«No pases, alma mía, sin saludar a María»

Religión


Un centenar de devotos se congregaron en la ermita de los Ángeles para celebrar su festividad.



 Son muchas las personas que cada 2 de agosto tienen por costumbre y devoción el acercarse hasta la ermita de los Ángeles, localizada en el cañón del río Marchán. Este año, para muchos tenía la curiosidad de comprobar personalmente las obras de mantenimiento realizadas por el ayuntamiento que tanta polvareda habían levantado y aunque, las altas temperaturas -cerca de 40º grados-, podrían haber hecho desistir a algún que otro devoto de la Virgen de los Ángeles, el caso es que en esta curiosa ermita, de evocadora leyenda, se congregaron un centenar de personas, que bien, en el interior, el poyo exterior o junto a la baranda de madera, siguieron el rezo del rosario que, como en años anteriores, realizaran el párroco de Alhama, Enrique Ángel Martín Puerta, y la joven, Mari Ángeles Quesada Cubo.

 Se encontraron con una ermita preciosa, totalmente remozada, que acogía igualmente a una imagen restaurada en las últimas semanas por un profesional de la imaginería para evitar su irreversible deterioro. Todo ello gracias al mantenimiento ejemplar que realizan Teresa García Pinos, su hija Juani Becerra y su nieto Pablo Ruiz, entre otros, que no solo ponen su trabajo sino también el coste de la restauración, unos 1500 euros, que han puesto de su bolsillo. Durante el rosario que comenzó a las siete y media de la tarde continuaron acercándose devotos de la Virgen de los Ángeles y curiosos, venidos de Alhama y de otros lugares, para ofrendarle un ramo de flores o simplemente ver la ermita.

 Todos los usuarios de este camino medieval pueden contemplar la madera sobre la que se ha recuperado el letrero que en un momento llegó a ser ilegible: "Año 1500. No pases, alma mía, sin saludar a María". Ermita que, como tantas otras, tiene asociada una curiosa leyenda en este caso la titulada el 'Salto del Caballo' y que, supuestamente narra el origen de esta singular construcción religiosa en una gruta de piedra arenisca. A unos 300 metros, sobre una roca, un par de incisiones recuerdan las huellas del caballo que portaba a un noble caballero, que al ser atacado o asustarse por culpa de un reptil se precipitaron al vacío. Se cuenta que el caballero se encomendó a Nuestra Señora cuya solemnidad se celebraba, el 2 de agosto, rogándole que, al menos, le diese tiempo para morir cristianamente como sus mayores.



















Fotos: Pablo Ruiz y Antonio Arenas.