El toro en el tejado

La otra mirada


Junto al violinista y la gata.
 Cuenta la leyenda urbana que en cierta ocasión había un toro en un tejado, situación anómala donde las haya. El violinista de la canción le preguntó, con muy comedidas razones, que cómo era posible tal cosa, la gata en otro tejado de cinc caliente iba a lo suyo fuese lo que fuese. La contestación del toro, según dicen las crónicas del suceso fue: “Ya sabes, una noche de juerga, mucho alcohol y los colegas que te dicen: ”¡No hay cojones de subirse al tejado!”

 La leyenda la tengo por dudosa en cuenta a su verosimilitud, porque nunca he visto a una vaca ni toro real en un tejado real. En cuanto a los políticos, sí que he visto a muchos a lo largo de mi vida, diputados, concejales, presidentes de gobierno, alcaldes, cargos electos, cargos nombrados y siempre he sabido por qué habían llegado tal alto. Porque o los había votado el pueblo directamente o habían sido nombrados por los elegidos por el pueblo. Que esa es la gran ventaja de la democracia y, tal vez, también su peor defecto. No se precisan ni másteres, ni grandes méritos para subir en el escalafón si no, simplemente que te vote el pueblo.

 Y no hay más truco que ese. Y, a pesar de lo que nos gusta, a mí el primero, quejarnos de nuestros políticos, les seguimos votando una y otra vez y somos capaces de perdonar traiciones, conductas delictivas, indignas y miserables, con tal de verlos de nuevo ocupando cargos. Supongo que para poder seguir denigrando, insultando y descalificándolos a placer.

 Porque otra de las ventajas de la democracia es que uno puede largar lo que piensa sin exponerse a acabar ante un pelotón de ejecución, con el cuello presionado por el aro siniestro del garrote vil. O a pasar casi toda tu juventud en la cárcel. Julián Grimau y Marcos Ana, y sus historias no me dejan mentir. Como mucho te arriesgas a una multa o unos pocos años de talego, que son muchos , y soy el primero en estar en contra de la ley mordaza. Quien me sigue, lo sabe.

 Efectivamente somos capaces de votar a personajes tan poco atractivos moralmente como Jesús Gil al que el voto popular subió al tejado del ayuntamiento de Marbella y ese, si no me falla la memoria y el intelecto, cosa que puede pasar perfectamente dado el largo tiempo desconectado de casi todo que llevo, fue el primer paso de populismo, y del más chabacano. Luego vinieron otros, y seguirán viniendo mientras sigamos comprando el producto que nos venden. Y prefiero seguir comprando productos de escasa calidad, pero eligiéndolos yo, a “disfrutar” de gobiernos impuestos por otra cosa que no sea el voto popular. Me basta y me sobra con tener que soportar, por imperio de la ley, al Jefe del Estado no electo, para, encima, tener que soportar que me elijan, también al presidente del gobierno.

 Y no es que sea tan ingenuo como para creer que no hay por ahí grupos de presión, gabinetes de estudios políticos y otras formas de manipular al respetable que intentan llevarnos al huerto mediante la manipulación más o menos evidente. Pero siempre me queda la opción de si veo que nada de lo que intentan venderme es de mi agrado no comprar.

 También es verdad que si es el pueblo el que escoge a sus gobernantes, la calaña de estos se ha de corresponder, necesariamente con la de cuantos los elegimos para representarnos, no vale, pues la fácil descalificación de todos los políticos amparándose en un “no me representan, no les he votado”; si no te representan, ni los has votado, alguien necesariamente se siente representado por quienes gobiernan y quienes aspiran a gobernar y esa, y no otra, es la razón de que hayan llegado tan alto. Han llegado tan alto como les hemos dejado y estarán tanto tiempo como les dejemos estar.

 Y me alegro, y mucho, de que sea así.