La invasión de los ladrones de cuerpos

La otra mirada


 Necesitamos a los políticos, necesitamos al Estado y necesitamos un gobierno, lo cual no significa que necesitemos a estos políticos, este Estado y este gobierno en funciones, pero mientras les sigamos votando van a seguir haciendo las mismas cosas que han hecho hasta ahora y las van a hacer de la misma manera: con total impunidad.
 
 Allá por los años cincuenta vivió los Estados Unidos una fiebre anticomunista impulsada y alentada por el senador McArthy que dejó una profunda huella en el cine de aquellos años, cine en el cual se rodaron películas de culto como "La ley del silencio", en la que Elia Kazan disculpaba de algún modo su locuacidad denunciando comunistas, u otras no tan conocidas, pero igualmente con un fuerte tono anticomunista como "La invasión de los ultracuerpos” de Don Siegel, ciencia ficción al servicio de la propaganda en la cual unas esporas procedentes del espacio exterior, crean unas vainas que se apoderan de los cuerpos de sus víctimas y las convierten en seres fríos y sin sentimientos, carentes de individualidad y volcados en la comunidad.
 
 No estoy muy seguro de que algunas de esas esporas no hayan caído por este planeta, Planeta Azul, por cierto, provocando el robo o la clonación de las criaturas aparentemente humanas que pueblan redes sociales, bares, tabernas, plazas, tugurios, barberías y otros lugares en las que tiene la gente costumbre de despacharse a gusto, de darle a la sin hueso con alegría y de hablar y comentar; costumbre sanísima que no hace tanto tiempo no podía realizarse con el sosiego, relajo y tranquilidad con el que ahora lo hacemos, que uno no podía tener la certeza de que bajo la amable apariencia del señor que escuchaba no se ocultase un "secreta" de la Brigada Político Social, gente. a lo que recuerdo por referencias, muy dada a tirar de la lengua al prójimo para ver de qué pie cojeaba o si se le veía el plumero, rojo el plumero, me refiero. sin que por ello se pueda olvidar que también perseguían a la gente con pluma y de buena pluma, siempre que los primeros fuesen escandalosos y los segundos de pluma roja. Hoy, a todo lo más que se arriesga el opinador es, como mucho, a una merma de su capital caso de caerle encima la ley mordaza.
 
 Y es por ello que podemos largar con tranquilidad y lo hacemos con un raro consenso en achacar todos nuestros males a quienes hemos puesto para que los solucionen y, eso es cierto, hacen bastante para aumentarlos y muy poco para eliminarlos. Pero sea como sea es el caso que hemos sido nosotros los que los hemos puesto en los lugares en los que están y, por lo que se puede escuchar y leer parece que sean una plaga que hay que eliminar a toda costa por el bien común. No estoy nada de acuerdo en eliminar a nadie por su ideología, religión, ni por cualquier otro tipo de circunstancia, de hecho, estoy en total desacuerdo con eliminar a nadie por ningún motivo y nunca me alegro de la muerte de ningún semejante, por muy en contra que pueda estar con su forma de ir por la vida. Además, eliminados todos esos políticos que sobran la pregunta que me hago yo es ¿Con quién los sustituimos? Podría darse el caso en una sociedad muy diferente a la que actualmente vivimos de que los individuos que la formasen fuesen capaces de auto gobernarse sin poner en grave riesgo la convivencia, hablo de la ausencia de todo poder, de todo gobierno, de toda coacción de unos individuos sobre otros. Esto sería muy del agrado de quienes ven en el "Papa Estado" un enemigo o, como poco, en una molestia. Pero para que esta sociedad ácrata fuese posible, mucho tendríamos que evolucionar los humanos en el camino de ir perdiendo la animalidad y el afán de satisfacer los instintos más primarios en detrimento, si es necesario, de los demás. Una dictadura militar ya la hemos vivido. Una teocracia nos acercaría a países como Arabia Saudí o Irán. Sin comentarios.
 
 Necesitamos a los políticos, necesitamos al Estado y necesitamos un gobierno, lo cual no significa que necesitemos a estos políticos, este Estado y este gobierno en funciones, pero mientras les sigamos votando van a seguir haciendo las mismas cosas que han hecho hasta ahora y las van a hacer de la misma manera: con total impunidad, con la impunidad que les da el saberse libres de todo castigo que no sea el del público vituperio, cosa que para ellos está incluida en el sueldo y que se les da una higa. La manera efectiva de castigarles, de hacer que pierdan la impunidad es no volver a votarles.
 
 Pero creo que esa opción, en el fondo es la que más miedo nos da. Somos reacios a cambiar, nos asusta lo desconocido y, estoy por creer que este nihilismo de derechas en el que nos movemos, incluso sin ser del todo conscientes de ello, es el efecto de las esporas del planeta desconocido. Por muy fantástica que suene esa explicación, otra más racional no se me ocurre. Acabaremos todos zombis, si es que no lo somos ya.