El Gran Cardenal de España vinculado a la historia de Alhama


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Historia



 La primera vez que vino a Alhama fue acompañando a Fernando el Católico, a socorrer y abastecer la ciudad. Bendijo sus tres mezquitas en iglesias y, en nombre de la reina, las dotó de sus enseres necesarios para el culto.

 Volvió a socorrerla en otras ocasiones, especialmente en el difícil momento de la derrota del inepto conde de Cabra en Moclín, abasteciendo y reforzando Alhama en septiembre de 1485. Pedro González de Mendoza, otro excepcional personaje para lo mejor de nuestra Historia.

“Alhama histórica”
El Gran Cardenal de España vinculado a la historia de Alhama
Andrés García Maldonado

 Como por todos es sabido y venimos observando desde hace meses, los años de la Guerra de Granada (1482-1492), especialmente los primeros de la misma, son realmente singulares, incomparables, en lo que se refriere a los personajes que desfilan por nuestra Alhama. Unos, para hacerse con ella; otros, para defenderla; muchos, miles y miles, más para abastecerla y, en definitiva, para que ya no dejase de ser parte fundamental que, considerándose ya de la novísima castilla, fuese el puente de conquista de todo el reino de Granada.



 Uno de estos esenciales personajes fue don Pedro González de Mendoza, bien conocido por el “Gran Cardenal de España”, entonces sólo había un cardenal por nuestro país. El pontífice Sixto IV envió al cardenal don Rodrigo de Borja, el 7 de mayo de 1473, para el nombramiento de cardenal a don Pedro González de Mendoza con el título de “Santa María in Dominica”, al que luego añadiría el de “San Jorge” y, posteriormente, el de “la Santa Cruz”. Cuando esta elección llegó a Guadalajara, el rey, Enrique IV, ordenó que se le denominase Cardenal de España, título que se convirtió en “Grana Cardenal de España”, como así fuese denominado a partir de aquel momento en vida y después de muerto.

 Nació el 3 de mayo de 1428 en la castellana Guadalajara, donde moriría el 11 de enero de 1495, en plena Guerra de Granada, sin ver conquistado definitivamente este reino por el que también tanto había luchado y entregado, viniendo varias veces hasta Alhama.

 Persona singular, eclesiástico, militar y mecenas. Perteneció a la alta nobleza y al linaje de la Casa de Mendoza, siendo el quinto hijo de Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y de su esposa, Catalina de Figueroa. Tío carnal del legendario Iñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla y heroico alcaide y capitán general de Alhama en 1484.

 Sus padres lo destinaron a la carrera eclesiástica desde la misma cuna, convirtiéndose en una de las figuras más brillantes de la aristocracia de la segunda mitad del siglo XV, siendo adelantado en paso del mundo medieval al moderno.

 Se encumbró en la Iglesia española gracias a su linaje, pero también a su formación universitaria -doctor en Derecho Civil y también en el Eclesiástico- , genealogista y conocedor de historia, destacó como hombre de Estado a la par que por su especial preocupación por la educación y formación del clero. Su vida privada fue al estilo de la época en la que le tocó vivir, tuvo varios cargos, residió en la corte y legitimó a tres hijos naturales.

 En el orden político, alcanzó este cardenal gran influencia con Enrique IV de Castilla, hermano de padre de Isabel la Católica. Igualmente con esta reina y su esposo, Fernando el Católico, tuvo una gran participación en los asuntos del reino, hasta el punto que en aquellos tiempos se le llego a denominar como “el tercer rey de España”. Prosperó entre guerras civiles y cambios gracias a sus elevados méritos como consejero de Castilla, embajador en decisivas ocasiones y obispo-guerrero, aunque también se habla de su capacidad para adaptarse a cada momento y tiempo y saber permanecer junto al triunfador de turno, llegando a practicar en ocasiones el nepotismo.

 Fue realmente excepcional en lo cultural, destacando igualmente como un gran mecenas, así como una de las personas responsables de tres grandes cambios en la mentalidad moderna: El que pronto el Renacimiento en España tuviese un gran avance, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos.

 Llegó a la corte siendo rey Juan II, padre de Enrique e Isabel, como capellán de la capilla real, siendo designado dos años después, en 1454, a la edad de 27 años, obispo de Calahorra y la Calzada. Después, ya con Enrique IV, desarrolló una intensa etapa de actividad política y, a la muerte de su padre, pasó a encabezar la poderosa familia de los Mendoza. Tras un primer momento de enfrentamiento con el rey, se convirtió en uno de sus consejeros más cercanos y luchó contra la nobleza levantisca, siendo recompensado con la mitra episcopal de Sigüenza.

 Apoyó los derechos de Juana la Beltraneja. Beltrán de la Cueva estaba casado con una sobrina suya, hija de su hermano mayor, Diego de Mendoza. Obtuvo el nombramiento de arzobispo de Sevilla. En 1473 se pasaron los Mendoza al bando de la princesa Isabel. Ésta y Fernando fueron realmente los que consiguieron para él el cardenalato por parte del papa Sixto IV, interviniendo Rodrigo de Borja, acudiendo él nuevo cardenal a la coronación de Isabel en Segovia.



