De calabazas y castañas o ¡Cómo podemos ser tan idiotas!

Opinión



Me sorprende mi buen amigo y periodista, Andrés Cárdenas, cuando, en el diario Ideal del pasado sábado, afirmaba que, los jóvenes propietarios de locales de ocio granadinos “se exprimen los sesos para sacar adelante sus respectivos negocios”. Como prueba de tan tajante afirmación señalaba la proliferación de concursos de futbolín, bingos cuya línea se premia con chupitos, certámenes de chistes, y… fiestas de halloween. Es decir, todo de una originalidad tal que les habrá dejado el cerebro completamente estrujado.


 Por aquello de la proximidad, -nos espera una semana de aúpa con muertos vivientes por doquier- nos vamos a referir a la última nombrada que, ya desde su denominación, es prácticamente innombrable: ¿halogüin? ¿jalovin?,… En cualquier caso, la más descarada de las  invasiones de costumbres foráneas que para más inri ha arrinconado a otras tradicionales que en la mayoría de los pueblos de Granada y del territorio nacional se celebraban en la víspera del emotivo recuerdo anual a los difuntos más cercanos. Nos referimos a la fiesta de las castañas, costumbre que, donde no ha desaparecido, se ha convertido en una noche más de desenfrenado botellón.

  ¿Cómo es posible que una costumbre extranjera pueda penetrar con tanta fuerza en países tan distintos y tan distantes de la cultura americana? ¿Será otro pérfido efecto colateral de la globalización? El periodista de Bailén lo achaca “al poderoso influjo del cine y de la televisión”. Pero está claro que hay algo más. Por supuesto, aparte del mero interés económico de los fabricantes de los horribles disfraces y desagradables caretas, está el hecho de que las actuales generaciones aceptan sin más cualquier cosa que nos vengan del exterior, sin pensar ni por un momento si ello parte de nuestro acervo, enraiza en nuestras tradiciones o si desplaza otras manifestaciones de siglos.

Centros educativos

 También tienen mucho que ver en la rápida penetración las guarderías y centros educativos que en muchos casos la están fomentando al incluir dentro del calendario de actividades esta invasora celebración que se nos ha colado sin darnos cuenta, como se introducen los virus y troyanos en el ordenador. Podríamos entender que en los centros bilingües o en la clase de inglés se realizara un acercamiento a la noche de brujas americana pues, está claro que cuando se aprende una lengua también tiene que haber un acercamiento a su civilización y cultura, pero nada más.

 Sin embargo, no es así. Muy al contrario, vemos que cada año son más las personas disfrazadas, niños y no tan niños, que celebran no sé sabe muy bien qué, como si de un carnaval a destiempo se tratara. Nos gustaría que progenitores y docentes, reflexionaran por un momento en la tremenda y burda manipulación a la que se nos están sometiendo, apoyada por todas las televisiones (nacionales, autonómicas y locales) que durante estas jornadas inundarán sus parrillas con películas y series relacionadas con el halloween dichoso (por no decir una palabra malsonante). Pareciera que en lugar de cabeza tuviésemos -nunca mejor dicho- una calabaza hueca.