Visitando lo que fue el “ombligo del mundo”, Cuzco (Perú)

Un alhameño por el mundo



 Aunque para muchos pueda parecer un nombre extraño, en realidad era muy conocido para varios jameños que [en su juventud] decidieron montar un club filatélico [entre ellos Andrés Gil Franco, Fernando Aranda y el que esto escribe que en aquellos momentos era un mozalbete de quince años] que comenzaron intercambiando sellos con numerosas personas y entonces contactamos con Rosa Delgado que vivía en esta ciudad andina.

 La correspondencia con Rosa la continué, incluso después de dejar mi Alhama a comienzos de los setenta, hasta que un día dejó de llegar. Ella había sido desplazada a una empresa pesquera y a otra zona del Perú y ese intercambio dejó de fluir, pero las postales que enviaba en sus cartas “atraparon” al que esto escribe y siempre se preguntaba cuándo sería posible disfrutar de esas maravillas levantadas por el hombre.

 Me impresionaban aquellas fotos y, sobre todo, los extraordinarios muros pétreos estaban pensados para soportar los terremotos que son tan habituales en una región donde la actividad telúrica no deja de dar sorpresas a los que habitan y para mi representaban un mundo, una población sencillamente cautivadora. Casi medio siglo después de todo este preludio se dio la oportunidad de conocer esta región andina ubicada a 3400 metros de altura y que ocupa un valle [es un decir] al pie del Huanacauri. Cuzco es la capital del departamento homónimo y con su impresionante conurbación se dice supera el medio millón de almas. Desde el avión se adivina el caos urbanístico, pero no se percibe la realidad del accidentado terreno que en minutos tocará pisar.

 Tras contactar con la persona que el mismo establecimiento hotelero te envía a recogerte, inmediatamente camino del coqueto hotel que te dejará una impresión realmente de ensueño. Bien situado, tranquilo, coqueto, limpio y unas vistas extraordinarias sobre la ciudad cuzqueña, lástima que estuviera tan solicitado que no me permitió alargar más de dos días mi estancia, pero es una de esas “joyitas” que te encuentras cuando viajas y decides “disfrutarla” con sosiego. El casco urbano está enclavado en un valle fértil y desempeñó un importante papel en el período incaico [1200-1500 aproximadamente] como capital de lo que se denominó entonces el “ombligo del mundo” entre los pueblos prehispánicos. Es en realida del resultado, la amalgama de numerosos enfrentamientos entre diferentes tribus, especialmente los Colla que habrían llegado a la región, procedentes del Lago Titicaca, siguiendo el anuncio que les transmitieron los sacerdotes. Según la leyenda, Manco Capac y su hermana Mama Oclo surgieron de las aguas del lago y al llegar a esta zona tendrían que vérselas con los belicosos huarass ahuasiras y otras tribus que, tras ser pacificadas, iniciarían la construcción de la fantástica ciudad-estado que hoy pasa por ser la capital arqueológica del Perú.

 En el siglo XV llegó a tener más de 200.000 habitantes y en 1525, con la muerte de Huayna Capac iniciaría el declive y desaparición del otrora potente imperio del Tahuantisuyo. Los españoles llegan en plena guerra dinástica y, tras ejecutar a Atahualpa, inician la entrada en la ciudad; entre 1533-1534 el saqueo fue tal que Cuzco perdió todos sus tesoros y su esplendor, aunque la resistencia total no sería sofocada hasta 1572, pero ya nunca pudo ser rescatada a los conquistadores quela sometieron y la convirtieron en la principal urbe andina aunque, todo hay que decirlo, nunca llegaría a superar la belleza de su pasado según los cronistas y hoy apenas quedan vestigios de ese glorioso período pero, sin embargo, me parece una ciudad [su casco histórico] realmente bella e impresionante. Su casco viejo es hoy un lugar ocupado por miles de turistas de los más variopintos lugares y, viendo lo que queda, uno puede llegar a imaginar lo que fue antes de entrar en la decadencia. Para un extranjero, es lo único realmente interesante [el trazado urbano, con continuas subidas y bajadas no es precisamente apto para deambular mucho más allá de esos límites que son los que albergan los mejores edificios históricos de la época de la colonia] porque los cerros se parecen todos como dos gotas de agua y presentan similares carencias, no sólo de salubridad, sino de seguridad.

