Gabriel Celaya, un poeta comprometido


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Palabra en el tiempo


Nacido en Hernani (Guipúzcoa) el 11 de marzo de 1911, Gabriel Celaya es uno de los más destacados representantes de la denominada “poesía comprometida”.

María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga y catedrática

 Su infancia se desarrolla en el seno de una familia acomodada, comenzando sus estudios, con siete años, en el Colegio religioso de los Marianistas de San Sebastián. A los once años, debido a problemas de salud, reside temporalmente en Pau (Francia) y en el Escorial. La lectura se convierte en su gran aliada, convirtiéndose en un “pequeño devorador de libros”. Cinco años más tarde termina el bachillerato en San Sebastián y viaje por segunda vez a Francia, ese país vecino que siempre le fascinó.

 Presionado por su padre, en 1928 se trasladó a Madrid para iniciar sus estudios de Ingeniería Industrial y trabajar por un tiempo en la empresa familiar. Vivió en la Residencia de Estudiantes entre los años 1927 a 1935, ocupando la habitación nº 6 del tercer pabellón que previamente habían ocupado Salvador Dalí y Federico García Lorca. Entre 1929 y 1930 conoce a Ortega, Moreno Villa, Emilio Prados, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Dalí, Buñuel y a los intelectuales más destacados que pasan por la Residencia de Estudiantes, sintiendo una especial inclinación por la literatura y ante todo un manifiesto amor por la poesía.

 Adentrarse en su vida es hacerlo en un laberinto de poemas, teatro, novelas, luces y sombras. Sus primeras tentativas como poeta (“Marea de Silencio”, 1935) no fueron aceptadas por su familia, razón por la que firmaba con el seudónimo de Juan Leceta (su nombre completo era Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta Cendoya).



 El año 1946 fue decisivo en el impulso vital y poético de Celaya. A partir de ese momento desplegó una actividad incesante: es el año en que aparece su ensayo erótico-simbólico “Tentativas”, libro en prosa de marcado carácter existencial en el que por primera vez firma como Gabriel Celaya, y funda en San Sebastián junto con su inseparable musa y compañera, Amparo Gastón, la colección de poesía del “Norte”, que pretendía hacer de puente hacia la poesía de la Generación del 27, la del exilio y la europea. Aparecen así, bajo ese sello editorial, traducciones de Rainer María Rilke, Arthur Rimbaud, Paul Éluard o William Blake.

 Su producción adscrita a la corriente de poesía social, es la expresión de experiencias colectivas, cargada siempre de un propósito de denuncia, encuentra su voz propia-un decir sencillo y cordial, humano y prosaico- con los libros “Movimientos elementales”(1947) y, sobre todo, con “Tranquilamente hablando”(1947) y “Las cosas como son”(1949), con los que, tras un largo período de silencio, inauguraba una temática civil apasionadamente sincera y encontrada con el garcilasismo oficial encabezado por José García Nieto. “A solas soy alguien. En la calle nadie”.

 Integrado en los años 50 en la denominada estética del compromiso (“Las cartas boca arriba”(1951),”Lo demás es silencio”(1952), “Cantos Íberos”(1955)-verdadera biblia de la poesía social-), “De claro en claro” ( 1956)…; defiende, junto al poeta leonés Eugenio García de Nora y Blas de Otero, la idea de una poesía no elitista, al servicio de las mayorías: “Cantemos como quien respira(…)En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos (…) La poesía es un instrumento para transformar el mundo…”

 Estremecedora es la composición titulada” A ese poeta de lo humano: Blas Otero”:”Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes, y porque el mundo existe, y yo también existo,/porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,/ gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,/ quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo/ de este dolor que insiste en todo lo que existe//.



 Cuando la poesía social entró en crisis volvió a sus orígenes poéticos de carácter intimista para apostar más tarde por un neovanguardismo, por un experimentalismo poético iconoclasta en que lo verbal y lo icónico convergen en un arte de síntesis, lejos del modelo discursivo de la poesía convencional. Poesía visual, eco de las vanguardias europeas, como el futurismo y cuyos predecesores en el género fueron Ramón Gómez de la Serna, y poetas como Gerardo Diego, Juan Larrea y Guillermo de Torre, impulsores de corrientes estéticas autóctonas como el Ultraísmo y el Creacionismo.

 José Mª Valverde dijo de Celaya: “es un escándalo de invención, de riqueza, de originalidad, de variedad y –legitimándolo todo líricamente-de gracia personal en el acento”. O el poeta Leopoldo de Luis: “Celaya es el poeta de lo permanente y evolutivo”. O Hierro; “Celaya trajo una voz distinta a finales de los cuarenta”.

 Poesía de los otros como instrumento al servicio del hombre: “Cuando me he despertado, permanezco tendido/con el balcón abierto. Y amanece: las aves/trinan su alegría pagana lindamente: /y debo levantarme pero no me levanto; /y veo, boca arriba, reflejada en el techo/la ondulación del mar y el iris de su nácar, /y sigo allí tendido, y nada importa nada, /¿no aniquilo así el tiempo? /¿no me salvo del miedo?/¿no es la felicidad lo que amanece?

 ///”Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo; / pasar por un camino que huele a madreselvas; / beber con un amigo; charlar o bien callarse, / sentir que el sentimiento de los otros es nuestro; / mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha, / ¿no es eso ser feliz pese a la muerte?” (de “Momentos felices”).



 A pesar de que en 1986 fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas, los últimos años de su vida transcurrieron entre penurias económicas que le llevaron a vender su biblioteca a la Diputación Provincial de Guipúzcoa, y a que el Ministerio de Cultura se hiciese cargo del coste de su estancia en el hospital en 1990.

 Sin el reconocimiento que merecía, según la crítica, muere en abril de 1991, arropado por el cariño de su fiel compañera, aquella en la que, según dijera el poeta, había encontrado razones para vivir…; aquella que conoció un 8 de octubre en una librería de San Sebastián cuando iba a entregar ejemplares de su libro “Tentativas”, y con la que inició una conversación que duraría 45 años.

 “Ser poeta es encontrar/en otros la propia vida. / No encerrarse; darse a todos;/ sin ser melancolía,/ y ser también mar y viento,/ memoria de las desdichas…”

 Que estos versos sigan vibrando en los corazones de todos los amantes de la literatura.

Programa de TVE sobre Gabriel Celaya (14' 16")


Paco Ibañez canta "La Poesia es un arma cargada de Futuro", de Gabriel Celaya (4' 20")