Otoño con esquina rota

La otra mirada


Primavera con una esquina rota, tituló Benedetti a su novela.

 Una obra imprescindible para los lectores que aspiran a más que algo de entretenimiento, Y no es que piense que el ocio, el entretenimiento y la evasión sean algo desdeñable. Pero a veces entre refresco y refresco apetece una Alhambra Roja. Digo yo.

 Benedetti habla en su novela, del exilio, que él mismo conoció, y yo pretendo hablar de ese exilio al que la mala cabeza de los presidentes americanos de los últimos veinte años han condenado a buena parte de la población afgana. Que más que una salida al exilio ha sido una huida caótica.

Todo lo que era tu vida cotidiana, toda tu historia y biografía se deshace de un día para otro
 Y yo me imagino a una familia aterrizando en Torrejón de Ardoz para ingresar en un campo de refugiados, que, vistas las imágenes en el telediario, tiene toda la pinta de otra cosa mucho más macabra. Sí, es cierto que los voluntarios de la Cruz Roja y el personal del Ejército Español van a hacer todo lo posible para que estén lo más cómodos posible, para dulcificarles ese mal trago de dejar de un día para otro tu país, tu trabajo, tu familia, tu casa, tus vecinos. También es cierto que en esas instalaciones han estado sólo dos o tres días antes de ser derivados a otros destinos, pero aun así no deja de ser un choque terrible. Todo lo que era tu vida cotidiana, toda tu historia y biografía se deshace de un día para otro. Para ir a un lugar del que sabes lo poco que has podido comprender de lo que te han contado.

 Imagino que los colaboradores y traductores que trabajaban para la misión española lo tendrán más fácil. Pero sus hijos y mujeres llegan a un país desconocido y llegan de repente, llegan sin una preparación previa. Ni física ni mental. Ayer estaban en Kabul y hoy en un campo de refugiados en un lugar que ni siquiera han oído nombrar en su vida.

 Cuando yo llegué a Alhama, procedente de Barcelona llegaba a mi pueblo, a mi casa. A un pueblo que conocía, a una casa en la que ya había habitado anteriormente. Aun así, me hizo falta un periodo de adaptación para asimilar que mi vida pasada, la que había transcurrido en los últimos veinte años de mi vida era algo pasado y que lo que venía ahora, era encontrar mi sitio en mi nuevo hogar.

Si al señorito Abascal le parece, como dijo, que “le vamos a dar a los afganos lo que no podemos darle a los españoles”, como en el chotis “anda y que te ondulen con la permanen”.Chatín
 Puedo entender el miedo a lo desconocido, la zozobra por lo que ha de deparar el futuro cuando lo has perdido todo, y de la peor forma posible. Imagino, también, que esos niños afganos dejarán pronto sus temores y dentro de unos años serán ciudadanos españoles, o del lugar que escojan sus padres, que disfrutarán de todos los beneficios que la vieja Europa otorga a quienes puedan pagarlos. Pero aun así creo que no ha de ser fácil ni para ellos, ni mucho menos para sus padres rehacer una vida en un lugar tan lejano, geográfica y culturalmente, de tu país de origen.

 Toda la solidaridad y ayuda que se les ofrezca es poca, sobre todo si tenemos en cuenta que los que se han visto obligados a salir de Kabul con lo puesto son gentes que han trabajado para la misión española en Afganistán. De algún modo se lo debemos o se lo debe el Estado Español.

 Y si al señorito Abascal le parece, como dijo, que “le vamos a dar a los afganos lo que no podemos darle a los españoles”, como en el chotis “anda y que te ondulen con la permanen”.Chatín.

 Nieto de un represaliado en un campo de concentración, hijo de exiliados económicos, que siempre tuvieron como horizonte el regreso a Alhama, no puedo, quiero, ni debo, permitirme dejar de sentir el dolor de esos afganos y hacer todo lo que esté en mi mano para contribuir a que se les pueda dar las condiciones dignas en todo lo esencial que reclamo para todo el mundo. Sean de donde sean, vengan de donde vengan.

 Y, por supuesto, tampoco me voy a olvidar de los afganos que no han podido huir.