 Su impresionante Plaza de Armas –dicen que en su origen fue el doble de grande- es el centro neurálgico para tomar el pulso a la urbe, antaño acogía la gran fiesta del Inti Raymi [actualmente se celebra en la fortaleza de Sacsahuaman durante el solsticio de verano, el 24 de junio de cada año y dicen que ese día acoge al mayor número de turistas de toda América, las informaciones que me facilitaron nunca bajaban de 100.000 personas]. Hoy infinidad de negocios y artesanías multicolores pueblan esos caserones, enormes, que parecen desafiar al tiempo y a la arquitectura de nuestros días. Adaptados al terreno uno queda obnubilado por la distribución delas estancias y la amplitud de los edificios. En el interior de la catedral nos encontraremos la tumba del gran Garcilaso de la Vega (1539-1616), el gran historiador, escritor y cronista local. También hay numerosos cuadros de una delas más importantes escuelas de pintura LA ESCUELA CUZQUEÑA. Iglesias, conventos, ermitas. Uno llega a encontrar para todos los gustos y vistas un par de ellas, dirijo mis pasos hacia un restaurante que me dicen tiene lo mejor en música y danza en vivo de toda la región. ¡Y tanto! Tras más de dos horas no conseguí mesa para poder instalarme, así que me tocó disfrutar de su multicolor y vistoso espectáculo de pie hasta que uno tiene que tomar la decisión, pues tampoco es momento para no comer.

 La Cuzqueñita [así se llama el establecimiento] no me defraudó y no está muy transitado por los extranjeros, lo que le confiere un plus de mayor autenticidad. Tras ese tiempo de espera y viendo que la tarde se iba acercando, decido invertir el sentido de mi paseo y regresar a la ciudad histórica para orientar mis pasos hacia el Tikawasi, uno de esos hoteles con encanto que a veces uno encuentra por casualidad y desde donde tenía la sensación de estar como si fuera el protagonista de un nacimiento. La acristalada parte frontal dela habitación daba al patio del establecimiento [dejé recogidas las cortinas para que durante la tarde el sol calentara la estancia y el resultado fue un descanso realmente reparador a pesar de tener que madrugar para iniciar el viaje a la mítica zona de Machu Picchu] y enfrente, en el otro lado del cerro, miles de bombillas tintineando, cual Portal de Belén. Tocaba cenar, descansar y esperar la llegada del nuevo día para iniciar el único tramo ferroviario que pude hacer en este viaje. Era el mítico y mágico trazado hasta el pie de Machu Picchu, la estación de Aguas Calientes. Esta es una maravilla que bien merece un relato aparte así que, tras contemplar la bella imagen que tenía a mis pies, el último matecito [generalmente todos los establecimientos lo tienen de cortesía para el viajero que se sirve a placer] y unas pocas horas después el reloj avisa que toca partir en taxi hasta la estación de tren; lamentablemente ya no sale de Cuzco, al parecer la idiocia es universal y el caballo de hierro parece tiene los días contados.

 Es increíble la estulticia que nos invade, un medio económico, seguro, ecológico y respetuoso cuyo mantenimiento es [a pesar de todo] bajo, se desmonta para que todo quisqui vaya en transporte por carretera que, en esta región, salvo algunos trazados que lo permiten, las curvas se cuentan por miles y el impacto visual es terriblemente espectacular; toca tomarse la vida con paciencia e ir mucho más lejos de lo previsto, a una media hora de taxi que me había solucionado el hotel [el servicio incluye el retorno y, visto el tiempo, la espera y el doble trayecto, debo decir que los 30$ son realmente un regalo porque es lo que pago aquí en España por un trayecto menor –en kilómetros y horas- y casi en línea recta] me deja en la Estación de Poroy en donde seré recogido a las ocho de la noche, con una oscuridad que realmente me sorprendió, todavía me pregunto cómo nos volvimos a reconocer y cómo a “ciegas” llegó a encontrar el vehículo en una explanada con varios centenares de vehículos. Sin quererlo ha sido el plato fuerte de los lugares más emblemáticos de Perú en donde se solapan los más importante lugares: Machu Piccu, Cuzco, el Valle Sagrado de Urubamba, Arequipa, el Cañón del Colca [dicen que es el más profundo de la Tierra y que esta vez dejé pasar ante el cansancio que se iba acumulando], Puno y el Lago Titicaca. Casi lo más impactante, pero algo me dice que eso es solo un pequeño bocado de todo cuanto hay por descubrir en este gran país.















Hasta la próxima aventura, Juan Franco Crespo.