Antonio Ramos, nuevo miembro de la Real Academia de Córdoba



 En su discurso, basado en las memorias de Juan Bernier. recuperó a los poetas cordobeses, Ugart y Alvariño, «el amigo cordobés de García Lorca»

 El periodista alhameño Antonio Ramos Espejo ya es miembro de la Real Academia de Córdoba. En la noche del pasado jueves ingresaba en esta entidad junto a la filóloga Amelia de Paz de Castro. Si la descubridora en la Biblioteca Nacional del último texto autógrafo de Góngora lo hacía con un texto titulado ‘Notas a la canción gongorina: Donde las altas ruedas', el reportero andaluz lo hizo sobre 'Enigmas de Juan Bernier ante dos poetas de Córdoba: Alvariño y Ugart (1936)' en el que una vez más demuestró los sobrados motivos que le acreditan como gran investigador y maestro de periodistas.

 «Que alguien como Juan Bernier te confíe sus memorias sobre episodios más íntimos de su vida, es como si te diera su corazón. Cada vez que revisaba alguna página de sus escritos, es como si lo oyera respirar en una habitación de la Cruz Roja. Me sentí, por otra parte, muy honrado; y creí que, de alguna manera, contribuía a que se salvara ese 'Diario', entonces, a punto ya, al cuidado de su sobrino, Juan Antonio Bernier», de esta forma iniciaba su intervención que retrotraería al auditorio a ocho décadas atrás no sin antes introducir su llegada a Córdoba «después de muchos trotes» desde su Alhama natal y tras pasar por Málaga, Almagro, Granada, Roma, Córdoba… «Y peregrino de Sevilla, para merecer el abrazo de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes», con cuyo actual director, José Cosano, ha compartido ideales. Y como bien nacido tuvo palabras de agradecimiento para los amigos de Juan Bernier, presentes y ausentes, para los investigadores en torno a Alvariño y Ugart, para Rosa Luque, Juana Castro, Manuel Fernández, Francisco Expósito y José Aumente, «in memoriam, que me enseñó a defender Andalucía con coraje».

 Tras citar a Kapuscinski y Heródoto de Halicarnaso, «primer notario de la actualidad» y reivindicar su condición de periodista a secas: «El periodista no necesita apellidos. Periodista: como filósofo, historiador, médico, científico, humanista, maestro, economista, pintor, cineasta, arqueólogo…» y dedicar un emotivo recuerdo a un periodista que murió por una noble causa, Julio Anguita Parrado, pasó a desarrollar su intervención en la que demostró cómo la poesía y la tragedia ha unido un destino que parece diseñado para tres jóvenes poetas cordobeses: Josemaría Alvariño, un linotipista de 'La Voz de Córdoba'; Juan Ugart, un maestro de Villanueva, y un abogado de La Carlota, Juan Bernier. Los dos primeros muertos en los albores de la guerra civil y el tercero, «un ser humano impresionante», víctima y testigo, con el que el alhameño trabó una profunda amistad en los últimos años de su vida, y al que visitaba, primero en una residencia privada, en Calasancio y después en una habitación del Hospital de la Cruz Roja.



 También explicó que fue Ian Gibson, quien al saber que venía a Córdoba a ejercer su profesión, le invitó a sumergirse en la investigación sobre el amigo cordobés de Federico García Lorca, Josemaría Alvariño, seguidor de los pasos literarios del poeta de Fuente Vaqueros, con 'Canciones Morenas' se convertirá en su mejor amigo cordobés en tanto que Ugart, estaba más cercano a la estética de Juan Ramón Jiménez, con 'Presentes de abril' y ambos «destacados por su ruptura con la cursilería de la moda del modernismo», en palabras de Bernier. Al primero le dedicaría García Lorca en 1936 ejemplares del 'Romance de la luna, luna' y 'Bodas de sangre' como «recuerdo cariñoso». Después de contar el periodista el emotivo relato de Alvariño en el umbral de su muerte tras conocer el triste final de Lorca y cómo la madre de aquel iba recortando ritualmente las figuras de la foto, primero la de García Lorca y después la de Juan Aguayo García, pintor de 28 años y dependiente de comercio, para terminar con los momentos finales del linotipista «a las doce de la noche, Josemaría Alvariño, sin saber por qué, se encontraba subido en el camión de don Bruno».

 Así mismo, Ramos explica cómo Juan Bernier falleció estando él en Madrid y teniendo fijada una cita para el día siguiente en la que estaba previsto la entrega del último capítulo de sus Memorias, de más de quinientos folios, contadas en primera persona y de puño y letra. Juan Bernier, el poeta que vivió años con el terror encima y que reconoce lloró «cuando supo la muerte de García Lorca, en el barranco de Víznar-Alfacar; cuando le siguió en Córdoba el poeta Alvariño; cuando supo de la muerte de Ugart en el frente del Ebro». Con este emotivo recuerdo finalizó su intervención el alhameño que en sus inicios fue corresponsal de Efe y Ya en Roma, que ha publicado en IDEAL, dirigido periódicos como Diario de Granada, Córdoba y el Correo, y que ha ejercido durante doce años como profesor en la Facultad de Periodismo de Sevilla. Desde ahora, junto a otros y merecidos méritos, como la Medalla de Oro de Andalucía, seguro que lleva a gala su membresía de la Academia cordobesa.