No seas macho, hombre

La otra mirada


Creo que llevamos suficientes años, miles de años, despojados de la animalidad e instalados en la humanidad como para poder dejar de lado los aspectos más animales de nuestra especie.

 No he de negar lo evidente, es decir que somos el macho de nuestra especie, homo sapiens sapiens. Pero también es cierto que lo que resalta dos veces es lo de sapiens (sabio) por encima de lo de homo. Es decir que somos fundamentalmente un animal que gracias a su sapiencia ha logrado dejar de lado los aspectos naturales y animales para dotarnos de un entorno , la cultura, en el cual, por ejemplo mis muy naturales olores propiciados por el calor que hacen que el animal que soy naturalmente apeste a sudor, se puedan eliminar gracias al efecto del agua, el gel de baño y el desodorante, elementos todos ellos culturales, incluso el agua que sale del grifo de la ducha es agua cultural y no natural.

 Es decir que el hombre, aquí hablo solo de la parte masculina de la especie, tiene la capacidad de adecuar su comportamiento a lo que la razón ordena, por mucho que los genes (que, a fin de cuentas sólo quieren reproducirse) ante determinados estímulos quieran que actuemos de forma natural cuando no nos es lícito, por carecer de la apetencia de la mujer, Hablo de la apetencia porque estimo triste coyunda aquella en la cual una parte de los coyundantes ponga únicamente el consentimiento y no el deseo, el entusiasmo y las ganas que hacen de la cópula una experiencia memorable.

 Sin embargo, no faltan entre nosotros, homínidos para los cuales todo el monte es orégano, todo escote, provocación y todo par de piernas o de nalgas incitación. No, creo que ya tengo escrito que no es no. Y punto.

 También se da el caso de semovientes humanos que estiman el aporte animal de la especie muy por encima de la humanidad que la cultura nos ha ofrecido a cambio de suavizar cada vez más los aspectos animales y hoy, por ejemplo, el pelo corporal desaparecido hace que seamos monos desnudos, vestidos con el fruto de nuestro trabajo, que es con lo que solemos obtener los humanos y las humanas lo necesario para nuestro sustento, refugio y acomodo, que, las más de las veces, por no decir todas nos niega la madre naturaleza.

 Para tales individuos el desprecio a la mujer, a la cual consideran inferior, ¿Cómo única manera, tal vez de ser superiores en algo? , es norma de obligado cumplimiento y la exageración de los atributos del “macho” modo de ir por la vida e incluso se da la circunstancia de que ese tipo de machismo, desprecio de la mujer y exaltación del “macho” se da en algunos colectivos homosexuales, curiosamente. Nadie tome esto por crítica hacia ellos, si no a los comportamientos machistas y misóginos, comportamientos que rechazo y condeno siempre.

Creo que fue el doctor Marañón el que, tras estudiar al personaje de Don Juan Tenorio, llegó a la conclusión que, lejos de ser un hombre cabal y digno de respeto y admiración, era inmaduro, narcisista y homosexual encubierto. Va a ser verdad aquello de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

 Pero todo esto sería anecdótico de no darse también el hecho de que este modo de pensar macho machista condena a la mitad, más o menos, de nuestra especie a situaciones de violencia, humillación, desprecio y explotación que van desde cobrar menos por el mismo trabajo al asesinato Y es ahí donde hay que actuar desde ya mismo impulsando el desprecio a actitudes en las que prime lo animal, el macho, sobre lo cultural, el hombre, el ser humano. Queda mucho camino por recorrer hasta que nuestras compañeras, que es lo que son, sean iguales en la ley y las conductas que lesionen esa igualdad sean eliminadas, no por la ley, si no por la costumbre. Te lo digo en serio, hombre, no seas macho, es decir, sé humano y no animal.