 El cardenal Mendoza constituyó un apoyo decisivo durante la Guerra de Sucesión castellana a favor de Isabel la Católica contra los partidarios de Juana la Beltraneja. Siendo su colaboración con los monarcas firme y total, sin fisura alguna, mandando los ejércitos reales en la batalla de Toro tras la invasión portuguesa, la que supuso el asiento definitivo en el trono de Castilla de Isabel I, convirtiéndose en uno de los principales consejeros de los Reyes Católicos.

 Los Reyes Católicos, terminada en 1479 la guerra con Portugal y consolidados los derechos al trono de Castilla, se propusieren como nuevos objetivos la unidad peninsular y religiosa. Se inició la Guerra de Granada, con la toma de Alhama en 1482, y todos los Mendoza, campaña tras campaña, participaron de lleno y decisivamente en la contienda y su desarrollo, desde las reiteradas acciones para la conservación de nuestra ciudad, comenzando por la primera en abril del referido año, hasta la misma rendición de Granada, en 1492, acompañando a su sobrino Iñigo López de Mendoza -el bravo e inteligente alcaide y capitán general de Alhama que improvisó el primer papel moneda de Europa para pagar a los soldados que la guarnecían- quien colocó el pendón carmesí de Castilla en la Alhambra granadina.



 Concretamente, el día 29 de abril 1482, acompañando al mismo rey Fernando, participa en el socorro y abastecimiento a Alhama ante los envites de Muley Hacen, concretamente da oportuna información histórica de ello el cronista Fernando del Pulgar. Narra que el rey Fernando entró en tierra de moros con 8.000 caballos y 10.000 peones, enumerando los grandes señores que acompañaban al monarca; entre ellos, el cardenal de España, don Pedro González de Mendoza.

 En Alhama, el rey relevó a Diego de Merlo de la capitanía de esta plaza, el que tanto había contribuido a ganarla y defenderla, dejando por alcaide a don Luis Fernández de Portocarrero, señor de Palma, con la compañía de ciertos capitanes de la Hermandad y 1.000 peones. “E con 40.000 bestias que iban en su hueste, cargadas de mantenimientos. Abasteció la ciudad por tres meses de las cosas necesarias. Las tres mezquitas principales se convirtieron en iglesias de la Encarnación, San Miguel y Santiago, que los reyes dotaron de imágenes y ornamentos”. Esta importante aportación se vería aumentada en los días que ella misma visitó estas nuevas iglesias, no mucho tiempo después.



 Lógicamente estas consagraciones de las mezquitas en iglesias fueron efectuadas por el mismo cardenal Pedro González de Mendoza, quien, indudablemente, efectuaría, también importante aportación en lo que respeta a las necesidades para el culto de las mismas, además de entregar lo mucho que ya enviaba la misma reina Isabel para éstas -como se ha venido diciendo, hasta algún terno bordado por ella misma-, además de la firme decisión de los nombres de las iglesias, comenzando, como poco tiempo antes había afirmado, con el de Santa María de la Encarnación, misterio del que era muy devota, para cada primera iglesia o catedral de las ciudades y poblaciones que se fueran incorporando a la Corona de Castilla, como respuesta al rechazo por los musulmanes de la virginidad de María. Y después, los de Santiago, patrón de España, y San Miguel, de la Guardia Celestial.

 La participación del cardenal en relación a Alhama fue importante no sólo en aquella ocasión. Lo fue en otros momentos de la Guerra de Granada, sobre todo como cuando la derrota del conde de Cabra en Moclín, estando la reina en Baeza, se encontraba ésta bien preocupada por lo sucedió así como por la necesidad de que había que abastecer Alhama -septiembre de 1485-, dándose una vez más una gran escasez de dinero, “En tal angustia el cardenal de España supo hallar palabras de consuelo y aliento, se ofreció a llevar con sus hombres y parientes la recua de Alhama y dio todo el dinero que se necesitaba de momento”, resolviendo la reina esta grave situación de los de Alhama con un primer y urgente envío con tres capitanes de su guardia y mil hombres de a caballo, llegando así a algunos provisiones, mientras se disponía la gran recua de provisiones que después llegó gracias al ofrecimiento del cardenal.

 Aprovisionamiento que hubo de ser tan eficaz que, en aquel mismo mes de 1485, el clavero de Calatrava Gutierre de Padilla, capitán en Alhama, compensó la referida derrota, con la toma, desde Alhama y mandada la tropa por don García Maldonado, de Zália, villa a pocas leguas de aquí, en el camino a Vélez-Málaga, despoblada hace siglos y de la que quedan mínimos restos de lo que fue.

 Los moros de Zália molestaban a los cristianos de Alhama, haciéndoles asaltos y celadas, pero un moro llegó al clavero, entonces alcaide de Alhama, proponiéndole un trato para entrar en la fortaleza, traicionando a los suyos, como así fue y Alhama se hizo con Zália, cambiándose así las tornas y los cristianos desde esta villa se dedicaron a inquietar y asaltar a los musulmanes de Vélez-Málaga.