Adolescencia y juventud de María Zambrano: Años de formación

Palabra en el tiempo


Con la presencia de filósofos tan andaluces, como Séneca, Ibn Gabirol, Antonio Machado, y de otro lado Spinoza, Ortega, Unamuno…, María Zambrano marca y expresa las inquietudes del hombre de hoy pero, sin embargo, alcanza la dimensión de los casi tres milenios del esfuerzo metafísico del hombre occidental.

María Jesús Pérez Ortiz

Filóloga, catedrática y escritora

 Dice Aranguren que si María Zambrano se hubiera callado, algo profundo y esencial habría faltado quizá para siempre, a la palabra española.

 María nace en la casa familiar de Vélez Málaga el 22 de abril de 1904, era hija de don Blas José Zambrano García de Carabante y doña Araceli Alarcón Delgado, ambos maestros en la Escuela Graduada de Vélez.

 Don Blas Zambrano que, años antes, había fundado y dirigido un periódico de tendencia anarquista, pronto evolucionaría hacia posiciones socialistas. Ese ambiente social e ideológico sería determinante en la formación de una de las figuras capitales del pensamiento español del siglo XX.

 Con cuatro años se traslada con su familia a Madrid donde su padre ejerce durante un curso como profesor de Gramática española. María, comienza a asistir a una escuela, cerca de la Plaza de Oriente. En 1909, la familia se afinca en Segovia, donde su padre tomará posesión de la Cátedra de Gramática Castellana en la Escuela Normal. En Segovia, donde estudiará el bachillerato, transcurrirá la adolescencia de María Zambrano, años cruciales en la formación y configuración de su espíritu y donde conocerá por primera vez el amor, un amor apasionado-una constante en su vida-eje fundamental en su formación poética y literaria. Nos estamos refiriendo a su primo, Miguel Pizarro Zambrano.

 En Segovia, su padre ingresa en la Agrupación Socialista Obrera de la que será presidente, y además funda el periódico Segovia en 1919, año que coincide con la llegada de Antonio Machado para ocupar una plaza en el Instituto y con quien don Blas Zambrano participaría en la fundación de la Universidad Popular. Eran conocidas las largas tertulias que don Blas mantenía con Unamuno y con Antonio Machado al que solía ver a menudo en el café de La Unión de Segovia. Es evidente que la relación de don Blas con estos intelectuales, dejaron profunda huella en el pensamiento y sentimiento de una jovencísima María Zambrano. De la biblioteca paterna son sus primeras lecturas de Unamuno, Ganivet y, en general, de la llamada Generación del 98: Azorín, Baroja, Ramiro de Maeztu… Estuvo especialmente marcada por la política en los años de adolescencia. Desde muy joven, el compromiso con el ideal republicano la lleva a participar activamente. María descubre la dura realidad de las mujeres campesinas y obreras de su época, y la miseria y esclavitud de las personas más desfavorecidas, viendo en la educación abierta y plural la más digna herramienta para hacer un mundo más justo e igualitario. Y con ese sueño trabajaría más tarde en la tarea de formar a una población analfabeta y desnutrida, eminentemente rural. “Convivir es compartir el pan y la esperanza”.



 En 1913 Zambrano comienza el bachillerato. Sólo ella y otra muchacha asisten a las clases entre chicos. En estos años se va fraguando el que Zambrano confesará como el más grande amor de su vida: su primo, Miguel Pizarro,- aunque tal vez su nombre permanezca en la sombra-, a quien conoció en Segovia con 13 años y junto al que realizará un intenso acercamiento a la literatura. En estos primeros años veinte conoce a León Felipe y, a través de su primo Pizarro, a Federico García Lorca. Miguel Pizarro-con apenas veinte años- recién licenciado con Premio Extraordinario en Filosofía y Letras, viajó a Segovia procedente de Granada, en compañía de su padre. El encuentro con Miguel dejaría una huella- constante a lo largo de su vida-en una adolescente de apenas trece años, llena de sensaciones y de sueños…Melancólico, brillante intelectual, amante de la poesía y de la dramaturgia, supo atraer y fue atraído por María Zambrano en comunión- siempre- de inteligencias e inquietudes. Un hombre que contribuyó, sin duda, a la incipiente formación literaria e intelectual de la pensadora.

