Por la puerta de atrás

La otra mirada


La intención del gobierno es cambiar el país por la puerta de atrás.

 O al menos, esa es la teoría de Isabel Díaz Ayuso. Menos mal que tenemos a los jueces, al rey y a Madrid para impedírselo. El caso es que yo cuando voté a quien voté lo hice convencido de que si alcanzaba el poder haría todo lo posible para cambiar el país por la puerta de delante, la que da acceso a la Moncloa que el el lugar en el que vive quien está facultado para cambiar el país en consonancia con el programa que presentó a los electores. De igual modo las decisiones que tome la presidenta de la Comunidad de Madrid para dejar abiertos los restaurantes para evitar que los madrileños, al irse pronto a casa, acaben yéndose a las viviendas, lo que es peor, son totalmente legítimas.

 Últimamente tengo la sensación de vivir en una mala copia de una buena película de Berlanga porque no salgo de un sobresalto cuando ya estoy en otro: presidentes de gobierno por la puerta de servicio, jueces molestos con el gobierno, el gobierno molesto con los jueces, el rey quejándose a Lesmes y este contando públicamente, la Casa Real desautorizando a Lesmes en un comunicado, que era una simple llamada de cortesía. Todo tiene un profundo aire de comedia, de mala comedia de sal gorda. Y el caso es que estamos en una situación muy seria, en la que peligran vidas humanas, en la que peligran empleos y en la que nadie está completamente a salvo.

 Como consejo les pido a todos cuantos nos gobiernan, o aspiran a hacerlo que lean a Ortega y Gasset y en especial su teoría del perspectivismo, según la cual, no hay una realidad objetiva única si no que cada cual, cada pueblo, cada individuo, posee una visión distinta de esa realidad “esencial e insustituible” para llegar al conocimiento de la realidad. Naturalmente esto es un simple bosquejo de la idea del filósofo, que ilustraba el concepto con una naranja en la mano, nadie puede ver a la naranja entera, yo puedo ver una parte de ella, tú la otra.

 Se necesita entonces que todos hagamos el humilde y necesario ejercicio de intentar entender y comprender las razones de los demás, de soltar el lastre de creernos poseedores de la razón, de la verdad. Y sobre todo, de dejar de lado opiniones fundamentadas en certezas absolutas. El país que quiere cambiar Sánchez, “por la puerta de atrás”, es el mismo país que habito, pero Ayuso no puedo verlo como lo veo yo, puedo intentar explicarle que es mucho más amplio, plural y diverso de lo que ella, o yo mismo creemos.

 En política, a intentar captar la realidad mediante la unión de las distintas parcialidades que la componen, se le suele llamar dialogar, llegar a acuerdos, consensuar. Si los Sánchez, los Casados, las Ayusos, los Lesmes y todo el elenco que compone esta mala comedia coral a la que me refería líneas arriba, siguen encastillados en su única verdad no vamos a llegar a lugar alguno, que dijo don Mariano, en el que queramos estar, añado yo.

 Hay que tomar decisiones para salir de la pandemia, para salvar vidas, haciendas y la economía patria, para garantizar para todos el acceso a ese estado de bienestar del que todos tenemos derecho a disfrutar. Para llegar a acuerdos hay que ceder un poco para conseguir lo mucho. Pero lógicamente deben ceder las dos partes. Y una vez acordado, respetar el acuerdo. De esa manera todo, absolutamente todo lo referido al modo de convivencia que tenemos, o el que queremos llegar a tener será legítimo. Nada hay sagrado, nada eterno, en los asuntos humanos, en las decisiones políticas humanas; todo ha sido decidido por los ciudadanos y todo puedo ser puesto en duda por esos mismos ciudadanos. Lo que no es posible es hacerlo en contra del sentir de la mayoría del pueblo español que, no es la primera vez que lo digo, es el auténtico soberano: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.