Donde no digo nada



Hoy es un día muy especial para mí, de modo que he decidido que la mirada sea benévola, amable, ligera y, en general, lejos del tono crítico, ácido y algo pesimista que suelo usar.

 Hecho el propósito, ojeo la prensa diaria en busca de esas noticias que me ayuden a continuar con el sosegado ánimo con el que me he despertado. Vano intento. Nada en la actualidad de este último viernes de abril me permite concebir un tema para una mirada alegre, sino que, por el contrario, como siempre, daría para unas cuantas de las habituales. Pero me he prometido a mí mismo que hoy no hablo de ni de la corrupción del partido gobernante, ni de las primarias del PSOE, ni de las ideas de los morados para animar el cotarro, ni de nada que tenga que ver con la política, la ciencia, la cultura o la sociedad nacional, porque estoy convencido de que en ninguno de esos aspectos anda el patio ni medianamente bien. Podría hablar de literatura, me digo, para animarme, ahí hay feliz materia para divagar...hasta que recuerdo que la literatura desaparecerá del temario oficial de la enseñanza en España. “¡Quieto parao!”, tengo que volver a decirme, “y deja el tema, que ta va subir la adrenalina y eso, a tu edad, es un presunto factor de riesgo de accidente vascular”. De modo que hago caso a mi bien intencionada conciencia (tengo para mí que es eso que llamamos conciencia quien me avisa de los peligros que acechan en el mundo, de las acciones moralmente punibles y de las obligaciones que tengo pendientes) y no digo ni pio de literatura.

 Sin poder escribir sobre política, arte, literatura, ciencias, podría escribir de fútbol, que es un tema de los más socorrido y atrayente, pero viendo cómo está el Granada, mejor lo dejo, máxime si tengo en cuenta que no estoy muy al tanto de quienes de mis amigos militan en las filas blancas o en las blaugranas, y, como no quiero indisponerme con ninguno, mejor dejo de lado un asunto, del que por otra parte estoy muy lejos, lejísimos, de estar informado para poder opinar con cierta soltura. Ya me parece oír a mi conciencia señalando que el no tener información, documentación ni conocimiento sobre algo jamás me ha impedido opinar sobre ese mismo algo. Cómo sé que no está muy equivocada, no le digo nada a mi conciencia,

 Tal vez podría decir algo sobre una sociedad futbolizada que conoce al dedillo los pormenores de las ligas y, por otra parte, ignora casi todo de los escasos derechos que aún nos quedan, de esos que con tanto esfuerzo conquistaron nuestros padres y abuelos. Pero ya he dicho que esta mirada de hoy pretender estar libre de toda acidez y crítica. De modo que dejo para otro día el asunto esbozado.

 Me está pareciendo, irrumpe de nuevo esa voz interior mía, que a este paso y tal como vamos al final vas a acabar no escribiendo de nada. La verdad es que creo que tiene razón, como casi siempre.
Podría comentar que en esta tierra ni siquiera los que nos gobiernan están a gusto del todo: Pueden tener la sartén cogida por el mango, pero a veces corren el riesgo de quemarse en el fuego que atizan jueces, fiscales y acusaciones particulares. Ni siquiera a los políticos en entredicho se les permite el disfrute de lo que con tanto afán afanan...Pero había dicho que nada de política en este día en el que acuerdo una tregua unilateral. Nada de política.

 Y, sin embargo, como se puede hablar de la política y los políticos con agrado y simpatía, para eso basta con hablar de los políticos que cumplen con su labor, ya en el gobierno, ya en la oposición, sin otro interés que el bien común y sin más estipendio que el señalado por la ley. Y como afortunadamente conozco a unos cuantos y unas cuantas que están en esa situación, la de ejercer el gobierno o la oposición leal, responsable y éticamente al fin he encontrado asunto sobre el cual poder escribir de forma amable, por tanto, lo hago y dedico esta mirada a esa gente que está en Política para hacer aquello y sólo aquello para los que la ciudadanía los ha votado.

 Del resto, es decir de esa minoría, sí, minoría que corrompe todo lo que toca, ya tendré ocasión de escribir durante los siguientes viernes del año. Pero justo este 28 de abril no me pide el cuerpo navegar en aguas fangosas y pestilentes y si hacerlo en aguas claras, como las que recuerdo de nuestro río en años de mi niñez, por ejemplo.