Triki, el monstruo de las galletas



Según la conocida fábula del escorpión y la rana, está en la naturaleza del animal picar, aunque con ello cause su propia ruina.

 Mucho más simpático que el bichejo anterior, también Triki, el Monstruo de las Galletas, tenía incluida en su monstruosa naturaleza un apetito incontrolable por las galletas que le impulsaba a devorar a cuanta galleta fuese a parar a sus manos. Ni el escorpión ni el monstruo podían hacer otra cosa que aquello a que sus genes les obligan, es decir a seguir los impulsos egoístas del material genético que no aspira a mucho más que a reproducirse y satisfacer toda clase de apetitos. Esa es la razón de que no podamos censurar ni al escorpión ni a Triki.

 Muy otra cosa ocurre con los seres humanos que pese a estar también dotados de genes egoístas y apetitos aparentemente incontrolables ( el deseo de fecundar con nuestro material genético a lo que ya desde tiempos muy antiguos se viene conociendo como “fembra placentera”, el de eliminar a los posibles adversarios que impidan esa coyunda, el afán por hacerse con un patrimonio por la vía más rápida posible para garantizar a la descendencia las máximas posibilidades de seguir trasmitiendo nuestros genes…). Pero, naturalmente, en los humanos además de la genética está la cultura, lo cultural que, no me canso de reiterar, que las más de las veces viene a solventar las dificultades que esta madre caprichosa y un tanto acéfala nos pone a sus hijos. Valdría decir que en los humanos la ética puede controlar a la genética y si no siempre es así estoy por pensar que es porque en España la ética no pasa de ser una asignatura sustitutiva de la religión.

 Pero lo que si está más o menos claro es que por mucho que los genes nos provoquen apetitos, y lo hacen, éstos no son en modo alguno incontrolables si no, todo lo contrario. Los seres humanos podemos controlar y reprimir los deseos de devorar cuanta galleta se ponga a tiro, de soltarle un soplamocos el individuo que nos ofende y de apropiarnos de los caudales públicos a los que tengamos acceso. Eso es lo que nos distingue a los racionales, que se supone que somos los de nuestra especie, de los irracionales como el escorpión o como Triki, el hecho de que tenemos la capacidad de controlar nuestros impulsos y apetencias.

 Pero a pesar de eso la lectura de la prensa diaria nos podría hacer suponer que algunos políticos, algunos, son incapaces de controlar suficientemente el origen de su patrimonio, de suerte que algunas veces el origen de parte de este patrimonio lejos de venir por herencia, nómina o ingresos lícitos del trabajo, parece ser de origen oscuro, opaco, negro o claramente ilícito. Y como dudo mucho, por ingenuo que sea, que tal engrosamiento patrimonial ilícito se produzca sin intervención o conocimiento del titular del mismo, he llegado a la conclusión de que el mundo de la política está lleno de monstruos, no de las galletas si no de los sobres bien llenos de billetes de euro de alto valor nominal (de 200 euros para arriba, para entendernos) o de cualquier otra forma de hacerse con un capitalito con el que hacer frente a las adversidades del futuro, que ya se sabe que incluso en el trullo quien tiene dinero es el “puto amo”. Como ya ha dejado claro, al menos eso creo, que los humanos nos distinguimos de los escorpiones y de los monstruos de las galletas en la capacidad de domeñar nuestros más bajos instintos, y el de disfrutar de bienes materiales de forma no lícita es un bajo, bajísimo instinto, el repudio efectivo a estos mangantes de cuello blanco, corbata de marca y traje hecho a medida, debería ser mucho más efectivo que el saturar las redes sociales de insultos a la clase política. Por ejemplo, votando a gente que esté limpia de corrupción, y no debería ser tan difícil encontrar gente honrada en esa larga lista de medio millón de políticos, concejal arriba, concejal abajo, que se dijo en su día que había en España.

 Como esto no es así y se sigue votando a quienes hacen de las formas poco licitas de enriquecerse un uso muy liberal, estoy casi por llegar a la conclusión de que lo que nos gusta es quejarnos; máxime cuando partidos en los cuales la corrupción es algo o desconocido o anecdótico han sido fagocitados por otros y los que están mejor situados en la clasificación de los golfos, están también mejor situados en las encuestas de intención de voto.

 Estoy considerando seriamente en votar directamente a Triki, que al menos con él estoy seguro de que si me roba es porque no lo puede evitar.