracol, Juanito Valderrama o Antonio Molina...



 De otro lado, grandes poetas capaces de sintetizar en unos versos, una historia de amor o desamor, odio, venganza, celos, pasión, vino...hasta llegar al crimen. Melodrama en estado puro: canto de amor y muerte. Poetas que han de someterse a las reglas, además de la composición literaria, de la musicalidad. Poetas de la talla de Raffles, Gil Asensio, los Quintero u Oliveros Castellví, y tras la guerra civil, el más grande del género, Rafael de León, el dramaturgo Antonio Quintero, Salvador Valverde, Xandro Valerio y José Antonio Ochaíta.

 Músicos desde Ruperto Chapí, Tomás Bretón, Fernández Caballero o Pablo Luna y posteriormente, ya entrados en los cuarenta Manuel López Quiroga, Juan Mostazo, Juan Solano y los maestros Perelló y Gordillo..., por citar sólo unos pocos nombres.

 Porque antes del apogeo del género-nos referimos a la canción española- , ingrediente fundamental de aquellos añorados espectáculos folclóricos de posguerra, se habían cantado coplas, romanzas de zarzuela, ese “género chico” que hizo las delicias de tantos espectadores. Son y no debíamos olvidarlo más de cien años de música española, de poesía y de una parte importantísima de nuestro arte escénico.



 Incluso nuestro cine que desde su época muda tuvo siempre vocación cantarina y desde 1907 se dedicó a rodar zarzuelas, intentó en no pocas ocasiones imprimir un aire digno de alguna composición musical que ha quedado en la memoria como paradigma de lo que debía ser una puesta en escena.

 Inolvidables son algunos momentos de “María de la O” (1936), “Carmen la de Triana” (1938) o “Canelita en rama” (1942)..., o los sorprendentes mediometrajes interpretados por Miguel de Molina en 1946 en los estudios Orphea de Barcelona.

 Tampoco podemos olvidar que, en aras de ese contexto emocional y mediante una música de la piel, se aluda a un sentimiento del ensueño y de la nostalgia, a una intrahistoria de la pequeña música, fiel exponente de las más puras y genuinas esencias de nuestro pueblo.

 Ordenar estos datos y filtrarlos a través de nuestra memoria y de nuestro conocimiento es garantía absoluta de la recuperación de un género que creemos debiera ocupar un lugar importante y digno en los Anales de la Música Española.



 Nadie puede a estas alturas negar que la canción española, “la copla”, ocupó un lugar muy importante en nuestra cultura popular. Que no nos traicione la memoria con consideraciones populistas o reaccionarias, privando de dignidad a un género que sin duda nos pertenece y ha hecho vibrar los corazones de millones de españoles de todos los colores y tendencias.

 No debo ocultar mis sentimientos de ternura hacia un lenguaje al que en principio, por formación y trayectoria profesional, puedo ser ajena. Pero tras mis relecturas del repertorio áureo de la Canción Española, he podido comprobar que determinados temas de sabor andaluz, tal vez tópicamente andaluz, incidieron de forma definitiva en la fundamental unidad del espectáculo folclórico y de los afectos y rumores que la música popular española puede abrir hoy todavía en nuestro corazón.

Nota de la redacción: Artículo ilustrado con las portadas de los libros escritos por María Jesús Pérez Ortiz sobre Juanita Reina, y la imagen corresponde a la presentación del libro “Testimonios y Evocaciones en el XV Aniversario de la muerte de Juanita Reina”, el 11 de diciembre de 2014, y cuya portada es el estandarte titulado “Dolorosa” donado por el pintor Antonio Montiel en 1992.  Tanto “Testimonio y Evocaciones en el XV Aniversario de la muerte de Juanita Reina” como "Juanita Reina, un estilo, una época", se pueden adquirir en las correspondientes editoriales o librerías con existencias.