Pienso que Andrea siempre fue viuda, / o eso es lo que recuerdo. / Y presumo que aquella negra ropa / escondía un más negro sufrimiento.
Andrea
Recuerdo siempre a Andrea con su negro pañuelo en la cabeza. Con su delantal negro y con sus negras medias. Con su luto en el alma y el vestido, con su eterna tristeza.
Pienso que Andrea siempre fue viuda, o eso es lo que recuerdo. Y presumo que aquella negra ropa escondía un más negro sufrimiento.
Andrea vive sola. Pero tuvo marido (eso dicen). Y también tuvo un hijo. Pero se fue muy pronto (las cosas de la guerra) aquel apuesto joven que tan feliz la hizo.
¿Y qué fue de su hijo? Dicen que nació muerto, aunque no lo vio Andrea. El bueno del doctor y el cacique del pueblo quisieron evitarle a la madre tamaño sufrimiento.
Andrea sufre y calla, no tiene otro remedio. Pero, al ver por la calle a Miguelín, con su ropa tan cara, con sus zapatos nuevos, aprieta fuertemente aquel retrato que siempre lleva al cuello: “Nuestro hijo, mi amor, tus mismos ojos verdes, tu mismo pelo negro.”
Recuerdo siempre a Andrea con su negro pañuelo en la cabeza, con su luto en el alma y el vestido, con su eterna tristeza.