En defensa de los chorizos españoles



 Aplicase en nuestro solar patrio la expresión “chorizo” al ratero de poca monta, y, por extensión a toda persona cuyos ingresos se obtienen de forma de dudosa legalidad.
 
 La expresión falta pan para tanto chorizo se ha hecho lugar común para dar cuenta del grado de degradación que la honradez ha alcanzado en España. Sin embargo el embutido humilde y sencillo obtenido a la carne picada del cerdo y adobado con pimentón es totalmente ajeno al robo, la corrupción, el latrocinio, los sueldos sobre dimensionados, los sobresueldos y los sobres a secas; es por ello que en este tiempo de estío quiero romper una lanza en pro de nuestros chorizos españoles, de los de comer, quiero decir, no de los que nos comen la hacienda.

 Decía Pepe Carvalho, el detective creado por Manuel Vázquez Montalbán, que pertenecía a la célula gastronómica del Partido Comunista, yo hace años que he llegado a la conclusión de que mientras Jabugo, Guijuelo, Cantimpalos, el vino de Aranzada, etc. estén en España yo soy patriota gastronómico español. Y es que esta tierra, España entera, es lugar de auténticas delicias comestibles que aquí se solían llamar con la españolísima palabra gollería, antes de que la irrupción de ese catetismo al revés que es el menosprecio de lo propio, introdujera el termino delicatesen a lo que sigue siendo gollería Y entre esas delicias para el paladar se incluyen los muchos chorizos y estilos de chorizos que la gente común suele comer en España. Desde los chorizos ahumados de Galicia y Asturias a los chorizos de nuestra Comarca de Alhama, existen toda una gran variedad de ese embutido, que no tiene que ser necesariamente de cerdo ibérico para resultar excelente. Tengo para mí que un buen chorizo de Cantimpalo, un pan de los de toda la vida, no esos productos que ahora dan en vender en las llamadas boutiques del pan, prefabricados y sin personalidad y un vaso, o los que se tercien, de cualquier vino tinto español son merienda o cena de primera categoría. Si bien es cierto que de abundantes calorías, no vamos a negarlo, que hemos sido siempre los españoles de buen diente, al menos en las escasas épocas históricas en las que todos hemos tenido ocasión de llenar la despensa con alguna regularidad.

 Bocata de chorizo de los de toda la vida, ingrediente de las patatas a la Riojana, tapa para acompañar el aperitivo del medio día o de la medianoche que somos gente dispuesta al aperitivo sin entrar mucho en considerar la hora, los chorizos españoles, junto a los salchichones, morcillas, salchichas y toda la variedad de chacinas que en estos pagos se producen y consumen merecen el respeto de una ciudadanía que abusa del termino chorizo para llamar a quien roba, manga, hurta, defrauda, se apropia de lo ajeno trinca, y expolia. Llámese ladrón al que roba, y déjese el término chorizo para designar a algo netamente español, exportado a tierras americanas, pero de origen español, como es el embutido rey de nuestras meriendas. ¿Quién en el recreo del cole no se ha metido entre pecho y espalda un bollo de pan relleno de rodajas de chorizo? ¿Acaso entre los productos de ese surtido de ibéricos que pedimos como entrante cuando hay que celebrar algo no hay también chorizo?.

 No es cierto que no haya pan para tanto chorizo, aquí hay pan y chorizo para todos, lo que pasa es que las directrices económicas de quienes nos gobiernan hacen que cada vez sea más difícil juntar a los dos tres: el pan, el chorizo y el pobre.