Todo por la pasta


 No sé si por mi afición al flamenco, tengo cierta simpatía por Rafa Nadal, tenista que se parece al cantaor Miguel Poveda. Aunque ciertamente no estoy al tanto de sus méritos deportivos, más que nada porque mi afición al tenis visionado es bastante escasa.

 Sí que he sabido, por El País, que cada vez se parece menos al gran diario que fue, que el tenista va a cobrar del Ministerio de Agricultura 700.000 euros al año, durante dos años en concepto de pago de derechos de imagen para promocionar productos españoles. Me viene a la memoria el jamón de pata negra y la garrafa de aceite de oliva que cobró Antonio Banderas de la Junta de Andalucía por algo parecido y no dejo de preguntarme que tiene la imagen de uno que valga casi un millo y medio. No dejo de reconocer que en lo suyo es realmente bueno, según dicen, y que su imagen cuesta el sudor que a él le ha costado forjarla. Pero eso no me impide reflexionar sobre el patriotismo mercenario extraordinariamente bien pagado. A mi estos patriotas digamos que me resultan sospechosos.

 Confió mucho más, muchísimo más, en el patriotismo, que es amor a la patria, creo, de quien se levanta cada día laborable a dar su jornada por un sueldo o por la ganancia lícita que su pequeño negocio le rinde, a costa de poner muchas horas de trabajo en él, a costa de pagar impuestos para que, por ejemplo, se pague esa cantidad a alguien por poner la cara sin riesgo de que se la partan, metafóricamente me refiero por supuesto, como sí se arriesga a que un mal año, o la competencia de otros países con condiciones de trabajo peores que el nuestro, no sé, ¿ponemos Marruecos?, le parta metafóricamente la cara a cualquier agricultor español. Que esa es otra cuestión, que dicen que el tenista con su esfuerzo representa a los agricultores a cuyos productos va a poner la cara.

 Vuelvo a Banderas y creo que también él con su arraigado malagueñismo y gusto por la semana santa y dada su proyección internacional era un buen reclamo para promocionar nuestra tierra, del mismo modo que el tenista lo es, de eso no me cabe ninguna duda, lo que sí que me pregunto es si el mallorquín no podía haber pedido una retribución simbólica igual que el andaluz.

 Y dicho esto no dejo de reconocer que cada uno es libre de gestionar su patrimonio como mejor le cuadre y que la imagen del tenista forma parte de ese patrimonio. Pero que luego no se envuelva en la bicolor ni de lecciones de patriotismo, que lo que mejor le cuadra es envolverse, como el tío Gilito en un enorme saco con el símbolo del dólar o del euro. Un millón cuatrocientos mil uros son razones más que suficientes para alentar el patriotismo de cualquiera y creo que Rafa Nadal no está en una situación tan desesperada, desde el punto de vista económico, como para no poder autorizar el uso de su imagen a título gratuito o, caso de hacerlo a título oneroso, porque alguna razón que ignoro le impida hacerlo sin pasar por caja, hacerlo por un precio simbólico.

 Como decía líneas arriba confío mucho más en el amor a la patria del que, aun despotricando de ella, da lo mejor de si mismo en el trabajo, o de quien de ella ha de ausentarse para procurarse el sustento que aquí, no la patria, sino las muy desastrosas políticas económicas de quienes nos rigen, le niega. El otro, el patriotismo mercenario y muy bien pagado, digamos que para mí puede tener mucho precio, pero muy poco valor y ya se sabe lo que dijo don Antonio Machado sobre valor y precio.