 Miguel Pizarro pertenecía al grupo intelectual de El Rinconcillo, la tertulia del granadino Café de la Alameda que reunía a Lorca, a Manuel Fernández Montesinos, a Melchor Fernández Almagro y Manuel Ángeles Ortiz, tertulia que atrajo a Manuel de Falla y a la que, de vez en cuando, asistía Fernando de los Ríos, profesor de Derecho de Lorca, Pizarro y Montesinos. Este reducto granadino se convirtió en un gran foco de cultura para todos. Miguel Pizarro escribía poesía y recitaba, probaba con la dramaturgia y terminaba sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Granada. Con esta carta de presentación lo conoció su prima María Zambrano. Precisamente, en ese año de 1920 se tiene noticia, a partir de cartas de miembros de El Rinconcillo, de la relación entre los primos. Al parecer, hacia 1921, el padre de María prohibió esa relación entre primos hermanos, calificándola de “incestuosa”. Aunque, en realidad, eran los problemas derivados de la consanguinidad los que inquietarían a don Blas, quedando la carga moral de la prohibición diluida por motivos de salud.



 ¿Qué pudo suponer tal prohibición en unos jóvenes enamorados, instruidos de manera excepcional en literatura, arte, filosofía?. Miguel escribe en 1933: “Dime por qué huyes de mí/ Con amor aún en la boca,¡ ay Casandra, junco, fábula,/verso sin posible glosa!” Miguel se refería probablemente al mito de los hermanos gemelos Casandra y Héleno.

 Tras la separación, María quedó sumida en una profunda desolación. Isabel García Lorca que conoció bien a los dos dijo: “Al pensar en Miguel salió María; en mí, inevitable”.

 Sigue diciendo Miguel en su poema:”¿No clama tu pecho, el mío,/ necesidad, sangre sola,/corazón a corazón,/sin más pozo que tu boca/sin más agua que tu lengua/sin más pan que tus palomas,/suave ligazón extrema?”

 La relación se rompió en mil ocasiones para volverse a reanudar otras tantas, prácticamente desde 1917 hasta la boda de María con Alfonso Rodríguez Aldave, su compañero en las Misiones Pedagógicas.

 Tras la primera separación Miguel lo dejó todo y marchó a Japón. Todo, incluye su carrera, las tertulias en Madrid, el círculo creado en torno a la Residencia de Estudiantes, las amistades con pintores, poetas y políticos. A pesar de la distancia, fueron frecuentes las vacaciones de Pizarro en España, reanudándose una vez más las relaciones entre los primos, con sucesivos capítulos de prohibiciones y permisos de Blas Zambrano. Aunque nunca llegaron a casarse, Miguel Pizarro fue, sin duda, una constante en la vida de María.

 Con el paso de los años, Miguel se fue encerrando en un mundo místico. Se fue debilitando, mientras a su alrededor morían las esperanzas de la recuperación de la cordura universal: con las bombas de Hiroshima y Nawasaki Pizarro dejó de creer. Murió En Nueva York en 1956. Un año después de su muerte, María Zambrano escribía en carta a Jorge Guillén:”Cuando lo conocí yo era una niña y él, un joven brillante y lleno de cualidades que yo admiraba, y él me llevó al mundo de la poesía y de la belleza. Mi padre me había llevado siempre por el camino de la Filosofía. Yo he buscado la unidad, la fuente escondida de donde salen las dos, pues a ninguna he podido renunciar.

 Con rotundidad, María Zambrano reconoce en su primo al guía, al mentor que la condujo al universo “de la poesía y de la belleza”. Su padre, recuerda, la había llevado (…)por el camino de la filosofía”. De la unión indisoluble entre ambos mundos resultaría el núcleo del pensar de Zambrano: el vínculo ente filosofía y poesía.