El castillo



Altivo y soberbio, encastillado en su propio orgullo, permaneció ajeno a todo durante parte del siglo XIX, todo el XX y, en este siglo que iniciamos, parece ir por el mismo camino.

 Hay cosas que no cambian nunca, en verano la gente saca las sillas a la puerta de su casa por la noche, a tomar la fresca, todos tenemos ese amigo que hace la mejor paella del mundo y se empeña en demostrarlo a poco que se presente la ocasión…Y el castillo de Alhama sigue encerrado en su silencio abstraído, no sé si contemplándonos con cierta conmiseración, con desdén o indiferencia. Tal vez se dé el caso de que aburrido de su larga inactividad, del vacío de su existencia inútil nos reclame calladamente con su silencio acusador que hagamos algo con él.

 Porque un edificio o se llena de gente y propósitos, de actividad sea esta la que sea, o el paso de los años lo va degradando lenta, pero inexorablemente, por muy recias que sean sus murallas, altas y altivas sus torres, “torres más altas cayeron”, cantaba Valderrama; el tiempo hará de su fábrica, ruinas,  no de tanto predicamento como las de Palmira, que hasta su filosofo tuvieron, ni como las de Itálica a las que cantara Rodrigo Caro sino vulgares ruinas de cascotes, escombros y ripios, buenos solo para relleno.

 Poco se de la historia del edifico sobre el que versa mi vaniloquio, apenas lo que la red sabe de él, construido a mediado del siglo XIX supuestamente sobre los restos de la alcazaba de los tiempos en que Alhama perteneció al reinado Nazarí.

 De su estatus  actual poca información tengo, mi compañero de página y amigo Antonio Arenas afirma en uno de sus magníficos artículos , publicado el 7 de enero de 2006 en estas mismas páginas de Alhama Comunicación, que está catalogado como bien de interés cultural. Desconozco también a quien pertenece, pero eso no me impide poder lamentarme de los deterioros que el paso del tiempo causa en un edificio que forma parte, de algún modo, de la vida de todos los alhameños, aunque solo sea como parte del decorado de tantos y tantos festivales de la canción que a los pies de una de sus murallas se han celebrado.