Querido Señor Gobierno:

La otra mirada


Espero que al recibo de esta queden todos bien de salud.

 Cosa harto complicada en quien pretende contentar a los españoles, gente asaz tornadiza y poco dado a conformarse. Nosotros estamos todo lo bien que se puede estar en la Andalucía, desde la que escribo en la que gobierna precisamente quienes ya desde el primer día de la anunciación del gobierno están protestando y, lo diré claramente y sin eufemismos, tocando más los cojones de lo que es menester. Uso de este lenguaje, porque es el único que entienden.

 Sabrá, Señor Gobierno, que con lo que se enfrenta, no es sólo con gobernar medianamente bien, preservar la unidad de España, y alegrar la economía de las clases menos pudientes, que en si ya es cosa de no poca importancia, sino que, también, deberá afrontar el descontento de quienes ahora lo reciben con los brazos abiertos y las manos extendidas, a ver lo que cae en ellas. Los unos pedirán trenes con los que comunicarse con las ciudades, otros están más por la labor de desprenderse de mojones, uso el termino con su exacta literalidad, o, más que desprenderse de ellos situarlos a su conveniencia y gusto. No ya los de siempre, los de la barretina y la txapela. Es el caso que a esa gente se une ahora los que desde León reclama autonomía propia y desde Granada sueñan con reverdecer los laureles del Reino de Granada.

 Todos esperan alcanzar algo y, como no hay bastantes “algos “para todos, se ha de dar el caso de que se produzca, eso que, desde siempre se ha dado en llamar, “el desencanto”, de forma que los que ahora celebran alborozados el gobierno de coalición progresista, no han de tardar en decir que no se han cumplido las esperanzas puestas en usted, Señor Gobierno.

 Yo, a fuer de veraz, he de confesar que soy persona de muy buen conformar en lo material y de grandes aspiraciones culturales y psicológicas. En lo material me basta con la prometida revalorización de las pensiones, con que la sanidad pública sea de calidad, no hablo ya de excelencia, si no de calidad, y, por supuesto, con que los niños y jóvenes que han “levantar el país” estén, a ser posible, mejor preparados que nosotros, que no hemos sido capaces, no ya de levantarlo, si no de auparlo un poquito siquiera. En cuanto a mis aspiraciones de progreso cultural y psicológico, creo que puedo satisfacerlas yo mismo mediante el estudio y el riguroso trabajo interior. No auguro grandes éxitos, pero como en el poema de Kavafis, lo importante no es llegar a Ítaca, si no el viaje en sí.

 Le cuento todo esto, Señor Gobierno, para darle a entender que lo que espero de usted no son milagros, ni espectaculares mejoras, ni en lo personal, ni para España, sino que, si va cumpliendo con la agenda del día a día y consigue acallar las voces de los agoreros, catastrofistas, y gente de semejante ralea, ya me sentiré más que satisfecho.

 Humildad, prudencia y sentido común han de ser dispuestas en las alforjas del viaje que se inicia. Pero a pesar de todo, no hay que ir pidiendo perdón por haber conseguido un gobierno legítimo que no gusta a la derecha montaraz y trabucaire, que desgraciadamente, es casi la única que tenemos. Como estarán las cosas, que, hasta echo de menos a Don Manuel, Fraga, naturalmente. Ni le gusta ni le va a gustar a la oposición, haga lo que haga usted, Señor Gobierno.

 De modo que, en mi opinión, tan buena o tan mala como la de cualquier opinador, haga, Señor Gobierno, lo que tenga que hacer, pero teniendo en cuenta que también gobierna para quienes no le han votado.

 No cometa el error de la dos derechas y media de Andalucía de gobernar sólo para sus votantes.

 Y sin más me despido con un fuerte, solidario y progresista abrazo.