Adiós, Ángel

La otra mirada


Pese a que no soy especialmente aficionado al mundo del motor, ni de cuatro ni de dos ruedas, tengo un acierta sensación de pérdida tras la muerte de Ángel Nieto.

 Necesitamos referentes, alguien en quien mirarnos y a quien admirar y cada época tiene lo suyos; si hablamos de la actual vienen de inmediato a la memoria el nombre de Rafa Nadal y el de dos pateadores de esferas, hoy más notorios por sus problemas fiscales, Messi y Ronaldo, que por sus éxitos deportivos. Hace unos cuantos años era Indurain, que pudo ganar varias vueltas a Francia y fue incapaz de terminar siquiera una a España. Cuando yo era un niño, y cuando crecí y me hice adolescente y joven era Ángel Nieto el que pilotando una Derbi acumulaba campeonatos, hasta llegar a la cifra de 13, que él prefería llamar 12+1, como es sabido y protagonizaba informativos, consiguiendo, de ese modo, entrar un poco en la vida de todos los que conocimos sus hazañas deportivas.

 Era, un poco ese familiar más o menos allegado que consigue triunfar y cuyo triunfo nos alcanzaba un poco a todos, al menos a todos los que no tenemos inconveniente en llamarnos españoles. Y es en ese sentido en el cual tengo la sensación de pérdida que comentaba al inicio de esta mirada.

 Su trayectoria de niño de origen humilde que gracias a su tesón, trabajo, entrenamiento y valor consiguió alcanzar la gloria deportiva soñada de niño en Vallecas, hacen de Ángel ese referente necesario para llegar a comprender que el éxito que no se alcanza por el esfuerzo propio es ilusorio, como demuestran constantemente esa serie de figurillas más o menos encumbradas por méritos atribuibles a sus padres o parejas sentimentales. Ponga nombre el lector, el que prefiera.

 Ángel Nieto, por contra, forjó su trayectoria con su propio esfuerzo, abriendo de paso la puerta, para otros que han venido detrás de él. Pero que también han logrado el éxito por la vía estrecha, es decir apta para pocos, del tesón y el entrenamiento.

 Influye también en la sensación de pérdida el que esta haya sido prematura, setenta años contaba y, sobre todo, fruto de un accidente en el que él no tuvo la culpa, pero en el cual cometió, eso sí, la imprudencia de no llevar un casco adecuado y de llevarlo, además desabrochado. Que quien tantas veces hizo rugir el motor de su máquina en circuitos nacionales e internacionales acabase así, muerto por las lesiones producidas por un accidente, en el cual pilotaba un quart además viene a aumentar la desazón que toda muerte produce, porque tal vez, esas lesiones se hubiesen podido evitar o minimizar con las medidas de seguridad adecuadas.

 Pero nosotros, los que de algún modo seguimos la carrera profesional, de cerca o de lejos, nos quedamos con ese ejemplo al que antes ya me he referido de alguien que supo triunfar y hacerlo con aquello que más le gustaba desde esos trece años, edad en la cual dejó Vallecas para trasladarse a Barcelona a probar suerte en el mundo de los 50 c/c en el cual triunfó haciendo conocido el nombre de España entre los aficionados al mundo de la moto y, sobre todo, haciendo grande y conocido el nombre de una moto: Derbi, a cuya fábrica de Martorelles acudía el motociclista a probar sus máquinas, lo que provocaba que, más o menos todo el pueblo, acudiese a ver a Ángel.

 Me consta que para mucha gente las visitas de Ángel a la fábrica de Derbi forman parte de su niñez, razón más que suficiente para dedicarle esta mirada de hoy.

 Descanse en paz el piloto y descansen en paz todos aquellos que han partido de este mundo después de haber hecho del mismo un lugar un poco mejor con su trabajo, con su dedicación y con su esfuerzo, desde Ángel al último trabajador de esa fábrica de Martorelles, que también aportó su granito de arena a que Ángel fuese pionero en el mundo de las motos en nuestro país.

 Por razones que ellos saben esta mirada de hoy va dedicada especialmente para Jesús y Eli, compañeros, amigos y aficionados a ese mundo.